El pequeño país de poco más de 10 millones de habitantes se ha convertido en un ejemplo de cómo salir con éxito de la crisis económica iniciada en 2008, y ahora también del golpe económico que supuso la pandemia
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Que Portugal está de moda no es una novedad. Sus ciudades y áreas costeras están llenas de turistas, atraídos por la historia y cultura de un país del que han salido grandes exploradores, el buen clima, su excelente gastronomía y un nivel de precios más que razonable.
Más allá de eso, este pequeño país europeo de poco más de 10 millones de habitantes se ha convertido también en un ejemplo de cómo salir con éxito de la crisis económica iniciada en 2008, y ahora también del golpe económico que supuso la pandemia de coronavirus.
Es lo que Michael Moran denominó en un reciente artículo en Foreign Policy como “capitalismo de la sardina”. La revista sobre política internacional define a Portugal como “un modelo de crecimiento para las pequeñas economías europeas”.
¿En qué consiste ese “capitalismo de la sardina” por el que alaban a este pequeño país europeo?
Proyectarse al mundo
Patrícia Lisa, investigadora del think tank Real Instituto Elcano, el “capitalismo de la sardina” tiene que ver con una apuesta muy fuerte en los valores de su marca país.
“No solo la sardina, sino también todo lo que está relacionado con el turismo, con la reconversión de su industria, del calzado, de los vinos, de la moda… y una fuerte apuesta por la llamada diplomacia económica, que conjuga la internacionalización de su economía”, le dice a BBC Mundo.
De hecho, puntualiza la experta, su diplomacia es conocida por ser extremadamente interventiva.
“Eso se ve en la forma en la que el país se consigue proyectar hacia el exterior, pese a que es una pequeña economía, sigue teniendo una proyección internacional superior a lo que equivaldrían sus indicadores duros de poder”.
Ese es, según Lisa uno de los ejes estructurales que marcan a Portugal como país: su fuerte apuesta por la internacionalización, por girarse al exterior. Algo que históricamente se ha visto en su apuesta por el mar y la economía del mar, pero que ahora también lo hace por las nuevas tecnologías y la agenda de las energías renovables.
Claro que no siempre fue así y hubo años en los que Portugal tuvo que mirarse para adentro y ocupar los titulares por razones mucho menos optimistas.
De la “troika” al milagro portugués
Tras la crisis económica global de 2008, Portugal se vio inmerso en una fuerte depresión.
En 2011, al borde de la bancarrota, el gobierno del país pidió un rescate por valor de 78.000 millones de euros (US$90.250 millones) a las instituciones de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, que se lo otorgó bajo la condición de implementar medidas de austeridad.
Fueron los años de la “troika”, como se conoce popularmente a las imposiciones de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI, en los que se recortó notablemente el gasto público -afectando particularmente a los salarios de los funcionarios y las pensiones- y se aumentaron impuestos.
Pero el desempleo no paraba de subir, -llegó a situarse en una cifra récord de 17,7% en 2013- y la pobreza y descontento social tampoco, mientras el consumo y la moral de los portugueses se desplomaban.
Después de las reformas llevadas a cabo por un gobierno de centro derecha bajo supervisión de la troika, Portugal se liberó del rescate internacional en junio de 2014, aunque el país no estaba para muchas celebraciones: la tasa de desempleo rondaba el 12%, el 20% de la población vivía por debajo del umbral de pobreza y 485.000 portugueses habían emigrado del país entre 2011 y 2014.
Tras las elecciones de 2015 se formó un nuevo gobierno de centroizquierda liderado por el socialista António Costa, quien está actualmente en el cargo.
El gobierno de Costa -y su aplaudido ministro de Finanzas Mário Centeno-, empezó a revertir las medidas de austeridad, pero sin dejar de lado la responsabilidad fiscal.
“Lo que hizo el gobierno de centroizquierda a partir de 2015 fue no implementar una gran contracción fiscal”, explica el economista António Afonso, profesor de la Lisbon School of Economics y ex economista principal del Banco Central Europeo.
“Empezaron a gastar un poco más, en términos de salarios por ejemplo, y eso tuvo un efecto multiplicador en la economía. Gastaron un poco más sin gastar demasiado, y entonces hay un incremento en el PIB, hay un incremento en los ingresos por impuestos”.
La política antiausteridad marcó el cambio desde los momentos más duros de la crisis financiera y dio sus frutos.
“El modelo de Costa se basó en incentivar el consumo más un gasto público estructural, es decir, inversión pública en educación y en infraestructuras”, explica Lisa.
“No se puede pensar ni en una revolución ni en una ruptura”, aclara la experta. “Los indicadores económicos de 2014, antes del gobierno de Costa, ya daban señas de remontar”, agrega, pero “es obvio que en 2015 hubo una reversión de la política económica”.
La recuperación se notó mucho en 2017. Ese año el PIB portugués registró un crecimiento del 2,7%, la tasa más alta del país desde el comienzo del nuevo milenio y la tasa de desempleo bajó a niveles precrisis.
Centeno fue nombrado como el “Ronaldo de las finanzas” por el desempeño sorprendente de la economía portuguesa.
“2017 fue el año de todas las victorias para Portugal, se puso de moda en todas las dimensiones, en la dimensión económica, en la política y en la social”, dice Lisa. “Incluso ganamos Eurovisión”, bromea.
