Como nunca antes, somos conscientes de la necesidad imperiosa de proteger nuestro hábitat. Pero como nunca antes, lo estamos dañando. ¿Qué debemos hacer ya para cambiar el destino de la Tierra? "Los dinosaurios también pensaban que les quedaba tiempo", aseguran
Los chicos aguardan con banderas. No hay plan(eta) B, dicen. Cambien el sistema, no el clima, dicen. Nuestra casa está en llamas. Los dinosaurios también pensaban que les quedaba tiempo. Si el planeta fuera un banco ya lo hubieran rescatado, dicen. Y muchas cosas más. Las consignas son al movimiento ambiental algo así como un manifiesto atomizado que se multiplica cada viernes por el futuro, como se llama el movimiento que congrega jóvenes activistas alrededor del mundo todos los viernes.
¿Pero qué atender primero? La pregunta surge del otro lado de la protesta, en los lugares formales donde deben tomarse las decisiones. Si bien debiera ser una ecuación sencilla (sin planeta no hay vida ni industria posible), lo cierto es que no todos los sectores comparten la urgencia. Pero ese es solo un aspecto del problema. El otro es la pregunta que abre este párrafo: ¿por dónde empezar?
Es un interrogante con trampa porque en ningún caso un tema está aislado del otro. Si sube la temperatura del planeta se ven afectados los océanos, pero si afectamos demasiado los océanos sube la temperatura del planeta. Lo mismo con los bosques. O con la contaminación y los plásticos: ¿debemos reducir su producción para que se desechen menos o debemos usar menos plásticos para que se produzcan menos? Para eso existen los acuerdos y los objetivos, para escaparle a las trampas del loop y empezar a conseguir resultados.
El primer objetivo con miras a 2030 es que la temperatura del planeta no llegue a 1,5°C. Hoy está aproximadamente en 1,2°C y todo indica que se va a superar la marca establecida en el Acuerdo de París si no se toman medidas drásticas. Algunos dicen que podría llegar a 2 grados o incluso a 6 para 2050. He aquí nuestro primer problema urgente: evitar una suba irreparable.
Un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirmó en 2018 que las emisiones globales de CO2 deberían reducirse a la mitad para 2030 si queremos que la temperatura no suba a más de 1,5°C. En esa línea, para 2050 las emisiones deberían llevarse a cero. Esto significa que la gran mayoría de las industrias cambien absolutamente su manera de producir (por dar unos ejemplo: el consumo de carbón debería reducirse dos tercios para 2030 y las energías renovables deberían suministrar entre el 70 y el 85% de la electricidad para 2050).
Pero al margen de la temperatura, ¿cuáles son los problemas más urgentes que debemos atender y que en parte podrían prevenir ese aumento? De algún modo, la recién terminada COP25 (Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático) marcó esta agenda. Para esta nota, hablamos con especialistas y activistas ambientales que estuvieron en la Cumbre Climática de Madrid y que dan su mirada y su lista de preocupaciones. Con sus diferencias, todos coinciden en la siguiente enumeración de problemas a atender: 1) Cambio climático, 2) Plasticos: contaminación y sociedad de consumo, 3) Biodiversidad en peligro, 4) Océanos, y 5) Desigualdad y pobreza. En cada uno de esos puntos se abren diferentes problemas, todos urgentes.
1. Controlar el cambio climático
Andrés Nápoli es el Director de FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales). Para él, el primer tema urgente a tratar es el cambio climático, y considera que va a abarcar todo lo demás. "Es el tema global que enfrenta toda la humanidad y por eso debe ser acometido de manera global. Cuando empezó a hablarse era un problema, hoy ya se ha convertido en una crisis, tal como lo ha definido la comunidad internacional. Antes existía la posibilidad de que algunos países tomaran medidas (los más desarrollados), basados en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. Hoy debe haber un compromiso mayor de parte de todos los países", dice.
Según Nápoli, es un fenómeno que profundiza la vulnerabilidad de los sectores más pobres y genera problemas como el de los migrantes climáticos, aquellas personas que tienen que abandonar su lugar de residencia porque las condiciones climáticas lo hacen inhabitable.
"El cambio climático genera necesidad de un trabajo integral a nivel mundial, pero también hacia dentro de las economías de los países. El gran desafío es reducir emisiones, lo que significa cambiar hábitos de consumo y de producción. Significa cambiar las matrices energéticas de los países. No solamente la que utilizan los países, sino también la que producen. Un país puede cambiar la matriz productiva, pero si importa hidrocarburos, va a estar en la misma situación. Es decir, hay que acelerar las transiciones, fundamentalmente la transición de energías fósiles a renovables. Y ahí hay un trabajo tecnológico para aportar, pero también una circunstancia de cuándo actuar y cómo actuar, porque según la comunidad científica tenemos un tiempo muy corto para tomar decisiones. Así que hay que descarbonizar la economía. Eso significa pasar de los combustibles fósiles completos (petróleo, carbón y gas) a una matriz renovable. Ya no alcanza con pasar del carbón al petróleo y del petróleo al gas. No. Es un proceso muy complejo, pero hay que hacerlo bastante rápido", explica.
