Cansancio y juventud: las dos caras del Irán del régimen y las sanciones
Elevada inflación, desempleo, caída de la calidad de vida y bloqueo económico de Occidente agobian a los iraníes; sin embargo, Teherán es también una ciudad pujante, donde predominan los jóvenes, que tratan de eludir como pueden las limitaciones impuestas por los ayatollahs
Teherán es una ciudad pujante y caótica , dominada por jóvenes, retratos gigantes del ayatollah Ruhollah Khomeini y otros héroes de la revolución y la guerra con Irak, pero sobre todo por el tráfico. Por todas partes, circulan mototaxis, que se abren paso por todo resquicio que exista en calles atiborradas de autos y colectivos que circulan a contramano por carriles especiales.
Entre el gris y el esmog espeso que varios días al año tapa los montes Elburz, que presiden la capital iraní desde el Norte, Teherán es una ciudad de gente afable y acento melodioso.
Pero también es la capital de un régimen secretista, una urbe de rostros fatigados por los estragos de la inflación y por una economía que de un año al otro se quedó sin decenas de miles de millones de subsidios; de hombres y mujeres cansados por las restricciones de una vida cotidiana complicada por las limitaciones que forzaron al país a la autosuficiencia y pueden ser fatales si se requiere algún tratamiento o remedio especial para una enfermedad, casi imposibles de conseguir debido a las sanciones.
A pesar de eso, es aún una ciudad con rostro alegre, de jóvenes con propensión a reír y conversar de iPhones y de literatura con el acento melodioso con que hablan el farsi, el idioma dominante del país.
Entre los jóvenes, el grupo más representativo del cambio que ocurrió en el país tres décadas y media después de la revolución es el de las mujeres que eran muy pequeñas o ni siquiera habían nacido cuando se proclamó el primer Estado islámico del mundo, regido por la sharia o ley canónica musulmana. El régimen impuso las prescripciones del Corán a mujeres que, en Teherán y otras grandes ciudades, antes vivían según preceptos occidentales.
La expresión más inmediata del cambio que supuso el régimen islámico fue el código de vestimenta, el hijab (velo) y el chador negro para las mujeres. Hoy, las hijas de la revolución, como las ingenieras Elmira Karimi, de 25 años, y Mina Abbasi, de 24, son el nuevo rostro del país, con los colores de sus vestimentas, con su nivel profesional y sus cuentas de Facebook, y con las limitaciones que les impone un régimen que cuenta con una policía moral.
"Tenemos un grupo de amigos en la universidad ahora que no cree en Dios y en ninguna religión", dice Elmira, con sus gruesos labios resaltados con rouge rojo y grandes ojos negros realzados detrás de sus anteojos de marco grueso.
Trata de buscar la palabra para describirlos, pero sin resultado y cuando uno de los participantes en la conversación sugiere ateos o agnósticos, escucha con interés, pero duda si es la palabra acertada. También sabe de fiestas en las que hay alcohol y baile -algo prohibido por el régimen islámico-, pero nunca fue.
Elmira y Mina son ingenieras graduadas de la Universidad de Sharif, la más prestigiosa del país en la rama tecnológica y considerada el MIT de Irán. "No, la Stanford de Irán", aventura como broma Mina. "¡No, la Harvard!", retruca con una carcajada Elmira. Ambas son representativas de un país de población joven y educada. Las dos, también, son hijas de la revolución, nacidas tras el derrocamiento del sha Reza Pahlevi, en 1979. Sólo han conocido el régimen islámico.
Elmira acaba de salir de su clase de taller literario de los miércoles por la tarde junto con su amiga Mina, y comparte una mesa con ella en el café Orient de Teherán, un resabio de Europa fundado hace 72 años por un armenio iraní, sobre la entonces avenida Roosevelt y ahora Mofateh, que desemboca en la plaza Hafte Tir.
Allí, el régimen se siente por todos lados. La plaza está decorada con banderines iraníes e imágenes del líder de la revolución islámica, Khomeini, y el actual líder espiritual supremo, el ayatollah Ali Khamenei.
Mofateh era el nombre de un clérigo amigo de Khomeini, asesinado en diciembre de 1979, y Hafte Tir (o 7 de Tir de 1360, en el calendario iraní; 28 de junio de 1981, en el calendario gregoriano) es la fecha de un atentado con bomba en la sede del partido de la República Islámica, que causó la muerte de 73 funcionarios del joven régimen revolucionario.
El café es un microcosmos de la pluralidad social de Irán y está cerca, y a la vez lejos, de la revolución, de la política nuclear del país y de las sanciones. En la mesa de al lado, tres mujeres, con cabelleras cubiertas en diferentes grados, leen casi entre susurros un libro de poemas.
Una pareja comparte un momento de conversación íntima en una mesa apartada, sin más contacto físico que furtivamente sostenerse las manos. Y Sevag, el actual propietario del café, continúa el oficio que comenzó su tío abuelo hace siete décadas, con manos rápidas para contar los múltiples billetes que supone el pago de dos cafés, debido a la inflación galopante y la devaluación del rial.
Los problemas económicos
La semana laboral del país (de sábado a miércoles, al ser el viernes el día de descanso en la tradición islámica) concluye y el ánimo es jovial.
La conversación gira a "temas de mujeres" y Elmira, con su colorido pañuelo de motivo búlgaro, no para de reír durante su relato, algo a lo cual tiene una propensión contagiosa.
