Caso Profumo: el escándalo que hizo caer a un primer ministro británico y pudo haber salpicado al príncipe Felipe
En los tempranos años 60, con la Guerra Fría en su auge, la escena mediática británica se encontraba dominada por historias entre espías, trabajadoras sexuales, políticos de altísimo perfil y hasta miembros de la realeza. En ese contexto, salió a la luz un escándalo sexual cuyo protagonista principal era el Secretario de Guerra John Profumo.
Profumo era una figura prominente del Partido Conservador y un miembro fundamental del gabinete del primer ministro Harold Macmillan. A través del carismático osteópata y artista Stephen Ward, el político conoció a Christine Keeler, una trabajadora sexual y modelo de 19 años.
En ese momento Keeler vivía con Ward (aunque no tenían una relación sentimental) y Profumo estaba casado con la actriz irlandesa Valerie Hobson. Las reuniones entre ambos se gestaban en secreto, en la residencia de Ward.
Pero desafortunadamente para Profumo, el carisma de Ward lo había llevado a trazar relaciones con personajes que podían hacer peligrar sus propias funciones como Secretario de Guerra: más precisamente, espías rusos.
Eugene Ivanov, un experto naval que trabajaba en la embajada Soviética en Londres, compartió varias reuniones con Ward, en una de las cuales conoció a Keeler. Paralelamente, la joven empezó a mantener relaciones tanto con Ivanov como con Profumo. Según reportes que se conocieron más tarde, los servicios secretos británicos ya conocían esta situación, y habían intentado transformar a Ivanov en un doble espía.
En 1963, el escándalo salió a la luz. El funcionario se vio obligado a dar explicaciones ante el Parlamento y negó cualquier tipo de implicancia en el caso. Pero luego, por razones que se desconocen, se retractó y admitió la verdad. El daño ya estaba hecho: el primer ministro Macmillan renunció meses después.
Pero el alcance de este escándalo aún estaba por verse. Pronto empezaron a surgir algunas versiones de que Stephen Ward también tenía sus amigos en la realeza. Y un periodista hasta aseguró que el socialité integraba el selecto "Club de los Jueves", un grupo de hombres de las más altas esferas que llevaban a cabo fiestas clandestinas, encabezado nada más y nada menos que por el príncipe Felipe de Edimburgo.
Ward se vio obligado a vender algunas de sus propias obras, entre las que se encontraba un retrato del príncipe consorte. En un juicio que hasta el día de hoy es cuestionado, el artista fue acusado de "beneficiarse de conductas inmorales". Dos días después, murió de una sobredosis de pastillas para dormir.
Con la muerte de Ward el caso fue desapareciendo de las primeras planas lentamente. Pero un año después, en 1964, otro descubrimiento puso en alerta a la realeza británica.Anthony Blunt, el curador artístico de la Colección Real de los monarcas ingleses, fue identificado como un contraespía comunista, un escándalo retratado en la tercera temporada de The Crown en Netflix.
El historiador de arte había llegado a ser un asesor personal de la reina Isabel II, quien hasta lo nombró "Sir" de la Corona. En su autobiografía titulada La verdad al fin, Christine Keeler aseguró años más tarde que Ward había sido el controlador soviético de Blunt.
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