2. Reducir el uso de plásticos
Una de las personas que más sabe sobre plásticos en la Argentina es Agustina Besada. Después de trabajar varios años en una planta de reciclaje en Nueva York, a sus 35 años se lanzó a cruzar el océano en una misión en busca de plásticos que llegan al mar. Ya lo hizo dos veces, y formó un proyecto: Unplastify (en Instagram: @unplastify), dedicado a la concientización en materia de plásticos.
Se estima que cada año entran en los océanos ocho millones de toneladas de plástico desechado. Parte de esa cifra llega de manera accidental, y parte porque allí son desechados. Se estima que para 2050 vamos a tener más plásticos que peces en el mar. Hoy mismo ya se pueden ver formaciones gigantes moviéndose por las aguas. Se las llama islas, aunque en rigor no se puede caminar sobre ellas. Una de las que se constató que están en el Pacífico tiene mayor tamaño que la Argentina: 3,4 millones de kilómetros cuadrados (el país tiene 2,78). Así, en cada océano.
"La gran mayoría del plástico que descartamos no se recicla porque es muy costoso. Sí hay materiales que son valiosos y se recuperan, pero es un porcentaje muy menor porque todavía es muy ineficiente ese proceso. Hoy se produce mucho plástico y se consume mucho plástico", explica Besada.
Todavía, la mayoría de los plásticos descartados son enterrados o incinerados. Según la técnica, es más o menos sano para el ambiente. En Europa las tasas de recuperación son más alta porque la regulación apunta a eso, y la incineración es controlada. Pero en la mayor parte del planeta los controles son mínimos. Eso sin embargo no es lo más grave. Lo peor, asegura Agustina, es la relación que tenemos con los plásticos.
"El problema del plástico no tiene que ver con las fallas en la gestión, sino con el exceso en la producción y el consumo. Que un producto que tarda 500 años en desintegrarse se utilice una sola vez durante un par de minutos es absurdo. No tiene sentido ese sistema. Y no hay manera de recuperar toda esa materia prima. La única manera sería usar el plástico en las situaciones en las que realmente es necesario. Cambiar el hábito de usar un vaso de plástico para un cumpleaños porque es cómodo", explica.
3. Cuidar la biodiversidad
El Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema (IPBES) presentó un informe sobre el estado de la biodiversidad y advirtió que la acción humana está provocando "una pérdida masiva de especies". Todo puede ser mirado de manera alarmista o con la preocupación adecuada. Según el informe,un millón de especies están al borde de la extinción. Los principales ecosistemas afectados son los bosques y los océanos.
Sobre los bosques tuvimos la advertencia en primera plana durante gran parte del año, con los incendios en el Amazonas. "La deforestación afecta porque avanza sobre terrenos que no son utilizables hoy para la producción y se ve totalmente interrelacionado. Hay que establecer consensos que sean beneficiosas para el país en términos productivos como para el planeta en términos de supervivencia", dice Andrés Nápoli. La deforestación, además, no es grave solo por la biodoversidad afectada, sino porque los bosques son ecosistemas claves para mantener en equilibrio la temperatura del planeta.
En nuestro país, se estima que en la región chaqueña hay al menos 25 especies de mamíferos amenazadas: el yaguareté, el tatú carreta, el tapir, el oso hormiguero, el aguará guazú, el ciervo de los pantanos, el lobito de río, el chancho quimilero… Las causas, lejos de ser naturales, son la deforestación y la caza indiscriminada.
La deforestación en el Amazonas, entre agosto de 2018 y julio de 2019 alcanzó los 9762 kilómetros cuadrados. Según Greenpeace, es un área equivalente a 1,4 millones de campos de fútbol o seis veces la ciudad de San Pablo. En la Argentina la cuestión no es mucho mejor: hay 10 millones de hectáreas de bosques en riesgo por el avance de la ganadería industrial, sobre todo en la zona del Gran Chaco, y el país ya perdió 7,7 millones de hectáreas de bosques entre 1990 y 2017 (superficie equivalente a la suma de Bélgica y Holanda).
En ese marco, ponerle un límite a la deforestación parece la única salida. La industria ganadera intenta ampliar la fronteta agropecuaria para producir cada vez más cabezas de ganado. Aunque no está incluido como uno de los puntos, reducir el consumo de carne para evitar el modelo de producción abusivo es otro de los grandes desafíos que tenemos por delante. Y otra vez: ¿la cuestión empieza por las regulaciones o por los hábitos de cada uno? Tal vez no haya mejor respuesta que por los dos a la vez.
