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SANTIAGO, Chile.- Cuando el mundo pulsea con desesperación por conseguir vacunas contra el Covid-19, Chile se erige como líder a nivel global: oscila entre el quinto y el sexto lugar entre los países mejor posicionados en cantidad de dosis aplicadas por millón de habitantes. Más allá del debate sobre la efectividad de la Sinovac, una de las elegidas por Chile, la masividad de la campaña sorprende y la pregunta se instala. ¿Cómo llegó a superar a Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y tantos otros?
La cifra de contagios diarios, con preocupantes récords por estos días, contrasta con un plan de vacunación que solo es superado por países como Israel y Emiratos Árabes Unidos, tal como refleja el ranking de la organización Our World in Data. La meta es alcanzar el 80% de la población -es decir, cerca de unos 15 millones de personas-, a fines del primer semestre de 2021 para lograr la anhelada inmunidad de rebaño en junio.
Hasta la fecha, el país registra más del 30% de cobertura con dos dosis suministradas y casi el 50% de la población objetivo ya recibió al menos una de ellas. En total, se aplicaron 12 millones de dosis, según el reporte oficial.
Las claves de la estrategia chilena
¿Cuál es el secreto del éxito del plan de vacunación de Chile? Sin dudas, influyó la fuerte apuesta por el fabricante chino Sinovac. Los ensayos clínicos fueron financiados por el país y también se realizaron en sus propios laboratorios, lo que facilitó la disponibilidad. El acuerdo fue recibir 60 millones de dosis para inmunizar a sus habitantes durante tres años.
En las últimas horas, Gao Fu, director del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de China, relativizó la protección sus vacunas. Tras la polémica mundial desatada, el ejecutivo debió salir a aclarar sus palabras y afirmó que “todo fue un malentendido”. Aseguró que apuntaba a la duración de la inmunidad y no a su efectividad a corto plazo.
El gobierno chileno también abordó el tema y fue el ministro de Ciencia, Andrés Couve, el encargado de defender la vacuna de Sinovac. “Primero, la calidad es muy buena. En segundo lugar, tiene un buen perfil de seguridad. Por último, genera una respuesta inmune en la mayor cantidad de las personas”, enumeró.
No obstante, Chile se inclinó por más de una opción. También cerró contratos con otros fabricantes como Pfizer-BioNTech, que ya envió 2.088.450 de dosis y que comprometió un total de 10 millones.
La rápida reacción fue otra de las claves. En marzo de 2020, cuando se detectó el primer caso de coronavirus en Chile, el presidente Sebastián Piñera les insistió a sus ministros sobre la necesidad de dialogar con los laboratorios en forma inmediata y sondear sus avances en materia de inoculación. Así, el Instituto de Salud Pública (ISP) comenzó a conversar con compañías farmacéuticas y de biotecnología, aprovechó el terreno preparado de antemano -labrado por colaboraciones científicas y nexos directos- y se acercó a dos compañías específicas: Sinovac y Pfizer.
Con la primera, se capitalizó el vínculo entre la empresa y el Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia (IMII), liderado por el bioquímico Alexis Kalergis, investigador de la Pontificia Universidad Católica (PUC). En 2019, y antes de la llegada del Covid-19, ambas organizaciones ya revisaban la posibilidad de colaborar para el desarrollo de vacunas contra virus respiratorios.
Cuando poco se sabía sobre el SARS-CoV2, en febrero de 2020, Sinovac convocó a la universidad chilena para colaborar en el desarrollo de su vacuna. Las conversaciones continuaron y en mayo el acuerdo de entendimiento tomó forma. La PUC se comprometió a participar del ensayo clínico y Sinovac solicitó financiamiento de Chile. El rector de la institución, Ignacio Sánchez, encabezó reuniones con el gobierno y empresarios.
“¿Qué obteníamos a cambio? Dos cosas: primero, la posibilidad de acceder a 20 millones de dosis por año por tres años. En segundo lugar, se aseguraba un 25% de descuento de un valor que no estaba claro cuál iba a ser, pero rondaría entre los 6 y los 12 dólares por dosis”, contó Sánchez, cuya universidad traspasó el convenio al Ministerio de Salud en septiembre para iniciar la gestión de la compra de vacunas junto con la cancillería chilena. El fuerte vinculo comercial entre ambos países aparecía además como un apropiado telón de fondo.
En el caso de Pfizer, los primeros acercamientos tuvieron lugar en julio del año pasado cuando se le presentó al gobierno de Piñera una propuesta de “adhesión” para garantizar la venta de hasta 10 millones de dosis. Con todo, y después de superar algunas preocupaciones de los laboratorios por algunas cláusulas presentes en la legislación chilena, el ISP autorizó el uso del medicamento en diciembre. Un mes después, aprobó la vacuna de AstraZeneca, que comprometió 4 millones de dosis.
