Como Charlie Hebdo, fue un ataque contra el emblema de un país
NUEVA YORK.- Este tipo de locaciones nunca son azarosas. Este tipo de blancos no son accidentales. Están en el vocabulario mismo que hablan los agresores, como el tirador de Orlando, que eligió un lugar donde se bebía y se bailaba, un lugar de pertenencia y de reunión de la comunidad gay.
Este último detalle termina de coronar la mayor matanza con arma de fuego perpetrada por un solo hombre en la historia de Estados Unidos. Pero seamos claros: éste no fue un ataque contra la comunidad gay, al igual que el ataque contra Charlie Hebdo, en París, no fue un atentado contra los caricaturistas.
Ambos fueron ataques contra la libertad en sí misma. Ambos apuntaron contra sociedades que, en su mejor faceta, celebran la diversidad de opiniones, de sistemas de creencias y de formas de amarse. Y hablar de cualquiera de las dos masacres en forma más reducida que eso es pasar por alto el verdadero mensaje, la profundidad del peligro y la gravedad de los riesgos.
Todavía no sabemos mucho de Omar Mateen, que apretó el gatillo, una y otra vez, en una disco cuyo nombre remite a la vida, no a la muerte: Pulse. Con el correr de las horas y de los días, iremos sabiendo más, como por ejemplo cuánto tiempo necesitó para planear esto, qué tanta influencia tuvieron Estado Islámico y otros extremistas y cuánto sabía sobre el funcionamiento del bar y del tipo de público que asistía los diferentes días de la semana.
Pero podemos asumir, a esta altura, que se descargó contra un país que no congeniaba con su esquema mental, más oscuro, pequeño y opresivo. Los que estaban dentro de la disco eran ciudadanos de ese país. Peor todavía: eran emblemas de ese país. En Pulse encontraban un refugio, encontraban diversión. Para él, no merecían ni refugio ni diversión. Y se lo comunicó con un rifle de asalto y a balazos.
Los de Estado Islámico y sus secuaces son brutales con los gays, a los que tratan de formas inimaginables. Tiran a los homosexuales desde los techos. Ahí está, subido a Internet. Es escalofriante, pero no son los únicos. En muchos países del mundo, ser gay es un riesgo mortal, y entregarse al amor es coquetear con la muerte.
Ese contexto es crucial para entender lo de Orlando. Y Orlando es un punto de partida de un debate sobre nuestros propios grados de inclusión y de equidad. ¿Estamos haciendo todo lo necesario para que la comunidad gay y lesbiana esté segura? Creo que no.
Mientras el gobernador de Florida, Rick Scott, manifestaba su horror públicamente, en las redes sociales lo criticaban por su escaso apoyo a los reclamos importantes de la comunidad. La crítica es justificada.
Pero no es momento para disquisiciones sobre identidad de género que podrían confundir el significado de esta carnicería. Es cierto: esa carnicería expuso lo especialmente vulnerables que son los ciudadanos gays frente a los extremistas violentos, y la necesidad de que reciban niveles especiales de seguridad. Como si fuera poco, se produjo una estremecedora réplica en la costa opuesta, en el área de Los Angeles, donde un hombre fue arrestado con un arsenal de armas camino a las festividades de la Marcha del Orgullo Gay.
Pero la amenaza no es sólo contra los gays, como quedó claro en los hechos del pasado y que ya nadie puede negar. Todos los norteamericanos estamos bajo ataque, y no por nuestra pareja de tragos, de baile o de sábanas, sino por nuestra inconmovible convicción de nunca ser serviles a una única ideología ni una única religión. Eso ofende y enfurece a los fanáticos del mundo.
A veces nuestros políticos no encuentran su voz. Otras, dicen justo lo que hay que decir. Barack Obama, al hablar sobre las víctimas, ayer por la tarde, dijo: "El lugar donde fueron atacados es más que una discoteca. Es un lugar de solidaridad y empoderamiento, donde la gente se reúne para generar conciencia, para decir lo que piensa y para luchar por los derechos civiles. Así que este ataque es como un baldazo de agua fría que nos recuerda que cualquier ataque a un norteamericano, sin importar su raza, su etnia, su religión o su orientación sexual, es un ataque contra todos nosotros y contra esos valores fundamentales de igualdad y dignidad que nos definen como país".
Y esto expresó el alcalde de Los Angeles, Eric Garcetti: "Hoy sabemos que nos atacan por ser norteamericanos, porque ésta es una sociedad donde amamos con apertura y amplitud, porque hay judíos, y cristianos, y musulmanes, y ateos, y budistas marchando juntos. Porque somos blancos, negros, latinos, asiáticos, nativos. El espectro completo con cada uno de sus matices y sus culturas están aquí".
Una descripción perfecta del país que amo.Y una descripción perfecta del país que el tirador de Orlando no podía soportar.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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