Casi como un comandante en jefe “in absentia”, Vladimir Putin actúa como si el tiempo jugara a su favor
En sus últimas apariciones públicas el presidente ruso no se refirió ni a los ataques de rebeldes rusos en la frontera ni a la situación militar de la ciudad de Bakhmut
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NUEVA YORK.- La semana pasada, combatientes pro-Ucrania irrumpieron en el sudoeste de Rusia a través de la frontera y desencadenaron los dos peores días de enfrentamientos en territorio ruso en los 15 meses que lleva la guerra. Sin embargo, en sus numerosas apariciones públicas de esta semana, el presidente Vladimir Putin ignoró olímpicamente el tema.
Putin repartió condecoraciones, se reunió con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, recibió a mandatarios extranjeros aliados, y charló por televisión con un juez ruso sobre por qué Ucrania no era realmente un país.
En su manejo de la guerra más grande que Rusia libra en varias generaciones, Putin se parece cada vez más a un comandante en jefe in absentia: en público, casi no se refiere al curso de la guerra, y manifiesta poca preocupación por los reveses que sufre su país en el campo de batalla. Por el contrario, su mensaje implícito es cada vez más claro: la estrategia es ganarle por cansancio a Ucrania y Occidente.
“Mejor no hacerse ilusiones”, dice Natalia Zubarevich, experta en desarrollo social y económico rusos de la Universidad Estatal de Moscú, y agrega que Putin ha sentado las bases internas para sostener la guerra durante “mucho, mucho, mucho tiempo”.
Sin embargo, y aunque en Occidente creen que la Rusia de Putin tiene capacidad para seguir luchando, su margen de maniobra en lo militar, lo económico y lo político es cada vez más reducido, para una guerra a largo plazo.
Y aunque el mandatario ruso se refiera a los combates como “eventos trágicos” que ocurren a gran distancia, el impacto de la guerra tiene efectos internos concretos: sigue horadando a la cúpula militar rusa, genera malestar en las élites, y envía señales preocupantes para la economía, mientras Occidente promete seguir liberándose de su dependencia de la energía rusa.
En el campo de batalla, la capacidad ofensiva de Rusia se fue reduciendo por la merma de municiones y por la pérdida de miles de soldados durante los meses de asedio a la ciudad de Bakhmut, en el este de Ucrania. Yevgeny V. Prigozhin, jefe del grupo mercenario Wagner que lideró la toma de Bakhmut, ya avisó que está retirando a sus soldados de la ciudad, en medio de una parrafada de insultos contra las élites aliadas del Kremlin.
Para montar una nueva ofensiva importante, Putin primero tendría que encontrar nuevas fuentes de municiones y decretar una nueva leva compulsiva, y políticamente costosa, para reforzar sus mermadas tropas. De todos modos, en su ponencia de este mes ante el Congreso, la directora de inteligencia nacional de Estados Unidos, Avril D. Haines, estimó como “poco probable” que Putin haga concesiones a menos que se sienta políticamente amenazado en su país.
A Occidente le preocupa que Putin recurra al uso de armas nucleares, y estiman que ese riesgo se potencia si Putin enfrenta una derrota bélica catastrófica que amenace su permanencia en el poder.
Adaptación
En Rusia, la economía ha demostrado suficiente resiliencia para adaptarse a las sanciones occidentales, y las reservas del gobierno alcanzan para financiar el aumento del gasto militar y la asistencia social. Pero cuanto más se prolongue la guerra, sobre todo si cae el precio del petróleo, más probable será que el Kremlin se vea obligado a tomar medidas impopulares, como reducir el gasto público o dejar que aumente la inflación.
Desde el punto de vista político, algunos analistas señalan que el apoyo de los rusos a la guerra es amplio pero superficial, y que la opinión pública puede darse vuelta ante cualquier evento imprevisto. Esta semana, las incursiones de combatientes pro-Ucrania que cruzaron la frontera acercaron la guerra al territorio ruso como nunca antes, generando inquietud entre los miles de seguidores de los blogs belicistas de Rusia.
Y para colmo está Prigozhin, una figura impredecible que se transformó en un político populista que enfrenta a las élites del Kremlin y que esta semana se despachó a su gusto contra la estrategia de ganarle a Occidente por cansancio.
En una videoentrevista de una hora con un bloguero ruso, Prigozhin dijo que era “un exceso de optimismo” imaginar un escenario en el que “Europa y Estados Unidos se cansan del conflicto ucraniano, China nos sienta a todos a la mesa de negociaciones, y todos coincidimos en que lo que ya hemos ocupado es nuestro.”
El escenario más probable, señaló Prigozhin, es que Ucrania haga retroceder a las tropas rusas hasta las fronteras anteriores a la guerra y que amenace la península de Crimea, la joya de la corona de las anexiones ucranianas de Putin.
En Occidente dudan de que la inminente contraofensiva de Ucrania sea el tiro de gracia, pero también creen que la capacidad bélica de Rusia se va degradando día a día, como lo demuestran las decenas de miles de bajas en Bakhmut y la evidente disminución de los proyectiles que lanzan diariamente en el este de Ucrania en comparación con el año pasado.
“La pregunta no es si los rusos de pronto no podrán seguir con la guerra”, señala Max Bergmann, exfuncionario del Departamento de Estado que ahora trabaja en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, en Washington. “La pregunta es si podrán seguirla con cierta intensidad”.
El martes, el Kremlin difundió imágenes de su reunión con Valery Zorkin, presidente del Tribunal Constitucional ruso, que llegó con una copia de un mapa francés de la Europa del siglo XVII.
“Acá en el mapa, no hay Ucrania”, le dice Zorkin a Putin.
Y a continuación Putin afirma falsamente que antes de la formación de la Unión Soviética, “no hubo ninguna Ucrania en la historia de la humanidad”.
Anton Troianovski y Paul Sonne
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