Cárcel o exilio, las opciones para los líderes opositores en Rusia
El creciente éxodo de disidentes y periodistas, fogoneado por el gobierno de Putin, ya se convirtió en la mayor oleada de migración política de la era postsoviética
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MOSCÚ.– Como en un revival de las épocas más oscuras de la represión soviética, cada vez son más los políticos y periodistas rusos que se ven empujados al exilio.
El flujo constante de emigrados políticos que acompañaron las dos décadas del presidente Vladimir Putin en el poder se ha convertido ahora en una sangría. Cada vez son más las figuras de la oposición, asesores, activistas por los derechos humanos y hasta periodistas independientes a quienes solo les queda una simple alternativa: la huida o la cárcel.
Uno de los principales aliados del encarcelado líder opositor Alexei Navalny abandonó Rusia este mes, según medios estatales, con lo que se sumó a la docena de disidentes y periodistas que ya salieron del país en lo que va del año. Según los analistas, se trata de la mayor oleada de emigración política de la Rusia postsoviética.
Las expatriaciones forzadas de este año tienen reminiscencias de la táctica empleada por la KGB durante las últimas décadas de la Unión Soviética (URSS), cuando la policía secreta solía presentarles a los disidentes dos opciones: ir al oeste o ir al este; vale decir, al exilio o a un campo de prisioneros en Siberia. Hoy, como ayer, el Kremlin parece haber llegado a la conclusión de que forzar la salida del país de los opositores de alto perfil es menos complicado que encarcelarlos, y que a los rusos que están en el exterior es más fácil pintarlos como traidores comprados por Occidente.
“La estrategia es empujarlos primero a la salida”, dice Dimitri Gudkov, un popular político opositor ruso que escapó en junio. “Y si no logran que te vayas, te enjaulan”.
“El riesgo es demasiado alto”
El 7 de agosto, escapó a Turquía la mayor aliada política que le quedaba a Navalny en Rusia, la abogada y activista Lyubov Sobol, según informó la televisión estatal rusa. Unos días antes, un tribunal la había condenado a un año y medio de restricciones de movimiento, incluida la prohibición de salir del área de Moscú. Pero las autoridades le garantizaron un par de semanas de libertad antes de la entrada en vigor de la sentencia, un mensaje inequívoco de que le estaban dando tiempo para escapar del país.
“Por supuesto que es mejor participar de la política rusa desde dentro de Rusia”, dijo Sobol en una entrevista reciente. “Pero el riesgo por el momento es demasiado alto”.
Entrevistada por The New York Times el 6 de agosto, un día antes de su partida, Sobol reconoció que estaba considerando la posibilidad de abandonar Rusia porque corría el riesgo de ir presa por otras acusaciones pendientes de resolución judicial. Desde entonces ha seguido activa en las redes sociales, donde comenta sobre la actualidad del país, pero sin revelar su actual paradero. El jueves de la semana última posteó que se había sometido a una muy postergada operación de nariz con un cirujano en Armenia.
“Es una táctica muy inteligente”
Andrei Soldatov, coautor con Irina Borogan del libro Los compatriotas, sobre los rusos en el extranjero, dice que empujar a los disidentes al exilio “es una táctica muy inteligente” del Kremlin. Tanto Soldatov como Borogan están en un exilio autoimpuesto en Londres desde septiembre, tras haber recibido señales de que volver a Rusia no era buena idea.
“Mientras uno pueda decidir entre radicalizarse o escapar, sigue habiendo una opción, y en general la gente se va”, dice Soldatov. “Eso le saca presión al sistema”.
El auge de emigrantes de este año, que arrancó en enero con la represión de los disidentes tras el regreso de Navalny, ya empujó al exilio a más de una docena de figuras nacionales y regionales del movimiento del líder opositor, calificado por el gobierno de extremista. También empujó a abandonar Rusia a otros militantes opositores de todo el país, y a periodistas cuyos medios de prensa han sido censurados o etiquetados de “agentes extranjeros”.
Cuando, el mes pasado, el periodista de investigación Roman Badanin estaba de vacaciones con su familia en África, el medio de prensa para el que trabajaba, Proekt, fue declarado “organización indeseable”, lo que implicaba que cualquier vínculo con ese medio era potencialmente delictivo. Badanin evaluó volver a Rusia y enfrentar el juicio. Hacerlo lo habría convertido en una estrella política, pero también habría coartado su labor como periodista. Badanin dice sobre los años que hubiera podido pasar en la cárcel: “Habrían sido los menos productivos de mi vida”.
Así que voló de Marruecos a Nueva York, con la poca ropa de verano que habían llevado a África de vacaciones. Actualmente está en la casa de un amigo en California, y desde allí ayuda a otros miembros del staff del medio a salir de Rusia.
La gran pregunta
La gran pregunta de los nuevos exiliados es cómo no perder relevancia en Rusia. Badanin planea crear medios de prensa radicados fuera de Rusia, pero de interés para el pueblo ruso.
El exmagnate petrolero Mikhail Khodorkovsky, que estuvo 10 años en prisión tras un desacuerdo con Putin y ahora vive en Londres, dice que pasa 12 horas por día en comunicación directa con personas en Rusia. Está decidido a no perder contacto con un país al que vio por última vez en condición de hombre libre en 2003.
Este mes cerraron dos medios de comunicación y una agrupación de asistencia legal en Rusia respaldados por Khodorkovsky, ya que las organizaciones vinculadas a él fueron declaradas “indeseables”. En mayo, cuando estaba a punto de abordar un vuelo a Varsovia, fue arrestado Andrei Pivorarov, exjefe del movimiento Rusia Abierta, de Khodorkovsky, señal de que no todos los disidentes tienen la opción de huir.
“Me pareció imperioso seguir trabajando abiertamente hasta último momento, mientras fuese posible”, dice Khodorkovsky desde Londres. “Pero ahora el riesgo es demasiado alto”.
La prensa oficial
Los medios de comunicación en favor del Kremlin se ocupan de informar con desprecio sobre la partida de cada opositor. Un comentario publicado en una popular cuenta pro-kremlin de la red social Telegram, por ejemplo, decía que la defección de Sobol demostraba que “los seguidores de Navalny son todas ratas cobardes”.
Los aliados de Navalny tratan de mantenerse en la agenda pública con investigaciones sobre la corrupción y transmisiones en vivo por Youtube, o haciendo campaña para coordinar un voto castigo en las elecciones parlamentarias de septiembre. Pero no suelen destacar el hecho de que lo hacen desde el extranjero.
Ivan Zhdanov, director ejecutivo del equipo de Navalny, salió de Rusia en enero, para ayudar a coordinar las protestas posteriores al regreso y arresto del líder opositor. Zhdanov decidió no volver cuando las autoridades rusas lo acusaron de reclutar menores para la protesta. En una entrevista telefónica desde un lugar de Europa que no quiso revelar, Zhdanov dice que el campo de batalla de la política rusa se ha trasladado mayormente a la esfera de internet y las redes sociales.
“Lo importante es lo que hacemos, sin importar si tal o cual persona cruzó la frontera de la Federación de Rusia”, dice Zhdanov.
El padre de Zhdanov, un funcionario local jubilado de 66 años, fue arrestado en marzo por la policía del sur de Rusia por supuesto abuso de autoridad. Sigue preso en el extremo norte del país.
“Mi padre fue tomado de rehén por estos terroristas”, dice Zhdanov, que promete no cambiar su rumbo.
The New York TimesTemas
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