Christiana Figueres. “El tiempo que teníamos para enfrentar el cambio climático se ha encogido”
Christiana Figueres tiene de cordial lo que tiene de vehemente. No pierde el tiempo… porque considera que no tenemos tiempo que perder si queremos evitar una catástrofe climática. Y si lo dice ella…
Figura clave en las negociaciones que condujeron a la firma del histórico Acuerdo de París en 2015, la diplomática costarricense tenía 2050 como meta. Pero esa meta se adelantó –y mucho– con la pandemia, dice a LA NACION. "Esta es nuestra última oportunidad porque se nos está acabando el tiempo. Esta es la década en que tenemos que enderezar la carreta, como decimos en Costa Rica, e ir por buen sendero", plantea. "La ciencia nos dice categóricamente que al final de esta década tenemos que estar a la mitad de las emisiones globales que tenemos hoy. ¡La mitad! ¡En diez años!".
–Suena casi imposible…
–No es difícil si nos decidimos a hacerlo, aunque con la pandemia, el tiempo que teníamos para enfrentar al cambio climático se ha encogido dramáticamente porque los gobiernos se están endeudando para hacer frente a la crisis sanitaria y económica. Globalmente hemos invertido 12 billones de dólares en la recuperación y esa cifra podría subir hasta los 20 billones. Este nivel de capital inyectado en la economía global determinará la estructura del mundo y, por ende, la intensidad de carbono, por décadas. O sea, ahora tenemos una convergencia entre ese flujo de capital y la necesidad de reducir las emisiones. Porque si ese capital que va a la recuperación es un capital "verde", saldremos de la parálisis de tal manera que podríamos hacer frente al cambio climático. Pero si eso no lo hacemos, estaremos secuenciando las crisis. Tendríamos que salir de la crisis sanitaria primero, para luego salir de la crisis económica, y después tendremos que afrontar la crisis del cambio climático, que es mucho mayor que la crisis económica en la que estamos ahora.
–¿Esos fondos de ayuda incluyen condicionamientos "verdes"?
–Lo está viendo la Unión Europea, por ejemplo, que está supeditando su inversión a una recuperación "verde" porque entiende que es la única manera de proteger su economía de los riesgos y a sus ciudadanos de los impactos de salud. Hasta cierto punto, también lo está haciendo Chile. Y Costa Rica. Son los países que se han "despertado" en nuestra región. Veámoslo desde la perspectiva de los empleos, en momentos en que millones de personas se han quedado sin trabajo. En América Latina, el 50% de los empleos fuera del sector agrícola es en el sector informal. Y es precisamente ese sector el más afectado por la crisis. Pero si lográramos una recuperación "verde", el BID dice que crearíamos 15 millones de empleos en América Latina. ¡Quince millones! ¡Esos no son pequeños números, especialmente en un momento como este! Por otro lado, la OIT dice que si no enfrentáramos el cambio climático, la región podría perder 2,5 millones de empleos durante la próxima década. ¡Tenemos una encrucijada tan clara como nunca antes en la historia de la humanidad! O logramos converger en las soluciones a las diferentes crisis que tenemos y salimos adelante o ignoramos los hechos, ignoramos la realidad, y vamos a estar constantemente persiguiéndonos las colas. Porque apenamos salgamos de una crisis entraremos en la próxima, y así durante décadas.
–En su libro The future we choose, usted trazó 2050 como fecha clave. ¿Esa estimación se acortó con la pandemia?
–Sí. Por lo negativo y por lo positivo. Mira qué interesante: durante la pandemia, varias compañías grandes han acelerado su "carbononeutralidad". Salió Microsoft diciendo que podría serlo para el 2030, Apple, también; Amazon, para el 2040… todas compañías grandes que son parte de nuestra vida y que tienen una exposición a los consumidores a diario. También salió British Petroleum a decir que va a cortar la extracción de petróleo y gas en un 40 por ciento porque se da cuenta de que no puede seguir extrayendo eso. ¡Cuarenta por ciento! ¡Están cortando los dividendos a sus accionistas y van a invertir ese dinero en energías renovables! O sea, una compañía que fue de gas y petróleo que se convierte en una compañía de "energía integrada". Y no es la única compañía de combustibles fósiles que va a hacer a eso.
