Carlos III pidió transparencia sobre su diagnóstico, pero hasta ahora dejó más dudas que respuestas
En el comunicado en que se anunció que padecía cáncer, el rey británico dijo que daba la información para evitar especulaciones, pero no se brindó ningún otro dato sobre su enfermedad ni el pronóstico
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LONDRES.- El lunes, cuando anunció que el rey Carlos III había sido diagnosticado de cáncer y que haría una pausa en sus compromisos públicos para recibir tratamiento, el Palacio de Buckingham desató una tormenta de especulaciones y preguntas.
¿Qué tipo de cáncer? ¿Cuán avanzado está? ¿Qué tipo de tratamiento? ¿Durante cuánto tiempo se ausentará? Y lo esencial, la pregunta que nadie quiere pronunciar en voz alta cuando un paciente enfrenta una enfermedad potencialmente mortal: ¿Cuál es el pronóstico?
Paradójicamente, el palacio fogoneó ese frenesí al revelar más información sobre el estado de salud de Carlos que de su difunta madre, Isabel II, o de ningún otro monarca británico. El palacio dijo que lo hizo por pedido del propio Carlos, que quiso “compartir su diagnóstico para evitar especulaciones y con la esperanza de concientizar a la opinión pública sobre todas las personas con cáncer alrededor del mundo.”
Pero por buenas que hayan sido sus intenciones, la decisión de palacio de revelar algunos hechos y no otros -el equivalente médico de correr solo la mitad de la cortina-, dejó más dudas que respuestas.
Ahora Gran Bretaña está en un angustiante punto medio: sabe que su rey de 75 años tiene una enfermedad que pone en riesgo su vida, pero no sabe exactamente lo que eso implica. ¿Con tratamiento podría vivir muchos años más, como ocurre con muchos pacientes de cáncer de su edad? ¿O los británicos deberían prepararse para la muerte de otro monarca?
En ese contexto de confusión y de búsqueda de certezas se dieron las declaraciones del martes por la mañana del primer ministro Rishi Sunak, quien dijo en Radio 5 Live de la BBC que estaba “conmocionado y triste” por la noticia sobre Carlos, para luego agregar: “Afortunadamente, el problema se detectó a tiempo”.
La alentadora frase acaparó de inmediato los titulares de los medios de comunicación británicos. Pero cuando los periodistas presionaron al vocero de Downing Street para que revelara en qué se basaba la evaluación del primer ministro, fueron remitidos a la declaración inicial del palacio, que elogiaba la “rápida intervención” del equipo médico de Carlos.
Los cuatro párrafos del comunicado de palacio fueron un tire y afloje entre difundir y omitir. El texto dice que el rey tiene “una forma de cáncer” que fue detectado después de su tratamiento por un “agrandamiento benigno de la próstata”. Pero el comunicado no dice qué tipo de cáncer. Los funcionarios del palacio aclararon a los periodistas que no se trataba de cáncer de próstata, que habría sido el cáncer más obviamente detectable en un procedimiento de próstata.
Descartado el cáncer de próstata, los oncólogos sugirieron otras teorías. “El cáncer de pulmón y el de vejiga también son muy comunes en los hombres de edad avanzada”, señaló Mieke Van Hemelrijck, profesora de epidemiología del cáncer del King’s College de Londres.
Los comentaristas sin experiencia médica también lanzaron sus propias lucubraciones: “¿Linfoma?”, se preguntó el lunes por la noche un analista de la realeza en Sky News. El presentador rápidamente aclaró que se trataba de una especulación. El martes, en Sky News entrevistaron a Joan Bakewell, una periodista de 90 años y miembro de la Cámara de los Lores que sobrevivió al cáncer, quien habló sobre la necesidad de aceptar la propia mortalidad.
El Palacio de Buckingham avisó que no emitirá partes médicos periódicos sobre el estado de salud del rey. Los funcionarios del palacio también le pidieron al periodismo que no intentara contactar a los médicos y profesionales que tratan a Carlos.
El martes, los medios británicos se tuvieron que conformar con imágenes del príncipe Harry cuando llegó a visitar a su padre en su residencia londinense, Clarence House. Más tarde, el rey fue fotografiado sonriendo junto a su esposa, Camilla, regresando en limusina a su residencia de campo, Sandringham, donde Carlos se venía recuperando de su procedimiento de próstata hasta el fin de semana pasado.
Que el Palacio de Buckingham haya creído que los tabloides británicos iban a dejar de hurgar sobre la salud del rey refleja la complicada naturaleza de la relación entre la familia real y la prensa. Si bien los editores de los tabloides consideran que gran parte de la familia real es un blanco legítimo, ya sea por sus problemas legales o su vida personal, hay algunos temas en los que es menos probable que los medios de comunicación interfieran con la privacidad de la familia.
A pesar de todas las limitaciones del comunicado de palacio, los historiadores de la realeza señalan que han revelado mucho más sobre Carlos que sobre los monarcas anteriores, o incluso que sobre otros miembros actuales de la familia real.
El abuelo de Carlos, el rey Jorge VI, fue operado en 1951 de lo que los médicos luego concluyeron que era cáncer de pulmón. El palacio ocultó la mayoría de los detalles de la enfermedad, y eso profundizó la conmoción de la opinión pública cuando el rey murió, cinco meses después.
En cuanto al príncipe y la princesa de Gales, el Palacio de Kensington ha dicho poco sobre la cirugía abdominal que recientemente tuvo internada a Kate Middleton en un hospital de Londres durante casi dos semanas. El Palacio de Buckingham, por el contrario, notificó con antelación a la opinión pública que Carlos ingresaría en el mismo hospital, la Clínica de Londres, para someterse a un tratamiento por agrandamiento de la próstata.
El Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña informó que el día después del anuncio, su página web que ofrece consejos sobre cómo tratar el agrandamiento de la próstata atrajo 11 veces más visitantes que el promedio normal. Otra cuestión muy distinta es cuánto tardaría un paciente común en conseguir turno en el desbordado servicio de salud británico para realizarse un procedimiento de próstata como el que recibió el rey Carlos.
Por Mark Landler
(Traducción de Jaime Arrambide)
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