4. Proteger los océanos
Estefanía González es Coordinadora de Campañas de Greenpeace y estuvo en Madrid durante la COP25. La ONG está comprometida con muchas de estas urgencias desde hace décadas y es uno de los agentes de presión a la hora de negociar los acuerdos internacionales. "Cuando nosotros pensamos en cuáles son las urgencias que tiene el planeta, la verdad es que el Top 1 lo tiene el cambio climático, porque afecta a todas las otras problemáticas ambientales, y así lo han demostrado también las diferentes investigaciones científicas que han salido de los paneles de expertos del cambio climático. Hoy en día mantener el aumento de la temperatura del planeta controlado es fundamental para todos los otros ecosistemas", dice Estefanía.
"Otro punto crítico es la protección de los océanos. Hoy en día, dos tercios de los océanos son aguas internacionales y no hay ningún tipo de protección sobre ellas. Resulta muy difícil crear santuarios marinos que cumplan el rol de reguladores climáticos. A eso se suma la sobrepesca y la caza de ballenas, que en algunas zonas sigue sucediendo. También hay proyectos de minería submarina y otras amenazas contra las que estamos trabajando desde Greenpeace para poder tener un marco regulatorio. Tenemos el desafío de lograr un tratado por los océanos que nos permita crear estos santuarios marinos", agrega.
Las aguas no son un punto menor. Los océanos son los mayores reguladores naturales de carbono del planeta. Sin ellos, nuestra atmósfera tendría un 50% más de dióxido de carbono y la temperatura del planeta sería tan alta que la Tierra se volvería inhabitable. Dicho de otro modo, es el verdadero pulmón del planeta.
Según un informe recientemente presentado por Greenpeace sobre los océanos, entre 100 y 300 millones de personas podrían verse amenazadas si la crisis de los océanos continúa a este ritmo. Además, los prácticas pesqueras abusivas arrasan con la vida marina. En 2015, el 33% de las poblaciones de peces fue sobreexplotada y un 60% alcanzó el límite (después de eso, el peligro de extinción). Por otro lado, el aumento del nivel del mar está en marcha y afecta directamente a los países costeros. Nadie sabe qué pasa en el océano (el fondo del mar, por cierto, fue menos estudiado que la luna), pero no es difícil saber que protegerlo es uno de los desafíos urgentes.
5. Achicar la desigualdad
Máximo Mazzocco, director de Ecohouse, una organización argentina de jóvenes dedicamos a la lucha por el planeta, y también representantes de la juventud nacional en la reciente COP25, expone su visión: "En una era de crisis climática y ecológica, no es fácil establecer prioridades entre los diversos problemas ambientales que, como humanidad, hemos generado. Sin embargo, si tuviera que elegir, mencionará cinco dilemas: la deforestación y desertificación; la mala gestión de los residuos sólidos urbanos; los agrotóxicos o biocidas; la contaminación de los recursos hídricos y su desperdicio; y el estado de la Cuenca Matanza-Riachuelo. Son todas tragedias socioambientales que debemos atender a la brevedad. Ahora bien, dentro del abanico de soluciones que deberían ejecutarse, la educación ambiental resulta imprescindible para sentar las bases que construyen el largo plazo. A pesar de que hubo cierto avance en esta materia –por ejemplo, la media sanción de una Ley Nacional–, la Argentina carece de un sistema que informe, concientice y eduque masivamente sobre estos problemas. Por lo tanto, desde la juventud seguiremos proponiendo –y exigiendo– políticas de Estado que transformen ‘el desarrollo’ en algo sostenible y promuevan una sociedad justa, empática e involucrada con el ambiente".
Su manera de verlo coincide con la mirada de Agustina Besada, Andrés Nápoli y Estefanía González. Todos coinciden en que la educación y la brecha social son un gran desafío para el planeta. "En la medida en que tengamos cada vez más sectores vulnerables y pobreza, vamos a tener más problemas ambientales. Es decir, la ecuación ambiental hay que trabajarla desde los derechos humanos, y la agenda climática no solo tiene que ver con la agenda ambiental, sino también y necesariamente con la agenda social, porque las consecuencias primarias la sufren los sectores en vulnerabilidad", dice Nápoli.
Entenderlo es fácil. ¿Quién se mudará primero cuando las aguas hayan tapado la ciudad? ¿Quién tendrá su casa en el bosque cuando ya casi no queden bosques? ¿Quién accederá al mar cristalino cuando sean pocos los mares cristalinos? Tienen razón las banderas: tal vez haya que empezar por cambiar el sistema, no tanto el clima.
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