China y Rusia están cada vez más cerca, ¿o no tanto?
La gran ironía es que si bien Washington se embarcó en una competencia de superpotencias con los autócratas de Moscú y Pekín, lo cierto es que China y Rusia no son férreos aliados.
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WASHINGTON.- Esta semana, China recibió al funcionario ruso de mayor rango que visita el país desde que el Kremlin invadió Ucrania. El primer ministro Mikhail Mishustin encabezó una gira de la élite empresaria rusa por Pekín y Shanghái, se reunión con el presidente Xi Jinping y dio impulso a las relaciones entre las dos potencias, en medio de una crispada confrontación con Estados Unidos y sus aliados.
El año pasado, el comercio bilateral sino-ruso alcanzó un récord de 190.000 millones de dólares, y está previsto que en 2023 supere esa cifra, por los intentos de Rusia de compensar el impacto de las sanciones europeas y norteamericanas. Se cree que este año los envíos de energía de Rusia a China aumentarán un 40%.
“Hoy las relaciones entre Rusia y China están en un nivel sin precedentes”, le dijo Mishustin al primer ministro chino, Li Qiang, durante su encuentro del miércoles en Pekín, y destacó el mutuo interés de ambos países en responder “al patrón de excepcionales presiones de parte del conjunto de Occidente”.
En su reunión con Mishustin –gran confidente del presidente Vladimir Putin–, Xi Jinping hizo un guiño a los proyectos geopolíticos compartidos, como una mayor integración en un “gran mercado regional”. Según el parte de la agencia de noticias china Xinhua, Mishustin respondió que su gobierno “está dispuesto a trabajar con China para impulsar la multipolaridad en el mundo y para consolidad el orden global en base a la legislación internacional”.
En la jerga, es la forma de comunicar su visión de las supuestas ambiciones de hegemonía imperialista de Estados Unidos, una línea compartida por Moscú y Pekín, que ven a los norteamericanos como matones de la Guerra Fría que no se dieron cuenta de que el mundo cambió y de que su rol ya no es el mismo. Poco parece importarles a quiénes están matoneando.
“El gobierno de Biden parece totalmente abocado a hacer retroceder a la humanidad al mundo unipolar de hace más de 30 años, cuando terminó la Guerra Fría, pero la Casa Blanca ya no dispone de los recursos para emprender esa tarea”, escribió Andrey Kortunov, director general del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales –un centro de estudios financiado por el Estado ruso y cercano a la cancillería– en la edición del jueves del diario estatal Global Times. “Como dicen en Estados Unidos: con presupuesto para cerveza no se puede esperar champagne”.
La gira de Mishustin por China antecede la visita a Moscú que hará el viernes próximo el enviado de Pekín para asuntos eurasiáticos, Li Hui, que se reunirá con el canciller ruso, Sergey Lavrov. Este auge de intercambios diplomáticos llega justo después de la cumbre del G-7 en Japón, el fin de semana pasado, donde Estados Unidos y sus aliados emitieron una declaración que denuncia el historial de “coerción económica” de China en el escenario global, sus abusos a los derechos humanos en Sinkiang y Hong Kong, y su agresivo accionar en el Mar de la China Meridional y el Estrecho de Taiwán.
Con su apoyo a viva voz a Ucrania y la presencia en la cumbre del presidente Volodimir Zelensky, quedó claro que el G-7 tiene a Moscú y a Pekín entre ceja y ceja. El documento final “puso de resalto la profundización de la grieta geopolítica entre China y Rusia, por un lado, y Estados Unidos y sus aliados, por el otro”, le dijo al diario The Guardian Ben Bland, del centro de estudios británico Chatham House,
“Después del G-7, China está lista para redoblar su acercamiento con Rusia, porque el tema de esa cumbre no fue solo la invasión rusa a Ucrania, sino también China y cómo debería enfrentarla Occidente”, le dijo a The New York Times el profesor Alexander Korolev, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, Australia.
“Otanización”
China está especialmente ofendida con Japón, que fue anfitrión del G-7 y está reformando su Constitución pacifista para poder hacer frente a la amenaza que perciben desde China. Para Pekín, la gota que colmó el vaso fue enterarse de que la OTAN, la alianza militar transatlántica diseñada para contener y frustrar las ambiciones del Kremlin, planea abrir una oficina de enlace en Tokio.
Funcionarios y analistas chinos advierten abiertamente contra la “otanización” de la región Asia-Pacífico.
Lyle Goldstein, experto en relaciones sino-rusas del centro de estudios Defense Priorities, dice que el involucramiento de la OTAN en Asia “alimenta la posible paranoia de China y es funcional a la agenda rusa de profundizar el acercamiento entre ambos países”.
La gran ironía es que si bien Washington se embarcó en una competencia de superpotencias con los autócratas de Moscú y Pekín, lo cierto es que China y Rusia no son férreos aliados. Hace poco, Goldstein hizo una misión de investigación en China, donde entrevistó a numerosos académicos y expertos chinos en política internacional, y la impresión que se llevó fue de pesimismo: muchos de sus interlocutores estaban decepcionados y hasta pasmados por la torpeza y la abierta agresión de Rusia en Ucrania, pero también reconocían que a China tal vez no le convenga una derrota total de Rusia y el colapso del régimen de Putin.
Mientras que Rusia, presionada por las sanciones occidentales, quiere llevar a la práctica su “amistad sin límites” con Pekín, los funcionarios y analistas chinos no hablan de esos lazos como si la alianza se hubiera consumado. De hecho, durante todo el transcurso de la guerra en Ucrania, China ha mantenido cierta distancia de Rusia, y no envió armas terminadas para apuntalar la mermada máquina de guerra rusa.
“Tenemos que entender que China realmente está actuando con moderación, y no creo que Occidente lo aprecie como debería”, apunta Goldstein.
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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