Colombia entra en una nueva era con un gran interrogante: ¿gobernará un Petro radical o uno moderado?
El candidato de izquierda logró romper la desconfianza que los votantes habían tenido hacia él en elecciones pasadas
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BUCARAMANGA.- “Colombia cambia con Petro y Francia”. El ya presidente electo Gustavo Petro ha alcanzado el cielo tantas veces soñado por la izquierda radical tras varias décadas de lucha política. Para ello hizo añicos su techo electoral de 8,5 millones de votos, y puso fin al miedo que despertaba y la beligerancia antipetrista de buena parte del país.
El voto de confianza en alguien casi siempre bajo sospecha abre una nueva era en Colombia, con un gran interrogante sobre el nuevo inquilino de la Casa de Nariño sobrevolando el país: ¿Se tratará del radical histórico, siempre metido en violentas batallas políticas, o del político que ha necesitado suavizar su programa político y pactar con decenas de operadores para llegar al poder?
Petro superó así los 11 millones de sufragios, con los que se proclamó presidente electo, votación histórica por encima de los 10,3 millones que Iván Duque obtuvo en 2018. Una tormenta de votos que le ha dado la vuelta a Colombia, tradicionalmente conservadora. Fundamental para su éxito fue sumar a sus votos del Centro Esperanza, además de captar a abstencionistas de la primera vuelta.
Los colombianos decidieron que sea este fogoso exguerrillero del M-19, látigo de los paramilitares en el Congreso Nacional y alcalde con una gestión ineficaz en Bogotá, quien lidere el cambio tan deseado por la inmensa mayoría del país “mamado” (hastiado) con las corrupción y con los politiqueros. Al igual que en el resto de América Latina, ganó el cambio y el voto de castigo contra los gobernantes, como ha sucedido previamente en Uruguay, Ecuador, República Dominicana, Perú, Bolivia, Chile, Honduras y Costa Rica. Los gobernantes vinculados al Grupo de Puebla festejaron de inmediato la nueva victoria de la Patria Grande.
Para llegar a la meta final, el equipo de Petro encajó una pieza tras otra de su puzzle político. Más de un año al frente de las encuestas, sumada la victoria del Pacto Histórico en las legislativas y la primera vuelta electoral no eran suficientes, Petro necesitaba más votos, que llegaron con la catarata de pactos con buena parte del establishment para alcanzar “la victoria para Dios y para el pueblo”, tal y como escribió en sus redes sociales.
Al equipo de senadores tan polémicos como Roy Barreras y Armando Benedetti, al desprestigiado expresidente Ernesto Samper, a la chavista Piedad Córdoba, estrecha aliada de Nicolás Maduro, a asesores electorales condenados por corrupción o antiguos militantes de grupos terroristas, Petro sumó a centristas y progresistas, incluso a jefes de la política más tradicional, como el exalcalde de Cúcuta Ramiro Suárez, quien lleva varios años en la cárcel.
Al apoyo de Bogotá y del Caribe, tradicionales feudos petristas, se ha sumado cierta deserción de las filas uribistas, que tras las primeras declaraciones de Hernández en contra de sus jefes políticos se trasladaron a las filas de la abstención, algo que se notó en el menor porcentaje de votación en Antioquia y su capital, Medellín. Por este lado comenzaron a fallarle las cuentas al ingeniero Hernández, quien partía con un cálculo de 11 millones de apoyos, la suma de los seis que consiguió en primera vuelta más los cinco del candidato uribista, Fico Gutiérrez. Pero medio millón de votos se quedaron en el camino, fundamentales cuando la diferencia entre ambos candidatos sólo fue de 700.000 mil apoyos.
El resto quedó para la campaña más sucia de la historia, que situó a la hija desaparecida del ingeniero en un manicomio, que le llevó el sábado a urgencias por una enfermedad mental, que le convirtió en un machista peligroso adulterando sus intervenciones o que incluso movió una investigación en Miami por la fortuna que tiene allí ahorrada.
De la alianza tan heterogénea que llega al gobierno, donde la vicepresidenta Francia Márquez ejercerá de ministra de la Igualdad, nacen las dudas de hasta qué punto estará maniatado Petro en su tan buscada presidencia o si será capaz de insistir en sus posturas radicales. De su agenda ortodoxa del 2018 se eliminaron las amenazas de convocar una Asamblea Constituyente para seguir la senda bolivariana o cualquier amenaza a las empresas privadas.
Finalmente el deseo de cambio y las dos décadas de gobierno del uribismo fueron más poderosos que los vínculos de Petro con la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Se da por hecho no sólo el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y económicas con el país vecino, también un acercamiento paulatino. El expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero es el llamado a cumplir ese cometido, además de alcanzar acuerdos con las guerrillas aliadas de Maduro.
Pese a que el Pacto Histórico y aliados sólo acaparan 115 de los 290 congresos, la tradición política colombiana se encargará de facilitar la gobernabilidad al nuevo presidente desde que asume su cargo en agosto.
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