Mientras el resto del mundo aprendía a convivir con el virus, Pekín ha insistido en eliminarlo por medio de los confinamientos
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La política de Covid cero aplicada por China ha provocado algo realmente inusual: una serie de protestas masivas en varias ciudades importantes del país en contra de los duros confinamientos implementados para contener el contagio del virus.
Miles de personas han salido a las calles a manifestar su rechazo a estas medidas, algunos incluso llegaron a criticar abiertamente al gobierno de Xi Jinping y al Partido Comunista de China que enfrentan, según los analistas, el mayor desafío a la autoridad desde las protestas de la plaza Tiananmen en 1989.
Pero ¿cómo se explican estas protestas contra una estrategia que, a juzgar por las estadísticas de muertes y contagios por Covid, parece haber sido exitosa?
De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el inicio de la pandemia se han registrado en China unos 9,6 millones de casos confirmados de la enfermedad y unas 30.000 muertes asociadas a la misma.
Unas cifras muy bajas cuando se comparan con los 97 millones de casos y un millón de fallecidos registrados durante el mismo período en Estados Unidos, un país que tiene una cuarta parte de la población de China.
El problema es que la estrategia de Pekín ha logrado detener la enfermedad solamente gracias a la aplicación de medidas draconianas como mantener básicamente cerradas las fronteras del país, al tiempo que en su interior se aplican unos confinamientos drásticos que han afectado a ciudades enteras de millones de habitantes durante semanas.
Esto ha afectado el desempeño económico del país. Los organismos internacionales proyectan para la economía china un crecimiento del PIB de 2,8% este año, mucho menos que el 5,5% esperado por el gobierno de Xi Jinping.
“China se ha arrinconado a sí misma con su política de Covid cero al imponer reglas muy estrictas a las personas y comunidades”, le dice a BBC Mundo Jack Chow, profesor de la Universidad Carnegie Mellon y ex subdirector general de la Organización Mundial de la Salud.
Advierte que esta política se enfrenta a grandes presiones. “En primer lugar, porque a pesar de estas medidas draconianas, la cifra de casos de Covid siguió aumentando”, señala. Y continúa: “En segundo lugar, porque no solo está restringiendo el crecimiento económico chino, sino que también está interrumpiendo las cadenas de suministro en el mundo. Y, en tercer lugar, porque la perturbación social se está propagando por todo el país a medida que la gente común comienza a irritarse con estas restricciones”.
Pese a esto, Pekín no ha dado señales de tener intenciones de flexibilizar su política de Covid cero, algo que -según han advertido expertos- a estas alturas también implicaría importantes riesgos para China.
¿Por qué?
Una estrategia inflexible
Durante la primera etapa de la pandemia, cuando no existían vacunas para el Covid-19, hubo otros países como Australia, Nueva Zelanda, Singapur y Corea del Sur, entre otros, que aplicaron enfoques similares a la política de China.
A medida que surgieron las vacunas y otros tratamientos frente al coronavirus, esos estados fueron levantando los confinamientos y abriendo las fronteras, mientras que Pekín mantuvo la misma política.
Así, mientras el resto del mundo aprendía a convivir con el virus, Pekín ha insistido en eliminarlo por medio de los confinamientos.
Y, aunque ha tenido bastante éxito en evitar los contagios, como consecuencia de ello su población ha quedado más expuesta a la enfermedad pues no han desarrollado la inmunidad natural que obtienen quienes se han infectado.
Esta política ha generado lo que Yanzhong Huang, investigador principal sobre salud global del Council on Foreign Relations, ha calificado como “la brecha inmunitaria”.
Y es que después de casi tres años de pandemia, la mayor parte de los 1.400 millones de ciudadanos chinos no han estado expuestos al virus.
“En el resto del mundo la población adquiere inmunidad por dos vías: las vacunas y la infección natural, pero en China no ha habido infección natural”, explicó en febrero pasado Jin Dong-Yan, profesor de Virología Molecular de la Escuela de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Hong Kong, a BBC Mundo.
La segunda ruta, la de las vacunas, tampoco favorece a Pekín que no ha autorizado el uso de las vacunas de ARNm (Pfizer y Moderna) desarrolladas en Occidente.
En China ha sido aprobado el uso de ocho vacunas contra el Covid-19, pero ninguna usa la tecnología de ARNm, de acuerdo con el Covid-19 Vaccine Tracker.
Entre las vacunas desarrolladas en el gigante asiático ya hay una, la Walvax, que se basa en ARNm, pero su uso está autorizado en Indonesia y no en China.
