Carmen Sivoli: "Es tanto el miedo que la gente siente que con sólo mandar un mensaje la van a matar"
La diputada opositora, radicada en Buenos Aires, cuenta cómo es la represión en primera persona
A la orden de su superior, que señaló el blanco, el oficial levantó su fusil, apuntó y disparó. La diputada venezolana Carmen Sivoli vio toda la secuencia. Presenció muchos ataques, pero esta vez no era testigo: ella era el blanco. Estaba al frente de la enésima marcha contra el gobierno en la ciudad de Ejido, en el estado de Mérida. xSu siguiente movida, tratadas las heridas, y con la certeza de la cárcel o el secuestro, fue escapar del país. Lo hizo por un pasaje fronterizo ajeno al control del Gran Hermano chavista.
Recaló primero en Colombia y se instaló luego en Buenos Aires, donde viven sus hijos y donde relató a LA NACION cómo se viven en carne propia la represión, el escape y el exilio. El suyo y el de decenas de dirigentes que se fueron de Venezuela, por cualquier medio a su alcance. Desde estrechos pasadizos de contrabandistas hacia Colombia hasta lanchas fuera de borda a la inmensidad del Caribe. Por tierra o por mar. Bien lejos de las balas, la detención, el secuestro y la tortura.
"Esto de que la población se muera de hambre se debe a las malas políticas realizadas a lo largo de 18 años en contra del aparato productivo venezolano. Y a que este señor que hoy es el responsable de este régimen que está matando a los venezolanos en ningún momento ha desarrollado políticas para el beneficio de los ciudadanos", se apura a decir Sivoli, más preocupada por la crisis humanitaria y los derechos humanos que por las tribulaciones que casi le cuestan la vida.
-¿Usted iba seguido a las protestas?
Yo estuve en todas, no me perdí ninguna. Cuando tú ves que no tienes salida, que no tienes derecho a vivir, es lógico que salgas a protestar. La gente sale a protestar y lo hace según la Constitución, de manera pacífica, organizada, pública. Pero esa expresión fue cercenada por ataques viles de las fuerzas represivas del Estado. Yo vi cómo atentaban contra la vida de las personas, cómo disparaban. Vi cómo le dispararon a un muchacho que quedó en estado vegetativo, y a otro al que un policía nacional le puso el pie sobre su cuerpo, le disparó y le reventó el hígado y el vaso. El muchacho murió desangrado.
-¿Y a usted cómo fue que la atacaron?
Había una protesta en la que yo estaba coordinando a las mujeres, llegó la policía nacional, y el comandante de la policía en Ejido, José Luis Zambrano Gutiérrez, no bien llegó, sin mediar palabra, dio órdenes a sus hombres para que nos dispararan bombas lacrimógenas. Cuando la gente salió corriendo yo me quedé para reclamarle, para reclamarle por qué el maltrato hacia las personas. Ahí dio la orden a un efectivo policial para que me disparara. Me dieron tres perdigones. Yo estaba sola, no tenía a nadie al frente ni nadie a la espalda. El efectivo no me disparó hacia la cara, como venían disparando, sino hacia las piernas.
-¿La llevaron al hospital?
No estuve hospitalizada. Me hice curar enseguida por el equipo de socorristas de la Universidad de los Andes, que nos estaba ayudando. Yo continué al lado de la gente, defendiéndola de los ataques, pero inmediatamente los manifestantes me cubrieron a mí. El comisario me estaba buscando, tenía la intención de hacerme más daño. Recibía las órdenes del gobernador del estado de Mérida, Alexis Ramírez.
-Parece una represión muy calculada, con una cadena de mando precisa. ¿Los dirigentes designan los blancos?
Los policías recibían órdenes y las ejecutaban. Las bombas lacrimógenas las tiraban tan cerca que las cápsulas se les incrustaban en la piel. Hay muchos lesionados muy delicados. Aparte de eso tenemos presos políticos, tenemos muchachos con torturas y tenemos la persecución al alcalde de Ejido. Entraron a la casa rompiendo la puerta cuando estaban almorzando. Él logró escapar, pero le secuestraron al hijo y todavía lo tiene el Sebin, el servicio de inteligencia. El mismo gobernador estaba en el municipio haciendo que se cumplieran las acciones. Las caravanas del gobernador pasaban por las calles donde nosotros estábamos. Eran cuatro camionetas blancas y dos negras de los servicios de inteligencia.
-¿Cómo fue su salida del país?
Fue traumática, es difícil, es la vida en riesgo. Estás sometido a una persecución, y no solamente las figuras públicas. Tenemos muchachos que están protegidos, resguardados en casas de terceros, en otros estados. Ninguno puede salir y mostrar que tiene marcas de perdigones en su cuerpo porque se los llevan presos.
-¿Salió por el aeropuerto?
No, no, los diputados de la oposición no podemos subir a un avión. Hay una prohibición de que nos montemos a los vuelos nacionales. Si quieres viajar dentro del país, las compañías locales están amenazadas con que les quiten las rutas. Y si quieres viajar al exterior, al presentarte en migraciones te quitan el pasaporte. Viajé por vía terrestre a la frontera con Colombia. Hubo gente que me llevó, gente cercana que me tuvo en su casa de noche y de madrugada salimos para la frontera. Fue un cruce a escondidas, un verdadero escape. En Cúcuta hubo gente que me dio apoyo, que me tuvo unos días, y después me vine para la Argentina. Cuando me iba pedí que me mandaran detalles sobre dos muertes por la represión en el municipio de Sucre, del que también soy diputada, para denunciarlas ante Amnistía Internacional. Pero es tanto el miedo que la gente siente que con sólo mandar un mensaje la van a matar.
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