Fue lo que se dio a conocer como el milagro económico portugués.
Exportaciones y turismo
En el lado financiero, hay un conductor que explica el buen desempeño de la economía portuguesa.
“Lo que ocurrió notablemente en Portugal es que la tasa de ahorro aumentó extraordinariamente en 2011, 2011, 2012 y 2013″, explica Afonso. “Básicamente la gente no consumía, lo que significa que las importaciones cayeron. Cuando tus importaciones bajan, tu balanza por cuenta corriente mejora”.
Y las exportaciones también se comportaron bien y, según el economista, se debió a dos factores.
Por un lado, la transformación de la industria portuguesa en los últimos 20 años, que empezó a producir y salir con exportaciones tecnológicamente avanzadas.
“Había muchas exportaciones en el sector textil, pero desde que tienes una alta competencia desde los 2000 desde China, desde Asia en general, la gente empezó a apostar más por la calidad, la diferenciación”, dice el economista. “Eso implica que las exportaciones se incrementaron estratégicamente”.
Por otro lado, un contexto de contracción fiscal en 2011-2012 “tiene un impacto en los precios, entonces puedes aumentar la productividad”. “Si ganas productividad, ganas competitividad afuera, si ganas competitividad puedes exportar más a buen precio”.
“Eso es lo que hemos visto en los últimos 10 años, más o menos”, agrega Afonso.
Agregado, se da el boom del turismo, y año tras año Portugal ha batido el récord de visitantes al país. Antes de la pandemia, el turismo representaba casi el 15% del PIB y el sector era responsable del 10% del empleo.
Y, según los expertos, otro programa que contribuyó a impulsar la economía fue el de las llamadas Golden Visa, bajo el cual los inversores extranjeros que invierten 500.000 euros en una propiedad en el país obtienen el derecho a la residencia.
El esquema fue introducido en 2012 y se continuó con los gobiernos socialistas, aunque no está exento de polémica.
El escenario postpandemia
La buena salud de la economía portuguesa sufrió un duro golpe con la pandemia de coronavirus y el PIB se desplomó un 8,4% en 2020, la peor recesión desde 1936.
Los visitantes extranjeros cayeron un 76% el año pasado.
Sin embargo, según los expertos, las medidas impulsadas durante los años previos a la pandemia permitió capear mejor la nueva crisis y Portugal es uno de los países que mejor se está desempeñando en la recuperación.
En el segundo trimestre de este año, Portugal lideró la recuperación de la zona euro y registró la tasa de crecimiento más elevada (4,9%) entre los países de la UE, como Alemania (1,5%) España (2,8%) o Italia (2,7).
Ahora, abiertos de nuevo al turismo y con un escenario ya prácticamente de normalidad, el Banco Central de Portugal prevé que se cierre este año con un crecimiento del 4,8%, mientras la tasa de desempleo se sitúa en 6,7%, muy por debajo de países vecinos y también dependientes del turismo como España (15%) e Italia (10%).
Los retos
Por supuesto, no todo es perfecto para Portugal y la economía portuguesa aún tiene grandes retos.
El principal para Patrícia Lisa es reformar el mercado laboral.
“Sí es verdad que el paro se ha mantenido bajo”, dice, “pero el mercado laboral portugués caracteriza por los sueldos bajos”. “Es un gran reto para Portugal”.
Luego están los efectos colaterales del boom turístico y de las Golden Visa, que además de la cantidad de millones que suponen para el país, también han provocado un galopante aumento de precios en la vivienda, particularmente en la capital, Lisboa, y en Porto.
“Ese modelo del gran boom turístico tuvo como consecuencias, como pasa con las Golden Visa, que hicieron que explotaran los precios de la vivienda, sobre todo en las zonas de Lisboa y Porto y el Algarve”, dice Lisa.
Debido a las protestas, el gobierno socialista reformuló la política de las Golden Visa, retirando de los beneficios de dicha visa a inversiones justo en esas tres regiones.
Ni la pandemia detuvo los incrementos en el precio de la vivienda en Portugal, que aumentó en un 8,4% en 2020, según el Índice de Precios publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), tan solo 1,2 puntos menos que en 2019.
Desde asociaciones de defensa del derecho a la vivienda digna, como Morar em Lisboa (“Vivir en Lisboa”) o Habita! denuncian que lo mismo ocurre con los alquileres y que en zonas como Lisboa, Oporto o el Algarve, las rentas son superior a los salarios en muchos casos. Argumentan que se necesita más vivienda pública.
Con el plan de Recuperación y Resiliencia -dotado con fondos europeos para la recuperación de la pandemia de covid-, el gobierno luso planea poner en el mercado 26.000 casas de vivienda pública hasta 2026.
Con sus logros y con sus retos, y volviendo al artículo de Foreign Policy, ¿es Portugal un modelo en el que deben mirarse otras pequeñas economías?
Lisa es prudente y cree que es temprano para determinar modelos.
“Hay otros países de Europa, también pequeños, que entraron en la UE después que Portugal, que están teniendo comportamientos extraordinariamente positivos, como Eslovenia”.
“Es verdad que Portugal marcó el giro a las políticas de austeridad en términos simbólicos, pero de ahí a sacarlo como modelo me parece un poco pronto”.
Por Mar Pichel @marpichel
BBC News Mundo
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