También se suscribieron convenios con el programa Covax por 7.6 millones de vacunas y con la empresa canadiense-china CanSino Biologics por 1.8 millones a futuro.
Seriedad y reconocimiento mundial
“Chile tuvo la visión de anticiparse y lograr asegurarse las vacunas. Tenemos una larga y hermosa tradición de fortaleza y, por esa razón, este proceso de vacunación masiva va a tener no solamente que continuar, sino que es un proceso urgente y necesario”, valoró Piñera semanas atrás.
Para el experto en políticas públicas de la Universidad Tecnológica Metropolitana Rafael Pizarro, la experiencia en temas de inmunización terminó siendo un aspecto crucial. “Hay una continuidad de lo que fue un programa ampliado en el año 1978 y, por lo tanto, el país tiene un plan que cuenta con recursos y destina esfuerzos importantes en esa dirección. Chile en esta materia tiene un nivel de seriedad y reconocimiento mundial, y con ello, es un cliente preferente de laboratorios y centros de investigación que desarrollan vacunas”, sostuvo en diálogo con LA NACION.
Y agregó: “Posee además un sistema de compras establecido y regulado, y tiene experiencia en licitaciones de carácter internacional. Muchas de las vacunas del programa nacional de inmunización son compradas en el extranjero y Chile desarrolla año a año licitaciones de gran envergadura financiera y de stock, entonces tiene una relación permanente con los laboratorios y centros de investigación que producen, comercializan y distribuyen vacunas. Chile tiene ventajas sobre otros países porque posee un sistema transparente, serio, es buen pagador y evita niveles de corrupción”.
Chile tiene ventajas sobre otros países porque posee un sistema transparente, serio, es buen pagador y evita niveles de corrupción.
No obstante, para el infectólogo Jaime Labarca, de la Universidad Católica, el efecto de la vacunación para aplanar la curva de contagios demorará por las características de las vacunas utilizadas. “Estamos viviendo una discordancia importante entre vacunación y número de contagios, pero eso también probablemente puede responder a que la vacuna Sinovac es menos eficiente con una dosis que la Pfizer, por ejemplo. Se necesita una segunda dosis, un tiempo para que se creen anticuerpos. La gran cantidad de la población que se ha contagiado es gente que aún no se ha vacunado porque es joven o que ha recibido una sola dosis de Sinovac. Lo que hemos detectado es que los adultos mayores y los enfermos crónicos han disminuido su presencia en los hospitales y en las UCI”, señaló.
Estamos viviendo una discordancia importante entre vacunación y número de contagios, pero eso puede responder a que la vacuna Sinovac es menos eficiente con una dosis que la Pfizer.
La situación sanitaria
El rápido aumento de los casos obligó al gobierno a endurecer medidas y a reconfigurar una estrategia que se flexibilizó durante el verano. Hoy Chile tiene sus fronteras cerradas al menos por un mes y un 70% de su población confinada. Días atrás llegó a los 9000 contagios diarios, una cifra que es urgente revertir.
“Hubo una disminución en las medidas restrictivas del país. Se generaron permisos para ir de vacaciones a distintas zonas con mayor libertad. Se abrieron playas, parques, centros comerciales, restaurantes, casinos y gimnasios. Tuvimos un par de meses en los que se transmitió un mensaje de tranquilidad, que fue percibido por la ciudadanía como si el Covid-19 hubiera desaparecido”, indicó Ignacio Silva, infectólogo y académico de la Universidad de Santiago.
Durante marzo, y según un informe de ICOVID Chile -una iniciativa liderada por la Universidad de Chile, la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Concepción-, el crecimiento de los contagios a nivel nacional fue de 43,7%.
El problema, asimismo, es que abril se inició con un panorama aún más desalentador con un récord de hospitalizados en las unidades de cuidados intensivos (UCI). En la región metropolitana, que alberga Santiago y que concentra la mitad del total de la población del país, aumentó la cantidad de pacientes en un 43% en apenas 15 días y la internación UCI en la zona alcanzó 38% en las últimas dos semanas.
“La estrategia gubernamental para ir incrementando camas seguro que ha salvado vidas, porque es así. Pero no se puede luchar contra un crecimiento exponencial sumando un número de camas finito todos los días, porque en algún minuto este crecimiento te aplasta. Las camas UCI no son iguales, tienen un equipo médico y espacio físico particular. En Chile, el año pasado la letalidad de la patología Covid-19 en el recinto UCI fue entre 18% y 20%, siendo el promedio mundial del 50%. Pero resulta que si esa cama se habilita fuera del recinto UCI, esa mortalidad puede alcanzar un 70% y 80%”, explicó el biólogo molecular Tomás Pérez-Acle, subdirector de Fundación Ciencia & Vida.
Como dos caras de una misma moneda, Chile se ubica como un país modelo por su celeridad en la vacunación, pero la cifra de contagios no da tregua. Por estos días, el país oscila entre una preocupación extrema y una esperanza ya palpable.
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