Cinco tijeras de oro, un Cadillac y un piquete: la historia del Verrazzano-Narrows, el puente colgante más largo de EE.UU.
En noviembre de 1964, Nueva York lucía por primera vez la enorme estructura cuyo objetivo era unir Staten Island y Brooklyn; los efectos de su construcción, el lugar en el ranking que le fue arrebatado y el error que tuvo que ser corregido
- 6 minutos de lectura'
Históricamente las puertas de entrada a las ciudades e incluso a los países fueron los puertos. Por eso, las grandes urbes, en general, se esforzaron por darles la bienvenida a sus visitantes de la mejor manera. Nueva York, por ejemplo, tuvo desde 1886 a la Estatua de la Libertad, un importante símbolo para los Estados Unidos que, por su ubicación, era lo primero que veían los inmigrantes europeos al llegar a través del Río Hudson. Pero 78 años después al emblemático monumento se le sumó en la bahía un gigante que anticiparía el ingreso a zona neoyorquina.
Este otro ícono se empezó a idear en la década de 1950, cuando Nueva York pensó en una estructura para conectar Staten Island con Brooklyn, dos de sus distritos más importantes. Lo que estaba en mente entonces era la construcción del puente colgante más largo del mundo, que atravesaría el canal de Narrows, el que separa a estas dos áreas de la ciudad, y tendría su nombre inspirado en el explorador Giovanni da Verrazzano, quien fue en 1524 el primer europeo en navegar el Hudson.
Así comenzó a nacer el Verrazzano-Narrows, un proyecto que estuvo a cargo del ingeniero Othmar Ammann y el urbanista Robert Moses y que llevó cinco años de obra y un presupuesto de 325 millones de dólares (que a día de hoy serían alrededor de 2,7 mil millones).
Durante esa media década en la que se levantaba el esqueleto de acero sobre la bahía, el periodista y escritor estadounidense Gay Talese asistía a diario a la zona de construcción para relatar después en forma de crónicas las historias de los obreros a cargo, a quienes en su libro “El puente” llamó los boomers.
“Con frecuencia me colocaba un casco de seguridad y seguía los pasos de los trabajadores por las pasarelas, observando durante horas cómo subían y bajaban por los cables de acero a modo de arañas, o cómo apretaban tornillos con sus llaves inglesas, sentados a horcajadas sobre las vigas. En ocasiones empujaban con sus manos enguantadas un torno que se había encallado, o golpeaban con el hombro un armazón de varias toneladas que colgaba de una grúa, o movían los tobillos, enfundados en sus botas, según acercaban el cuerpo a la tarea que los ocupaba, en busca de un lugar seguro donde apoyar los pies en medio de los vientos cambiantes y muchos metros por encima del mar…”, describió en un prefacio 50 años después de la primera publicación de su obra, que coincidió con la inauguración del puente en 1964.
Según cuenta el propio periodista, en el levantamiento del armazón de 1298 metros de largo, con cables de hasta 211 metros de alto y un peso de 10.000 toneladas cada uno, de los cerca de 10.000 constructores que participaron, murieron tres.
A este dato amargo que estará por siempre ligado al Verrazzano se le sumó que durante su construcción hubo cierta polémica con algunos vecinos de Brooklyn y tuvieron que ser trasladadas a otras áreas porque sus barrios originales serían ocupados con parte del puente. Sin embargo, cinco años después terminaron celebrando la existencia del gigante de acero.
La inauguración
Algunas de las críticas que rodearon la imponente obra se vieron reflejadas el propio día de la inauguración, el 21 de noviembre de 1964. Una crónica del día siguiente publicada en el New York Times hablaba de los jóvenes que protestaban por la falta de sendas peatonales en el puente, con una de sus pancartas que decía: “¿Están obsoletos los pies?”. En ese entonces, una de las justificaciones sobre la ausencia de un área caminable era que podría resultar algo atractivo para los suicidas.
Entre los piquetes estaban también los propios constructores del puente, con el líder sindical de herreros a la cabeza, que reclamaban su invitación a la ceremonia inaugural, una queja que Gay Talese también reprodujo en sus escritos. En lugar de asistir al estreno de la obra, los hombres fueron a una misa en memoria de los tres fallecidos en su proceso de armado.
El Verrazzano Narrows podía ostentar el primer puesto entre los puentes colgantes más largos del mundo, quitándole así la corona al Golden Gate, de San Francisco. Pero en 1981 fue desplazado por el Humber, de Reino Unido. Al día de hoy, sigue siendo el más extenso de los Estados Unidos, pero a nivel global fue superado al menos por otros diez más.
“Seguramente debemos verlo no solo como el más grande, sino como el más hermoso de todos, el más principesco y el más majestuoso”, decía en la ceremonia el entonces alcalde de la ciudad de Nueva York, Robert Wagner.
Con limusinas y una cinta cortada por cinco tijeras de oro, el puente fue abierto finalmente al público a las tres de la tarde del 21 de noviembre, en una tarde soleada y sin nubes, perfecta para lucir todos los rincones de la estructura.
La primera persona en cruzarlo fue un joven que manejaba un Cadillac descapotable, vestido de esmoquin y que había estacionado toda la semana atrás del peaje de Staten Island, que tenía un costo de 50 centavos de dólar, para tener el honor de ser el número uno en la fila. (Hoy en día, el precio del pase puede valer hasta casi 10 dólares).
Si bien estaba claro que el nombre del puente estaba inspirado en el explorador europeo, hubo un error de ortografía que se arrastró hasta 2018. Desde su nacimiento hasta hace tres años, se escribió Verrazano, con una sola “z”, cuando el apellido original era con dos. Por eso, el exgobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, envió un proyecto de ley al Senado para que finalmente se llamara Verrazzano, como debía ser y como es denominado en la actualidad.
A día de hoy, está claro que la obra que cumple 57 años mejoró el tráfico y la circulación entre Brooklyn y Staten Island. Además, se convirtió en el punto de partida de un evento tan importante como la maratón de Nueva York.
El Verrazzano-Narrows es un gigante al que con esa altura y majestuosidad es difícil no ver desde varios puntos de la ciudad. Es que más que un puente, tal como lo describió Talese, el periodista que lo conoció de cerca desde el primer día, es “una obra de arte”.
Otras noticias de Nueva York
Ciudad afortunada. La suerte está en Nueva York: cuatro personas se llevan más de 3,4 millones y aquí compraron sus boletos
Clave. Cuántos días se puede usar la licencia de conducir extranjera en Nueva York sin recibir multas
"La vendió en US$6 millones". Le vendió su casa a Jeff Bezos y terminó haciendo una demanda
Más leídas de El Mundo
56 muertos. El enojo por un penal durante un partido de fútbol terminó en una letal avalancha en África
Nuevo desafío a Macron. Francia al borde de una crisis política: moción de censura para destituir el gobierno de Barnier
Las señales antes del infierno. El revelador hallazgo de un estudio sísmico que detectó movimientos previos al ataque de Hamas
¿Expansión del Kremlin? Las masivas protestas en un país del Cáucaso llevan a Rusia a lanzar una alarmante comparación con Ucrania