–Pero al mismo tiempo, usted alerta sobre los "riesgos de flexibilización de las restricciones de emisión para impulsar la recuperación", lo que ejemplifica con las aerolíneas…
–Sí, todo el sector de la aeronavegación está en una situación crítica porque la pandemia redujo dramáticamente sus ventas. Sabemos que esta pandemia no terminará mañana, sino que va a seguir hasta el año entrante o el otro, así que aun cuando regresemos a una situación un poco más normalizada, no vamos a regresar a un uso de aerolíneas tan prolífero como antes. Compañías como Zoom le han invertido muchísimo a la tecnología y han hecho posibles muchas reuniones sin que tengamos que viajar, con las emisiones de gases de efecto invernadero que conlleva. Entonces, los efectos negativos para la aviación serán muchos, no solo los que vemos hoy en sus números. Las aerolíneas saben que tendrán que reinventarse. Es un sector que quedará permanentemente transformado, al igual que el sector de energía.
–¿Por qué define este período como "la gran pausa"?
–Porque durante los primeros tres meses desde que se expandió el virus por el mundo quedamos encerrados en nuestros hogares, los motores de las industrias se pararon, los aviones dejaron de volar, los autos y barcos se detuvieron. O sea, una pausa general que le sirvió mucho a la naturaleza. Los ríos se limpiaron, los jardines florecieron y los animales se multiplicaron. Ahora bien, esa gran pausa no puede seguir así porque tuvo efectos negativos muchísimo más altos de lo que nos imaginábamos en febrero. ¡Jamás imaginamos la cantidad de empleos perdidos o de personas inmersas otra vez en la pobreza! Ahora debe ser el capítulo de la "gran transformación". Porque si regresamos a abrir las puertas del comercio, de la industria, de la manufactura, de las oficinas, igual al año pasado, estaremos muertos.
–En la revista Time, publicó un texto sobre las lecciones aprendidas hasta ahora: que los desafíos no tienen fronteras, que estaremos tan seguros como lo están los más vulnerables, que los desafíos globales requieren respuestas sistémicas, que prevenir es mejor que curar y que nuestras respuestas deben basarse en la ciencia. Pero ¿realmente aprendimos estas lecciones? Le recuerdo que en una entrevista de 2019, usted planteó que el mayor reto del planeta son los gobernantes "cortoplacistas" e "individualistas". ¡Y eran los mismos gobernantes que están hoy!
–Creo que hay personas que no quieren aprender, que no les conviene aprender, porque tienen otros intereses. Pero para eso tenemos las elecciones, al menos en los países democráticos. Por eso es importante ir a votar. La campaña presidencial de Estados Unidos, por ejemplo, es el elemento político más importante desde hace décadas para el mundo entero. Los ciudadanos estadounidenses tienen una obligación, una responsabilidad profunda de votar, porque no es posible que sigamos con un liderazgo [en alusión a Donald Trump ] tan miope, tan irresponsable, tan dado a incitar el odio y la violencia. ¡No es posible! ¡El mundo no lo aguanta!
–¿Qué les diría a quienes poco y nada saben sobre el cambio climático o qué pueden o deben hacer en sus vidas cotidianas?
–Empezaría por decirles que de nada sirve velar por la educación de nuestros hijos y de nuestros nietos si les estamos robando el futuro para el cual creemos que los estamos preparando. Las fuerzas naturales, económicas y sociales de destrucción que podría traer la concentración de gases en la atmósfera son tan severas que todo esto que hemos sufrido estos últimos meses será la antesala del sufrimiento que podríamos tener en las próximas décadas. Entonces, comprendamos primero la escala de lo que afrontamos. Segundo, no pensemos que nada podemos hacer. ¡Lejos de eso! Tenemos diez años para cambiar la trayectoria de las emisiones, empezando por cada persona, cada familia, de una ciudad, de un país. Es posible. Todos tendemos a sobreestimar lo que podemos hacer cada día y a subestimar lo que podemos alcanzar en diez años. Cada uno tiene la responsabilidad de averiguar cuál es su huella de carbono. Es muy fácil y basta con buscar en Google los websites que pueden ayudarnos. Después hagamos un plan para reducir nuestra huella. Porque no se trata de culpar a nadie, sino de una competencia con nosotros mismos para bajar nuestra huella de carbono, año a año, hasta reducirla a la mitad para 2030.
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