“Ciudades de muertos”: el país donde los cementerios parecen pueblos abandonados
En Kirguistán conviven el nomadismo, el islam y las tradiciones funerarias rusas en los enterramientos; la necrópolis más interesante del mundo está emplazada en ese país
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Existe un país en el mundo cuyas tumbas parecieran ser castillos de arena. Se trata de Kirguistán, una nación ubicada en Asia central, donde los cementerios emulan ciudades abandonadas entre las montañas.
Pero no solo sus características arquitectónicas llaman la atención, sino que además, se trata de necrópolis que reúnen una diversidad de culturas, tradiciones y religiones, como el nomadismo, las costumbres rusas y el Islam. Todo forma parte de la influencia que el pueblo kirgui emplea para despedir a sus muertos.
A pesar de ser todos enterramientos únicos, National Geographic eligió al de Sary-Kamysh, al norte de Kirguistán, como el cementerio más impresionante del mundo. Parte de su atractivo se debe a que está ubicado en una región montañosa totalmente desolada y que, al igual que el resto de las necrópolis de la región, expone la diversidad de identidades culturales de la república.
Allí se advierten las influencias soviéticas en el uso de mosaicos y los rostros grabados en las lápidas; en el tipo de arquitectura musulmana con lunas crecientes; y en los trabajos en hierro y barro con reproducciones de animales que muestran los resabios de la cultura nómade.
La historia de Kirguistán se remonta a más de 2000 años y abarca una gran variedad de culturas e imperios. Su aislamiento geográfico, dado por su terreno cubierto en un 93% por montañas, ayudó a preservar su cultura antigua y, aunque siempre estuvo habitada por diferentes tribus y clanes independientes, alcanzó la soberanía como estado-nación solo después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. En la actualidad, Kirguistán es considerado un país con inestabilidad política a pesar de ser una excepción democrática en la región.
De enterramientos dispersos a cementerios consolidados
Hasta entrado el siglo XX, los kirguisos llevaban una vida seminómade y tenían pocas edificaciones. Según detalla el portal de noticias Eurasianet, su forma de honrar a los muertos era con mausoleos de barro dispersos en el terreno. Algunas de estas tumbas se convirtieron en santuarios de peregrinación para las familias itinerantes de los difuntos.
Antes de que el Islam se expandiera en ese territorio -entre los siglos XVIII y XIX-, los kirguisos veneraban a los animales y a la naturaleza, por lo que, incluso en la actualidad, lo ciudadanos marcan las tumbas de sus seres queridos con cuernos, plumas o reproducciones de animales en arcilla.
En esa época, los kirguisos enterraban a sus familiares bajo piedras especiales cerca de lugares característicos, como un río, un árbol o una cueva, encontrarla cada año, pero no realizaban edificios. “Éramos nómadas y un estilo de vida nómada no permitía que nadie construyera grandes monumentos; no tenía sentido. Si te movías todo el tiempo, no necesitabas un monumento especial “, explica Gulnara Aitpaeva, directora del Centro de Investigación Cultural Aigine en Bishkek, sobre los rituales de entierro presoviéticos.
Luego, como el territorio fue incorporado en 1876 al imperio ruso, nuevas detalles culturales volvieron a introducirse, como los retratos esmaltados de los difuntos.
Al final de la Primera Guerra Mundial, el territorio cayó en manos soviéticas y fue bajo su dominación cuando florecieron los grandes mausoleos y el nomadismo bajó.
La llegada soviética
Con el advenimiento de los soviéticos, los sedentarios kirguisos comenzaron a construir necrópolis fuera de sus aldeas. Durante este periodo, el territorio vivió una relativa prosperidad, lo que generó que los mausoleos fueran cada vez más elaborados. Estas estructuras eran la forma que tenían los habitantes de demostrar posición en una sociedad que teóricamente era “igualitaria”, aclara Aitpaeva.
Las estructuras de ladrillo y metal, que muchas veces iban acompañadas de bustos de cemento, se transformaron en la forma en la que las familias mostraron sus respetos a sus muertos.
Al diseñar estos monumentos, muchos de los pobladores decidieron recordar los días de sus yurtas nómadas, las casas cónicas plegables hechas de marcos de madera y marquesinas de fieltro, y construían versiones de varillas de metal para sus fallecidos.
Las nuevas tradiciones se sumaron a su propia cultura, y es posible advertir en las necrópolis una luna creciente adornada con una estrella de cinco puntas. La media luna es islámica y un símbolo de épocas anteriores, de la luz de la noche, aclara Aitpaeva. En cambio, la estrella de cinco puntas es claramente soviética.
Cada cementerio tiene su particularidad
El multiculturalismo de Kirguistán está presente en cada cementerio, aunque cada uno de ellos es diferente al resto, dependiendo del lugar donde está emplazado. Según detalla la fotógrafa Margaret Morton, autora del libro Ciudades de los muertos: los cementerios ancestrales de Kirguistán, en la frontera entre Uzbekistán y Tayikistán, las necrópolis son distintas, dado que en las regiones fronterizas remotas se encuentran más imágenes de cuernos y colas de yak.
La experta aclaró a Smithsonian que los cuernos de venado están más que nada en la orilla norte del lago Issyk Kul, en un área que originalmente había sido poblada por una tribu conocida como “la gente de los ciervos”.
En palabras de la fotógrafa, estos cementerios son “únicos” y poseen una arquitectura muy desarrollada.
Abandono estatal y familiar
A pesar de su singularidad y de lo cautivante que resultan las necrópolis, las autoridades del país no trabajan en su conservación. Esto se hace evidente por cómo son las estructuras. “Muchos [monumentos] están hechos solo de arcilla seca con un estuco delgado, una fina capa de arcilla sobre ellos, y algunos se ven muy suaves y redondeados. Esas formas no las tenían cuando se construyeron, porque seguramente eran más puntiagudas”, observa Morton en referencia al deterioro por el paso del tiempo.
La situación de abandono también se debe a la tradición de los habitantes del país, quienes no frecuentan la tumba de los muertos, por lo que las malezas tienden a cubrir toda las estructuras. Eso les da el aspecto de “ciudades abandonadas”.
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