Mina escucha con una amplia sonrisa y mirada que acompaña el espíritu de la conversación; usa un pañuelo negro, que solamente revela una franja delantera de su cabellera.
"Muchos de mis amigos que se han ido de Irán aceptan sin quejas las convenciones de los países a los que se mudan, pero acá se quejan de las convenciones locales", dice.
"Acá nos cubrimos la cabeza, pero nadie dice que tenga que ser negro: pueden usar colores, pueden hacerlo con estilo", agrega.
No pocas mujeres que pasan frente al ventanal del café usan un hijab oscuro y están cubiertas de negro de pies a cabeza, como una procesión de monjas, Pero quizá sean más las mujeres que cubren sus cabezas con toda clase de pañuelos y bufandas con estampados de fantasía o motivo escocés, y que cubren apenas parte de su cabellera recogida. Todas se apresuran a regresar a casa en el caótico y asfixiante tráfico de la capital iraní, con autos, colectivos y mototaxis que circulan alocadamente por la avenida, envueltas en esmog.
Dicen que son diferentes a otras mujeres iraníes de su edad. No por ser ingenieras, aclaran. "Somos ingenieras, pero no somos antisociales y vamos a clases de taller literario", explica Elmira y agrega, con tono jocoso, que el promedio de coeficiente intelectual, entre los estudiantes de su antigua universidad, está entre los más altos del país, pero el coeficiente emocional es casi cero.
Son excepcionales también por ser jóvenes graduadas y tener trabajo en sus áreas. Mina trabaja en una de las mayores empresas de telecomunicación del país, cuyo nombre no quiere revelar. Elmira es investigadora en la Universidad de Teherán, donde trabaja en un proyecto de algoritmos para probar semiconductores. Sin embargo, su departamento fue comprado por sus padres y con su salario no podría pagar el alquiler.
Aislada por las sanciones y golpeada por malos manejos, la economía iraní sufre, a pesar de que es la segunda entre las más grandes de la región. El Estado, cuyos ingresos por exportaciones de petróleo se derrumbaron, tuvo que recortar los miles de millones de dólares que volcaba en la economía; el consumo está deprimido; los empleos escasean y la clase media sufre.
"Nuestro dinero solamente nos alcanza para ropa y comida", dice Mina. Elmira vive en un barrio céntrico de la capital iraní, y esa noche Mina -que reside en un dormitorio estudiantil- la pasa con la amiga.
A la mañana siguiente, Mina está en su departamento del centro de Teherán, pintado de rosa y desbordado por muñecas y libros.
El mobiliario del lugar es despojado con la tradición de Medio Oriente. Su madre vino de visita desde Zanja, la ciudad de la que es oriunda, en el noroeste de Irán, en la región de Azarbaiján.
Para el mayor grupo demográfico de Irán, la franja de 25 a 29 años -casi el 12% de la población de 76 millones-, los bautismos de fuego del régimen son recuerdos transmitidos por sus padres y hermanos mayores.
Mina y Elmira no vivieron ni la revolución islámica ni la guerra de Irán-Irak, que arreció de 1980 a 1988. Y aun así, están inmersas en la historia inmediata del país. La hermana mayor de Elmira aún tiene ataques de pánico cuando oye sirenas.
Cicatrices de la guerra
A los siete años, camino al colegio, una bomba que estalló cerca de ella causó la muerte de una amiga. Mina es hija de un oficial de las fuerzas armadas iraníes, que combatió en la guerra durante los ocho años que duró, y la madre todavía recuerda el tiempo que pasó lejos, y sin noticias de su esposo, en refugios antibombas, con su primera hija, que al comienzo del conflicto tenía un año.
Elmira vive en el único pasaje de su barrio -las calles de Teherán están subdivididas en pasajes - que no lleva el nombre de un mártir de la guerra con Irak, cuyos retratos decoran las esquinas de los pasajes bautizados con su nombre.
Ambas amigas atraviesan esos pasajes hasta la parada del colectivo y se suben a él por la parte posterior, exclusiva para mujeres.
Hay algunos rostros sombríos entre los pasajeros. "Es el ómnibus que va al Hospital de Shariati", dice Elmira. Las sanciones no les son ajenas. Hay medicamentos que son extraordinariamente caros o imposibles de conseguir. Las sanciones no prohíben la venta de los fármacos, pero complican extraordinariamente su importación legal.
"La madre de una amiga con una enfermedad respiratoria murió porque no pudieron conseguir el medicamento a tiempo, y tenían el dinero para pagarlo", dice Mina.
La economía, deprimida
Está en caída desde hace varios años
- 32,3% de inflación
Irán es uno de los países con más inflación del mundo, sólo superado por Venezuela, Siria y Sudán.
- Otros índices
Los comerciantes y analistas sostienen que la inflación es del 40%.
- 40% se devaluó el rial
Las sanciones de Occidente por el programa nuclear iraní y la política económica del gobierno hicieron que la moneda local perdiera su valor.
- Trabas
Las sanciones incluyen la suspensión de las compras de petróleo de la UE, pero serán levantadas lentamente si Irán cumple con el acuerdo sellado con las potencias de reducir su programa nuclear.
- 76,42 millones
Más del 50% de la población iraní, de 76,42 millones de habitantes, tiene menos de 30 años. Una de las mayores preocupaciones de los jóvenes es el desempleo, que ronda el 23% entre la franja de 15 a 24 años.