Chile: de la estabilidad al borde de la trampa de la extrema polarización
Con el avance de independientes y de la izquierda, la elección constituyente dejó al país en un escenario de fragmentación para las presidenciales
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SANTIAGO, Chile.- Tan incontenible fue el carácter transformador de las últimas elecciones constituyentes en Chile que los efectos políticos se desplegaron en distintas dimensiones y en un plazo más acotado de lo esperado. El triunfo de la izquierda antiliberal enfervorizó las pretensiones presidenciales del bloque, los independientes que emergieron de las protestas sociales lograron visibilizarse más allá de sus territorios, y el desplome de la centroderecha y centroizquierda –las dos coaliciones que predominaron tras el regreso de la democracia en 1990– establecieron un nuevo escenario de alta polarización en el país, con un sector moderado completamente minimizado.
Por el lado de la derecha, y pese a agruparse en una sola lista, la cosecha fue de apenas 37 escaños. La ex Concertación, en tanto, totalizó 25 a constituyentes y padeció una de las derrotas más resonantes de la aquella jornada: la Democracia Cristiana, otrora partido símbolo de la centroizquierda, enemigo de los extremos, y cuna de los presidentes Patricio Aylwin y Eduardo Frei, y obtuvo apenas dos representantes.
“El panorama político chileno cambió por completo: apareció una ciudadanía votante, particularmente polarizada, y en función de un grupo de independientes con clara vocación de izquierda. El bloque de la izquierda más dura conformada por el Partido Comunista y el Frente Amplio sobrevivió muy bien a un periodo de crisis de representación y en las elecciones les fue muy bien”, dijo a LA NACION el académico de la Universidad de Talca Mauricio Morales.
“Lo que tenemos ahora es un proceso de polarización bien particular con un incremento hacia la izquierda, junto con un retroceso significativo de las opciones de centro, pero en el que no han crecido ambos extremos. La derecha no progresó en ese sentido”, añadió el experto.
De igual modo, el rechazo al sistema político en general también quedó en evidencia por el nivel de abstención que se produjo en la votación, que se realizó de forma inédita durante dos días, y en medio de la pandemia de coronavirus. Con un padrón de 14,9 millones de personas habilitadas para sufragar, finalmente participaron menos de 6,5 millones, lo que también abrió un espacio de incertidumbre con respecto a las elecciones presidenciales de noviembre próximo, que según las encuestas por ahora muestran un escenario de alta fragmentación.
“Quienes administraron poder han perdido prácticamente toda legitimidad, entonces el fenómeno de polarización también responde a un rechazo a su comportamiento más que una discusión de las ideas”, señaló a LA NACION Jaime Abedrapo, director de la Escuela de Gobierno de la Facultad de Derecho de la Universidad San Sebastián. “Y de alguna manera este escenario también se provoca por la discusión de los temas sociales que tomaron relevancia. Esto se traduce en el fenómeno de los independientes, de corte activista, y que para muchas personas son testimonios de vida respecto a la coherencia y defensa de temas de agenda social. Ellos fueron la gran sorpresa de la elección”, dijo.
Futuro incierto
La composición de los 155 responsables de redactar la Constitución también develó la nueva distribución de las fuerzas y el cariz que tendrá el órgano. Así como ningún bloque obtuvo más de dos tercios, aquello también implica que los responsables de redactar la Carta Magna deberán buscar acuerdos para poder instaurar las normas.
Por ellos, y a raíz de su derrota en las urnas, la izquierda moderada deberá tender puentes con un sector antiliberal que ha sido crítico de su gestión durante los últimos años, mientras la derecha –que perdió la chance de veto y poder influir en los contenidos del nuevo escrito– intentará sumar a los constituyentes más afines al centro, aunque en la práctica aquello se ve más inviable: de los 155 constituyentes electos, hay 77 que proceden de listas que buscan cambios radicales al sistema, como fin del rol subsidiario del Estado, abandonar la economía de extracción de recursos naturales o contar con un Estado plurinacional.
“La derecha tiene un problema relacionado con el cambio de época, y que podría ser que hoy no tiene identidad. ¿Pero un cambio más duro hacia un referente como el Vox español? No, esa derecha pertenece a un conglomerado afín que se llama Republicanos y que no tuvo muy buen resultado”, comentó Jaime Abedrapo, analista político.
Para Morales, el proceso de polarización chileno ha devenido “en uno de carácter cualitativo”. Y añadió: “Ahora el país cambió. Hay una polarización más profunda por la dificultad de los actores políticos de llegar a acuerdos mínimos”.
Con todo, y en distintas formas y tonos, los propios candidatos presidenciales también abordaron el tema de los extremos. “Chile necesita acuerdos, disminuir la polarización”, dijo el centroderechista Joaquín Lavín (uno de los que mejor mide en las encuestas para las elecciones presidenciales), mientras que el comunista Daniel Jadue manifestó su desacuerdo con la tesis.
“Puede ser que el sistema político este un poco fragmentado y que esté polarizado, pero una mayoría aplastante que quiere cambiar el modelo. Un 80 a 20 en una elección tan relevante como el plebiscito constitucional [de octubre pasado] no habla de un país polarizado”, argumentó el alcalde y principal carta del comunismo para noviembre.
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