Cara a cara con el horror: cómo se vive desde adentro una audiencia del megacaso de violación que conmociona a Francia
Fabien S., uno de los acusados en el caso de violación masiva de Gisèle Pelicot, se presentó ante el tribunal de Aviñón, donde durante tres horas relató su versión de los hechos
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AVIÑÓN.– Cuando los policías llegaron en 2021 para detenerlo en la localidad de Valréas, Fabien S. se escondió en la habitación de una de las hijas de su compañera, entonces embarazada. Después intentó escapar durante su traslado a la comisaría. Ese padre de tres hijos, que no ve a ninguno de ellos desde hace años y siempre trabajó en forma esporádica, tuvo una vida signada por maltratos, violaciones, abandonos y delitos.
Caso raro entre los 51 coacusados de violar a Gisèle Pelicot mientras estaba inconsciente, drogada por su marido, Fabien S. tiene un prontuario judicial de una extensión fuera de lo común. Por eso se encuentra en prisión hasta septiembre de 2025: 17 menciones por hechos cometidos entre 2006 y 2016. Entre ellos agresiones sexuales a menores, alcoholismo, violencias conyugales, robos en grupo, conducción sin permiso, efracciones, extorsión.
Este jueves, Fabien S. se presentó ante la corte de Aviñón para contar, durante tres horas, su verdad. En el escándalo de violaciones de Mazan –ciudad del departamento de Vaucluse donde se produjeron la mayor parte de los hechos juzgados aquí hasta el 3 de diciembre– ese hombre de 39 años, aspecto anodino, pelo corto y pulóver negro a rayas “reconoce los hechos, pero rechaza la intención”, como gran parte de los otros 50 acusados.
Pocos minutos antes de las 9 de este jueves, más de 300 personas –en su gran mayoría mujeres– hacían fila pacientemente en el gran hall del Tribunal de Gran Instancia de Aviñón. Abierto al público por pedido de la víctima, todos están ahí no solo para presenciar los debates. También quieren participar del ritual que se ha instaurado desde el 2 de septiembre, cuando comenzó el juicio: aplaudir a Gisèle Pelicot, rindiendo así un merecido homenaje a la mujer que, después de haber vivido el horror de ser violada durante diez años por su propio marido y por otro centenar de desconocidos mientras estaba inconsciente, drogada por su cónyuge que la ofrecía a través de las redes sociales, decidió rechazar las puertas cerradas, habitual en casos de agresión sexual, y mostrar al mundo hasta dónde puede llegar la humillación, la deshumanización y la cosificación de la mujer en la cabeza de los hombres.
A las 8.51 precisas, vestida con un pantalón blanco y un blazer azul con insignias militares, Gisèle Pelicot hizo su entrada en el tribunal acompañada por tres de sus abogados y dos de sus hijos. Sonrisa forzada colgada de los labios, eternos anteojos de sol y cartera al hombro, esa frágil mujer de 71 años, de apenas 1,60 metros de estatura y no más de 50 kilos, agradece conmovida el repetido homenaje del público poniéndose una mano sobre el corazón.
“¡Bravo, Gisèle!”, “¡Coraje. Estamos contigo!”, “¡No flaquees!”, le repiten.
Muchas de esas mujeres han hecho el viaje desde todos los rincones de Francia. Hay incluso quienes han llegado de Bélgica o de Suiza. Nada les asegura, sin embargo, que puedan ingresar a la sala Justinien, donde se proyectan las audiencias en directo para el público.
“Es obvio que no habrá espacio para todos”, dice una de las responsables de orden. “El público entrará de a diez. Y cuando la sala esté llena cerraremos las puertas. Los teléfonos tienen que estar inactivados. Nada de café o de otras bebidas. Solo el agua está autorizada, so pena de una multa de 18.000 euros y la expulsión inmediata y definitiva del tribunal”, advierte. Tampoco está permitido tomar fotos.
La prensa acreditada, por su parte, tiene derecho a ingresar directamente a la sala Voltaire, corazón del proceso. El ambiente es tenso y, para la cantidad de gente presente, el sitio es exiguo. Acusados, abogados defensores, magistrados y periodistas se encuentran codo a codo, a escasos centímetros unos de otros. En el fondo, la tarima con el presidente de la corte y el resto de los magistrados. A la izquierda se sienta Gisèle Pelicot, sus abogados y sus hijos. A la derecha, protegido por un vidrio blindado y custodiado por tres policías de corpulencia impresionante se encuentra Dominique Pelicot. Impasible, enfundado en un rompevientos y un pantalón color verde-gris y una remera naranja fluo, el hombre que se define a sí mismo como “un violador criminal” es tan grande como sus custodios. Imposible no establecer una comparación con quien fuera su mujer durante 50 años, sentada exactamente en frente de él, del otro lado de la sala. Pelo blanco cortado al ras estilo ranger, musculatura inusual para sus 71 años, Pelicot debe medir cerca de 1,85.
Del mismo lado, pero hacia el fondo se ubican los coacusados que actualmente se encuentran en prisión. El resto, aquellos que comparecen en libertad, se sientan en los bancos de la sala, junto a sus abogados. La prensa tiene reservadas las últimas dos filas.
Pero comparecer en libertad no es para esos hombres lo mejor que les podría pasar.
“La culpable no soy yo. Ni mi ropa, ni el lugar. ¡Y el violador eras vos!”, cantan delante del tribunal las militantes de una coral feminista del Vaucluse. El ambiente también puede tensarse de repente en el gran hall de entrada “de los pasos perdidos”, cuando los coacusados entran a la audiencia y a pesar de la presencia de las fuerzas de seguridad: “¡Vergüenza! ¡Deshonor!”, gritan racimos de mujeres filmándolos. Muchos llevan pasamontañas, gorras o capuchas, otros se cobijan detrás de una mascarilla quirúrgica. Otros, por el contrario, se presentan a cara descubierta, esperando pacientemente la apertura de la audiencia.