“La inmunidad colectiva contra el Covid-19 no se puede lograr sin una vacuna eficaz, y las vacunas inactivadas de China han demostrado ser mucho menos eficaces que las vacunas de ARN mensajero utilizadas en Europa y Estados Unidos”, advertía en enero Yanzhong Huang en un artículo en Foreign Affairs.
Cabalgando sobre un tigre
Los peligros derivados de la estrategia de Pekín frente al Covid habían sido advertidos por la consultora Eurasia Group, que ubicó la política de China como la principal amenaza global para 2022, en su reporte anual sobre los principales riesgos geopolíticos.
“China se encuentra en la situación más difícil debido a una política de cero covid que parecía increíblemente exitosa en 2020, pero ahora se trata de una lucha contra una variante mucho más transmisible con confinamientos más amplios y vacunas con eficacia limitada.
“Y la población prácticamente no tiene anticuerpos contra ómicron. Mantener el país cerrado durante dos años ha hecho que ahora sea más arriesgado volver a abrirlo”, señalaba el informe.
Y es que al no contar la población china con inmunidad natural y con poca inmunidad adquirida derivada de las vacunas, las autoridades se encuentran ante el riesgo de que algún brote de contagios se salga de control y haga colapsar el sistema sanitario del país.
“El colapso del sistema de salud sería, en realidad, un desastre mayor que la covid misma, como se pudo ver en Wuhan. Muchas de las muertes allí, en realidad fueron causadas por ese colapso más que por la enfermedad”, explicó Jin Dong-Yan en su entrevista con BBC Mundo.
Un problema adicional es que no está claro cuán preparado está el sistema de salud chino para manejar un fuerte incremento de casos de Covid.
En declaraciones a The Washington Post, Yanzhong Huang advirtió que Pekín debió haber iniciado esfuerzos para contar con más camas en unidades de cuidados intensivos y para tener una mejor vacunación hace dos años y medio, pero que haberse concentrado en exclusiva en contener los contagios significó que se destinaron menos recursos a estos objetivos.
Ante este panorama, Jack Chow considera que, de cara al futuro, China tiene ante sí opciones difíciles. “Una ruta sería mantener la estrategia de los confinamientos con la esperanza de aplanar la curva del Covid-19, pero eso seguiría alimentando las tensiones en la sociedad y la economía”.
“La otra ruta sería comenzar a relajar estas medidas, en respuesta a los problemas sociales, pero corriendo el riesgo de una aceleración de los contagios”, señala.
No se trata de un riesgo menor.
Estimaciones divulgadas esta semana de la consultora de salud Airfinity señalan que si Pekín levanta ahora la política de Covid cero, la vida de entre 1,3 y 2,1 millones de personas estaría en riesgo.
Por eso, Chow cree que China podría elegir redoblar sus esfuerzos preventivos, pero incorporando vacunas de ARNm.
“Ellos tienen mucha experiencia con el uso de las mascarillas y el distanciamiento social, pero no han diversificado sus opciones de vacunas para incluir a las principales vacunas creadas en Occidente”, apunta.
Esa decisión podría reducir los riesgos de que al relajar las medidas de confinamiento se produzca un aumento de los contagios que termine desbordando el sistema de salud chino.
Sin embargo, Chow indica que puede haber otras consideraciones en juego que dificultarían el uso de las vacunas occidentales, pese a que estas han sido actualizadas para hacer frente a las variantes más recientes.
“La cuestión es si su selección de vacunas está basada en presiones políticas. ¿Ven ellos el uso de vacunas occidentales como un signo de fracaso o como una pérdida de prestigio?
“Yo diría que la estrategia más efectiva para enfrentar la pandemia es usar los medios más eficaces, independientemente de su procedencia. Así, es muy probable que haya en juego consideraciones políticas y eso hace que la política de China en adelante sea más compleja de lo que los estrategas en salud pública recomendarían”, apunta.
Más allá de estas consideraciones hay que destacar que el presidente Xi Jinping y el Partido Comunista de China han defendido la política de Covid cero, lo que según analistas dificulta ahora que haya un golpe de timón.
Así, entre los riesgos de un colapso del sistema de salud por una ola de contagios descontrolados y el precio político que podría significar un cambio de rumbo -incluyendo la posibilidad de permitir el uso de vacunas occidentales en el país-, la situación que enfrenta Pekín con su política de Covid cero parece recordar lo que le ocurre a quien -según el antiguo proverbio chino- cabalga sobre un tigre: una vez que lo estás montando, ya no te atreves a bajarte.
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