Colombia avanza hacia la paz tras un pacto decisivo entre Santos y las FARC
La guerrilla podrá participar en política; más oxígeno para el presidente
¿Se encamina Colombia hacia una paz definitiva tras medio siglo de guerra? ¿Dejará de ser un país en ruinas, un largo sueño de bazuco (crack), como una vez sentenciara el escritor Fernando Vallejo? Todavía es pronto para saberlo, pero el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC dieron un paso de gigante para conseguirlo: el pacto sobre la participación política de la guerrilla si abandona las armas y se firma un acuerdo que ponga fin a un conflicto que ha dejado en el camino 250.000 muertos y más de cinco millones de desplazados.
El acuerdo suscripto anteayer en La Habana entre las delegaciones del gobierno y la guerrilla en el marco de los diálogos de paz iniciados hace un año llega en un momento crucial, cuando las negociaciones parecían trabadas en el segundo de los seis puntos de la agenda, el más espinoso de todos, el verdadero corazón del proceso: la inclusión de la guerrilla en la vida política de Colombia.
Bajo ese pacto provisional, las FARC ven atendidas algunas de sus principales reivindicaciones a cambio de renunciar a las armas. No sólo tendrán garantías para convertirse en un partido político una vez que entreguen sus arsenales. Además, se crearán las denominadas "circunscripciones transitorias especiales de paz" en las zonas más afectadas por el conflicto armado. Esas circunscripciones -donde la guerrilla tiene una mayor influencia- podrán contar con miembros directos en la Cámara de Representantes.
Otra de las novedades del acuerdo es la aprobación del Estatuto de la Oposición, que duerme el sueño de los justos desde hace años y ahora verá la luz al calor del proceso de paz. Ese estatuto deberá otorgar garantías legales y de seguridad a todos los partidos políticos y movimientos sociales opositores.
Tanto el gobierno como la guerrilla buscan de esa forma que no se repita el aniquilamiento de activistas de izquierda, como ocurrió en la década del 80, cuando cientos de militantes de la Unión Patriótica -el partido apadrinado por las FARC- fueron asesinados por comandos paramilitares.
Debido a las dificultades jurídicas que entraña, queda todavía por discutir uno de los puntos capitales del proceso: la posibilidad de que los jefes de las FARC puedan ocupar cargos públicos.
Con el acuerdo suscripto en La Habana, que se suma al alcanzado en mayo pasado sobre el tema agrario, Santos sale fortalecido ante sus principales rivales políticos de cara a las elecciones de 2014. Es previsible que la popularidad del presidente, que llegó a estar bajo mínimos hace un mes, vaya repuntando a medida que lleguen más noticias de reconciliación desde Cuba.
"Nunca antes se había llegado tan lejos en el camino para terminar nuestro conflicto", declaró un eufórico Santos al anunciar por televisión el compromiso alcanzado con la guerrilla. Una reflexión compartida tanto por su hombre en La Habana (el ex vicepresidente Humberto de la Calle, jefe negociador del gobierno) como por el líder de la delegación de las FARC, Luciano Marín Arango, alias "Iván Márquez".
Santos necesitaba un anuncio de ese calibre antes de que se cumpliera un año (el próximo día 19) del inicio de los diálogos de paz. Las urgencias del presidente tienen que ver sobre todo con la proximidad de la fecha límite (el día 25) para decidir si busca la reelección en los comicios de mayo del año que viene. El acuerdo le da, entonces, un poco de oxígeno a sus aspiraciones de pasar cuatro años más en la Casa de Nariño.
En el caso más que probable de que Santos presente su candidatura por el Partido Nacional tendrá que competir, entre otros, con el ex ministro Óscar Iván Zuluaga -candidato del partido creado por el ex presidente Álvaro Uribe-, que ya dejó sentada su posición sobre el proceso de paz: "Yo he dicho que eso hay que terminarlo ya", clamó hace dos semanas.
Uribe, que de mentor de Santos pasó a convertirse en su bestia negra, no le perdona a su sucesor que se haya sentado a negociar con las FARC cuando durante ocho años su estrategia fue la contraria: la guerra sin cuartel.
Ahora, el decisivo avance en el proceso de paz deja muy mal parados a Uribe y a su nuevo delfín político. Según la última encuesta de Gallup, el 59% de los colombianos respalda las negociaciones. Santos quiere que los acuerdos queden avalados en un referéndum, una iniciativa que ya cuenta con el visto bueno del Congreso. Las FARC prefieren que haya una Asamblea Constituyente, pero tampoco pondrán muchos palos en la rueda. Los jefes guerrilleros, con Rodrigo Londoño, alias "Timochenko", a la cabeza, son conscientes de que con poco más de 7000 combatientes en sus filas (frente a los más de 20.000 que llegaron a tener), éste puede ser su último tren para lograr algún rédito político.
Queda todavía un largo trecho para que se alcance la paz en Colombia. Los equipos negociadores deben avanzar en cuestiones de gran calado -como la solución al problema de las drogas ilícitas o la reparación a las víctimas-, pero el acuerdo anunciado en La Habana es un primer paso para poner fin a ese largo sueño de bazuco.
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