Solo 14 de los 51 reconocen los hechos, en general, tratando de desprenderse de la culpa.
“Cuando me contactó por Coco.com, tres días antes, Dominique Pelicot me aseguró que su mujer estaba totalmente de acuerdo. Me mandó fotos de ella desnuda en la piscina y en la cama. Y me pidió que le enviara una foto de mi cara y de mi bite (su miembro, en expresión vulgar). Yo fui convencido de que se trataba de un juego de a tres”, relata al tribunal Fabien S.
—¿Pero usted sabe que el consentimiento por tercera persona no existe? – pregunta el presidente del tribunal, Roger Arata.
—Entonces no lo sabía. Ahora sí.
—Y en ese intercambio que tuvo usted con Dominique Pelicot, ¿este le pidió que trajera preservativos o un test de buena salud sexual?
—Nada, absolutamente nada. Tampoco me dijo que filmaría ni que su mujer estaría dormida.
—Sin embargo usted declaró que, cuando fue detenido, ya sabía que lo habían filmado.
—Porque me di cuenta cuando comenzó a filmar. Me dijo que era para que él y su mujer tuvieran un recuerdo. Y al día siguiente también me envió algunas fotos.
Cuando Fabien S. llegó a casa de los Pelicot, encontró a Gisèle totalmente dormida, instalada sobre la mesa del salón, desnuda, con zapatos y medias hasta los muslos. Dominique Pelicot lo hizo desvestir en la cocina y lo incitó a ocuparse de su mujer. Lo primero que hizo fue masturbarse en la boca de Gisèle mientras que, para facilitarle la tarea, Pelicot le sostenía la cabeza. Jura Fabien S. que no hubo penetración vaginal, pero sí anal. Todo ello, sin que Gisèle tuviera la mínima reacción. Los videos realizados por Pelicot, y visionados a puertas cerradas desde esta semana, confirman esas declaraciones.
—Y usted, que declara haber estado en busca de una mujer o una pareja para pasar un buen momento, ¿qué pensó cuando vio que esa mujer no reaccionaba? ¿No sintió que no tenía nada que ver con lo que estaba buscando? — pregunta el presidente.
—No. En medio de la excitación no pensé en nada. Ni se me ocurrió.
Afirma Fabien S. que al día siguiente decidió que ese no era el plan que le convenía y bloqueó su cuenta a Dominique Pelicot en Coco.com. La versión de este último es distinta.
—Fui yo quien decidí bloquearle la cuenta porque no me gustó el individuo— dice, impasible.
—¿Por qué?— pregunta el presidente.
—Porque era demasiado violento
—¿Pero por qué lo recibió la primera vez? ¿Por qué no se preocupó por averiguar quién era el hombre que violaría a su mujer?
—Porque entiendo que no es mi responsabilidad ocuparme de la vida de los demás. Lo que sucede en sus vidas es una cuestión íntima, que no me concierne.
Si Dominique Pelicot hubiera tratado de averiguar quién era el hombre que violaría a su mujer ese día sobre la mesa del salón, se hubiese enterado de una vida de traumas y violencias sin fin. Colocado en familia de acogimiento desde pequeño, fue víctima de golpes, agresiones y violaciones desde los siete años. A los 12 violó a la hija de su asistente social de apenas nueve años.
—Porque la había pedido diez veces que me sacara de esa familia donde el hombre me violaba y ella no hacía nada. Entonces decidí violar a su hija para que supiera de qué se trataba– explicó.
De los 18 a los 27 Fabien S. hizo vida de marginal, durmiendo donde podía, drogándose y perdiéndose en el alcohol. Hasta que encontró a la primera mujer con la que pudo mantener una relación normal y con quien tuvo una hija que hoy tiene diez años. Esa relación no duró, como tampoco otras que mantuvo, y de las cuales tuvo tres hijos más.
—Con ninguno de ellos tengo ningún contacto. Estoy solo. No tengo a nadie— asegura.
Cuando el tribunal intenta saber qué pasará cuando salga de prisión. Fabien S. sugiere vagamente y sin mucha convicción que irá a vivir a casa de sus padres “y que pasará el examen de conducir”. Tampoco está demasiado seguro de querer retomar algún día contacto con sus hijos.
—Al menos no mientras esté en la cárcel —asegura, teniendo en cuanta que, esta vez, podrían ser entre 11 y 20 años de prisión.
Uno de sus abogados defensores recuerda al tribunal que hubo muchas cosas que Fabien S. descubrió una vez que fue detenido: “Por ejemplo que prácticamente todos los miembros de su familia tuvieron, en algún momento, problemas con la justicia y fueron víctimas o participaron en una larga serie de violaciones y agresiones sexuales intrafamiliares”.
—¿Es así?¿Usted ignoraba todo eso?— pregunta el presidente.
—Así es— reconoce, aferrándose al borde de madera del vidrio que lo separa de la sala y balanceándose de atrás para adelante, como si quisiera evitar desmoronarse.
Como muchos otros acusados, Fabien S. asegura que estuvo “totalmente manipulado por Dominique Pelicot”.
—Me hizo creer que participaría de un juego y no era así— insiste. Según afirma, recién en la cárcel se enteró de quién era realmente ese hombre.
—Por ejemplo que estaba sospechado de un asesinato de carácter sexual en región parisina. Y que hacía años que drogaba a su mujer y la ofrecía por internet para que la violaran mientras estaba inconsciente.
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