Por qué las protestas en EE.UU. le importan a todo el mundo
WASHINGTON.- Mientras las masivas protestas contra la violencia policial y el racismo sacudían casi un centenar de ciudades norteamericanas por el asesinado de George Floyd , el canciller británico, Dominic Raab, hablaba de esa crisis del otro lado del Atlántico con un lenguaje que suele usarse para referirse a conflictos irresolubles de algún país remoto.
"Esperamos que se produzca una desescalada de las tensiones y que los estadounidenses estén unidos", dijo Raab. Y no fue el único. Un vocero de la Comisión Europea señaló que Bruselas confiaba en que "todos los problemas" relacionados con las protestas "se resolverán rápidamente, bajo el imperio de la ley y en total respeto de los derechos humanos".
El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Heiko Maas, dijo que las protestas en Estados Unidos eran "entendibles y sobradamente legítimas". Y agregó: "Solo puedo expresar mi esperanza en que las protestas pacíficas no sigan llevando a la violencia, pero más esperanza tengo todavía en que esas protestas tengan efecto en Estados Unidos".
Ya el viernes, cuando todo comenzaba, el líder de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, había condenado el asesinato de Floyd y había lamentado "la continuidad de prácticas discriminatorias contra los ciudadanos negros de Estados Unidos".
Las protestas en Estados Unidos captaron la atención mundial tanto por razones nuevas como por otras ya conocidas. Los dramas de la mayor superpotencia global cautivan mucho más a las audiencias que a la inversa: los problemas de otros países muy pocas veces penetran el usualmente hermético ciclo de noticias en Estados Unidos. En algunos países, el estallido de furia del asesinato de Floyd, potenciado por la viralización del video de su muerte y de las consecuentes manifestaciones, alentaron a movimientos locales contra la violencia racial y la discriminación de las minorías.
En Australia, por ejemplo, donde ya se planeaban marchas de apoyo, el estallido social de Estados Unidos reavivó el debate por la actuación de la policía australiana contra las históricamente marginadas comunidades indígenas del país, y en particular sobre el incidente de 2015 en el que murió en manos de la policía David Dungay Jr., un joven de 26 años descendiente de pueblos originarios.
"Lo ocurrido en Minneapolis es indignante, pero acá en Australia nosotros tenemos que tomar una postura fuerte, porque vemos todos los días el racismo y la injusticia contra nuestro pueblo", dijo Paul Francis-Silva, sobrino de Dungay, a la cadena ABC News.
En Francia la muerte de Floyd reavivó el recuerdo de un incidente de 2016 en el que Adama Traoré, un joven de 24 años de los suburbios de París, murió asfixiado tras ser arrestado por la policía.El caso de Traoré fue el disparador del movimiento "la vida de los negros importa" en Francia."¿Cómo no pensar en el terrible sufrimiento de Adama cuando tenía a tres policías encima mientras él repetía que no podía respirar?", publicó un grupo de recuerdo de Traoré. "Se llamaba George Floyd, y al igual que Adama, murió por ser negro".
Ese mismo sentimiento de repudio y solidaridad se manifestó en protestas en Toronto, Berlín, Londres y otras ciudades de Occidente. "Los pueblos de todo el mundo entienden que sus propias luchas por los derechos humanos, igualdad y justicia serán mucho más difíciles si Estados Unidos deja de ser el lugar donde la frase ‘Yo tengo un sueño’ es una realidad y un programa político universal", dijo Wolfgang Ischinger, exembajador alemán en Washington y presidente de la Conferencia de Seguridad de Munich.
"Esperemos que las manifestaciones en todo el mundo sirvan para recordarle al gobierno de Washington que el poder blando de Estados Unidos es un tesoro invaluable que los distingue de otras grandes potencias como China, Rusia, o incluso Europa. Sería una catástrofe que el gobierno de Donald Trump convierta esta gran oportunidad en una abdicación moral", agregó el diplomático.
Parte de la reacción global también se alimenta del histórico rechazo de las izquierdas del mundo hacia el imperialismo norteamericano y la hipocresía en sus propios países, todos fenómenos potenciados por el rechazo generalizado que suscita Trump.
"La reacción mundial responde, en parte, al sentimiento antinorteamericano de siempre, y en parte a que se produjo una injusticia atroz", dijo Marcel Dirsus, del Instituto de Políticas de Seguridad de la Universidad Kiel, en referencia a las manifestaciones de apoyo en Berlín. "Pero también tiene que ver con Trump, que en Alemania concentra tanto rechazo que la gente termina despreciando a Estados Unidos en su conjunto. Mucha gente pensaba que Estados Unidos ya había tocado fondo hace unos años, pero con su manejo de la pandemia y de las protestas, Trump les está demostrando que puede caer más bajo todavía".
Además, está el hecho de que le ultranacionalismo que es marca registrada de Trump se corresponde bastante con las crecientes divisiones en otros países, sobre todo porque el presidente norteamericano manifestó explícitamente su apoyo alos movimientos de ultraderecha de Europa. La animosidad contra los Estados Unidos de Trump también puede terminar canalizando las frustraciones internas de otros países.
"Cabe destacar que el ‘trumpismo’ es parte de un movimiento transnacional más amplio", dijo Daniel Nexon, politólogo de la Universidad de Georgetown. "La polarización política en Estados Unidos ahora está en línea con la política en todas partes".
Pero las protestas en el extranjero también reflejan una duradera admiración hacia Estados Unidos. "Esas marchas demuestran hasta qué punto los "Estados Unidos buenos" siguen siendo un imán moral para Europa", dijo el periodista británico Ben Judah. Y agregó que las protestas del fin de semana en Trafalgar Square, Londres, y en la Puerta de Brandemburgo, Berlín, pueden estar concentrando una nueva forma de espíritu transatlántico.
"Irónicamente, a medida que se desintegran el viejo Occidente ideológico del G-7, de los intelectuales transatlánticos y de las usina de ideas de la OTAN, está naciendo una nueva clase de experiencia transatlántica, surgida de una virtualidad compartida por Instagram y TikTok", concluyó.
The Washington Post
(Traducción de Jaime Arrambide)
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