Chile: cómo se vive la crisis en una de las zonas más exclusivas de Santiago
SANTIAGO, Chile.- El jueves pasado, Sebastián Piñera dijo que Chile era un "oasis" en medio de una región convulsionada. Al día siguiente, estalló una escalada de protestas y violencia que lo obligó a declarar el estado de emergencia y que ya suma 18 muertos. Sin embargo, Santiago tiene su propio oasis, en el noreste, la zona más exclusiva de la capital.
En La Dehesa, un barrio acomodado de Lo Barnechea, reconocen esa sensación de "oasis", pero lo describen de otra manera: microclima, Disney, burbuja... Incluso, con picardía, mencionan que su posición fue reflejada por la primera dama, Cecilia Morel, en el polémico audio que se filtró esta semana, en el que mencionaba una "invasión alienígena" y le decía una amiga "vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás"
"Estuve encerrada en estos días, acá no se sintió", dice a LA NACION Verónica Riesco, una ama de casa de 52 años, camino al gimnasio ubicado en el Paseo Los Trapenses. Cuenta que se quedó en su casa desde que estallaron las protestas, el fin de semana, y que recién salió de su casa el martes, para ir al supermercado, mientras que su marido fue a trabajar a Huechuraba, también alejado del foco de las protestas.
En esta comuna, ubicada sobre un cerro, no se escuchan cacerolazos, no hay vidrios rotos o carteles tirados en el piso. Los chicos juegan en las plazas -excesivamente pulcras-, los autos de alta gama circulan sin problemas y las familias no sienten temor a saqueos, aunque dentro de los barrios cerrados hablaron de eventuales respuestas ante esa situación, que imaginan (y desean) lejana.
El conflicto en el que está sumido Chile solo se sintió por el toque de queda, que rige aquí como en toda la región metropolitana desde hace cinco noches, por las largas colas que hubo en los supermercados y porque aquí también se suspendieron las clases. "La mayor preocupación por esta crisis es que no llega la nana por el transporte público", dice, con cierta crítica, una vecina del lugar.
Ayer, el alcalde de Lo Barnechea, Felipe Guevara, señaló que en esa comuna está todo "bastante tranquilo", a excepción por unas protestas cerca de las zonas de clase baja donde se instalaron casas precarias, que afectaron el ingreso a un colegio. "Alguien tiene que partir por normalizar lo que estamos pasando, y yo espero que Lo Barnechea sea pionero en eso", señaló. Y parece haber sido así: los supermercados hoy ya tenían afluencia normal, los chicos volvieron al colegio y no había locales cerrados.
Felipe Álvarez, un psicólogo deportivo de 54 años, puede ver la desigualdad por la que protestan los chilenos de primera mano. Vive en el centro, donde hay concentraciones desde la semana pasada, y trabaja en Lo Barnechea.
"Este es el sector de clase alta y donde yo vivo es de clase media. Cuando salgo de la autopista cerca de mi casa veo disturbios o se siente el gas lacrimógeno. En cambio acá no vas a ver barricadas, no vas a ver saqueos, no vas a ver disturbios", señala en diálogo con LA NACION mientras camina hacia su trabajo. Felipe entiende y adhiere a los reclamos de las protestas. "Son justos, después de tantos años de corrupción, de abusos generalizados, no solo por el inepto de Piñera, sino también de todos para atrás", expresa. "Yo tengo un trabajo que me permite vivir bastante bien. Tengo un auto de alta gama, fui a la universidad sin sacar un crédito, pero no por eso hay que mirar para otro lado", agrega.
Solidarios
A Sofía Schmidt, una estudiante de enfermería de 19 años, y Clemente Kalm, estudiante de Ingeniería Comercial de 20 años, les pasa algo similar. Ellos están del lado de la brecha que no duele, pero no por eso hacen la vista gorda. Hoy se instalaron afuera de un supermercado en Lo Barnechea, donde viven, agarraron un changuito y le pusieron un cartel: "Aportes para la población La Bandera. Se aceptan colaboraciones", dice con letra de puño sobre una cartulina verde.
Los dos jóvenes entraron en contacto con una junta vecinal de la comuna de San Ramón, al sur de Santiago, que fue duramente golpeada por los saqueos de los últimos días. "Necesitan sobre todo elementos de aseos personas y comida", dice Clemente, mientras una mujer le acerca tres paquetes de fideos.
Sofía, como muchos jóvenes, se sumó a las marchas de esta semana. Para eso, tuvo que ir al centro, a las plazas Ñuñoa e Italia, porque, dice, en su barrio no se sentía el clima de rechazo contra la desigualdad en Chile y los altos costos de vida. "La mayoría de la gente acá no tiene esa preocupación. Es como una burbuja", describe.
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