Circular por los barrios árabes, una odisea
Los controles policiales en Jerusalén complican la vida cotidiana
JERUSALÉN.- Munir dejó anteayer al mediodía su trabajo en el polígono industrial de Issawiya y se puso a dirigir el tránsito como voluntario. "Parece que quieren que nos marchemos de nuestra propia ciudad, pero no nos iremos porque hemos nacido aquí", se quejaba este contador de 23 años en medio de la pelea entre un taxista y un repartidor en pleno atasco.
Un retén de la policía de fronteras de Israel integrado por ocho agentes fuertemente armados controlaba el cruce con el camino de Jericó, el único acceso que sigue abierto a este barrio de 20.000 habitantes que se extiende por la ladera opuesta al Monte de los Olivos. Bloques de hormigón cierran desde el martes pasado las demás salidas.
Los atascos en Issawiya se extendieron a otros barrios árabes de Jerusalén bloqueados por las fuerzas de seguridad, como el campo de refugiados de Shuafat, Shur Baher, Silwan o Ras-el-Amud, de donde partió el miércoles el joven palestino que acuchilló a una mujer de 70 años en la estación central de ómnibus, antes de ser tiroteado por la policía.
Desde que empezó el conflicto, hace dos semanas, se multiplicaron los enfrentamientos entre el ejército israelí y los palestinos en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.
"Nosotros no tenemos la culpa de los ataques", se indignaba el taxista Amir al volante de su vehículo con licencia del Ayuntamiento de Jerusalén. "Nos cuesta casi dos horas recorrer menos de un kilómetro desde el centro de Issawiya hasta el puesto de control", se queja. "Como esto dure mucho, voy a tener que vender el taxi."
Varios conductores hacen sonar las bocinas con una resignada cadencia mientras otros echan pie a tierra para matar el tiempo. Entre las acequias de las cunetas tres chicos juntan chatarra. "¡No al bloqueo!", grita en inglés una palestina con el pañuelo islámico ante una cámara de televisión, mientras enfila hacia el interior del barrio cercado.
Controles
El despliegue policial era masivo anteayer en Jerusalén, con casi un policía en cada esquina, en cada parada de ómnibus y de tranvía.
Además de los retenes permanentes, los agentes de la policía montaban puestos de control móviles. Los bloques cuadrados de hormigón completan el cerco por lo menos a cinco barrios árabes, a la espera de la incorporación de 300 soldados en Jerusalén Este para reforzar a la policía y de otros 300 militares para vigilar provisionalmente el transporte público.
La vida cotidiana en los distritos árabes de la Ciudad Santa, ya habitualmente difícil por la ausencia de servicios públicos y el marcado retraso de su economía, se verá previsiblemente complicada por los bloqueos policiales.
"Vine a traer una heladera, pero no creo que vuelva en mucho tiempo", explicó Mohammed, de 24 años, distribuidor de la cadena de comercios palestina Sbitany, en pleno atasco en Issawiya. "Esto es un castigo colectivo para todos nosotros por los actos de unos pocos", argumentó. Los agentes israelíes no parecían tan interesados en inspeccionar los vehículos o revisar la documentación de sus ocupantes como en gestionar con parsimonia el tráfico de salida del barrio.
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