Cómo aplicar el Acuerdo de París, el dilema en Madrid
Debió ser en América Latina, pero se pasó a Madrid. No se trata de la final de la Copa Libertadores, sino de la cumbre de cambio climático de la ONU que debía organizarse en Chile, país que declinó la sede -por la convulsión social que vive- aunque mantiene la presidencia del evento. A partir de hoy, y hasta el 13 de este mes, enviados de 196 países discutirán cómo, con qué estructura fina, se implementará el Acuerdo de París, firmado en 2015 y cuyo plazo de cumplimiento comienza en 2020.
El pacto estipula que cada país debe reducir sus gases de efecto invernadero según sus propias posibilidades y las ayudas externas que pudiera recibir. El problema es que no lo están logrando: aun cuando se cumpla lo que se firmó en la capital francesa, la temperatura global va camino a aumentar el doble o más de lo que se pactó (1,5°C). Hoy, las cuentas dan 3,2°C en 2100 respecto de la época preindustrial; ya llevamos alrededor de 1°C.
"La emergencia climática se cierne sobre nosotros, y en muchos lugares se sufren inundaciones, incendios fuera de control, supertormentas, olas de calor y otros eventos extremos, y aunque ciertos países y empresas están respondiendo como lo requiere la urgencia, los países que son grandes emisores están desaparecidos en acción", dijo Alden Meyer, de la Unión de Científicos Comprometidos, en una reciente conferencia de prensa online organizada por la organización CAN Internacional.
Y agregó: "Hace años que venimos avisando que nos estamos quedando sin tiempo; estamos caminando como sonámbulos hacia la catástrofe. Esta COP25 debe responder a las exigencias de la ciencia y la gente".
En sí, las negociaciones tienen detalles aburridos y harto técnicos, bien propios de diplomacia internacional. Pese a todo, se dejan resumir en un par de datos. Por ejemplo, respecto de lo que es conocido como artículo 6 del Acuerdo, que establecerá la manera en que se generan bonos de carbono y otros mecanismos para que haya menos emisiones.
Otros puntos a seguir serán la búsqueda de la llamada "neutralidad en carbono" (que la cuenta entre emitido y retirado de la atmósfera sea cero) hacia 2050, así como un mecanismo de recompensa de "daños y pérdidas" para los más afectados. ¿100.000 millones de dólares es mucho dinero o poco? Es lo que deberían aportar cada año los países centrales para el desarrollo verde del resto del mundo.
Quién y cómo lo hace todavía está por verse, pese a que ya está en funciones. Como sucede desde el fallido Protocolo de Kyoto, se repetirá en Madrid la disputa entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo por las asimetrías históricas: ¿importa quién contamina hoy o quién contaminó más en los últimos dos siglos y medio?
Tal como es tradición dentro de este tipo de cumbres, a la que asistirán unas 20.000 personas, entre negociadores de los países, científicos, organizaciones de la sociedad civil y periodistas, también serán abundantes los actos conocidos como "eventos paralelos" en los que se mostrarán estudios e iniciativas varias para intentar minimizar las consecuencias de la emergencia climática. Lugar hay: el predio de Ifema donde se hará dispone de más de 100.000 metros cuadrados.
La ansiedad climática también se expresará afuera. Habrá una marcha el próximo viernes por las calles de Madrid (planeada para que salga desde la estación de Atocha a las 18 de España). Se supone que la líder de los jóvenes por el clima, la sueca Greta Thunberg, estará en la primera fila. Con las consecuencias de la emergencia climática que se sienten cada vez más en todas las latitudes, las exigencias de las sociedades se radicalizan en las calles y en distintas organizaciones que buscan que quienes toman las decisiones actúen de manera acorde a las alarmas que desde hace décadas los científicos hacen sonar. Algunas, como Extinction Rebellion, tienen planeadas acciones desde hoy mismo.
La posición argentina
Al igual que en la COP21 de París en 2015, la cumbre de cambio climático se da en medio del traspaso de poder en la Argentina. Hace cuatro años, una comisión del gobierno entrante a cargo del diputado Juan Carlos Villalonga intervino la delegación argentina con el fin de dar un giro de 180° en lo que era hasta entonces la posición del país (el vicepresidente Amado Boudou había dado el discurso nacional en la sesión de apertura; hoy lo hará el presidente Mauricio Macri).
Si bien no está claro si sucederá lo mismo en esta ocasión, ya que quedarán apenas tres días de discusiones después de la asunción de Alberto Fernández, sí habrá una delegación de diputados del nuevo oficialismo (llegaron ayer y estarán en la marcha del seis), encabezada por la diputada Gabriela Cerruti, quien reconoció que hubo avances en el área ambiental durante los últimos cuatro años, pero el gobierno entrante "tendrá una mirada distinta; el ambiente tiene que ser nuestro modelo de desarrollo".
Lo cierto es que en el marco del Acuerdo de París la Argentina tiene la obligación de reducir sus gases contaminantes (provenientes sobre todo de la agricultura y la deforestación).
El próximo gobierno deberá encarar una mejora en la propuesta para la cumbre COP27 de 2021. Pese a las dificultades y al segundo (o tercer) nivel de importancia que tiene el medio ambiente en la Argentina, al menos se contará con la flamante ley de presupuestos mínimos del cambio climático -que compromete a las provincias a más acción-, sancionada por el esfuerzo de legisladores de varios partidos al calor del empuje de los jóvenes movilizados.
Cómo congeniar las restricciones económicas con la obligación de modificar y modernizar la manera de producir alimentos y generar energía -ambas necesitan ser "más verdes"- será uno de los grandes desafíos de la próxima década.
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