Canadá mira con envidia a EE.UU. y se frustra por la inesperada falta de vacunas
Mientras Estados Unidos planea comenzar a vacunar a todos los mayores de 16 años, Canadá tiene problemas para lograr que efectivamente les entreguen sus dosis
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ONTARIO.- En esta ciudad fronteriza de Canadá, cruzando el río Niágara frente al estado de Nueva York, los televisores reciben señal de los canales de Búfalo, y en las últimas semanas, los noticieros de Estados Unidos mostraban imágenes irritantes.
Desde principios de este ese mes, en el condado de Erie, Nueva York, todos los mayores de 16 años son elegibles para recibir la vacuna contra el coronavirus. Mientras tanto, del lado canadiense, las inoculaciones se han limitado básicamente a los mayores de 55, los indígenas adultos y otros grupos prioritarios. Y además, por el momento solo recibirán la primera dosis.
“Es motivo de frustración dentro de Canadá y dentro de la región del Niágara”, dice Wayne Redekop, alcalde de Fort Erie. “Los vecinos empiezan a averiguar quién se vacunó y dónde lo hizo… Parece que si estás en Estados Unidos y querés vacunarte, te vacunan.”
Después de un arranque a los ponchazos, en las últimas semanas la campaña de vacunación en Canadá fue tomando ritmo. De todos modos, la imagen de Estados Unidos —un vecino con quien Canadá suele compararse— rebosante de vacunas y muy a la delantera en la vacunación está fogoneando esa frustración.
Ontario, la provincia más poblada de Canadá, es también la más golpeada por la pandemia. El número de casos actual supera ampliamente el pico alcanzado en enero, en pleno invierno boreal, y actualmente las unidades de terapia intensiva están tan colmadas que los hospitales de niños están admitiendo adultos.
El gobernador de Ontario, Doug Ford, le echa la culpa del actual auge de casos y hospitalizaciones al gobierno federal, al que acusa de no haberle suministrado suficientes vacunas. Sus medidas de restricción, por su parte, han generado airadas reacciones en toda la provincia. Y los epidemiólogos lo acusan de haber relajado las restricciones prematuramente, contra el consejo que en su momento le dieron.
Aquí en la zona del Niágara, en el extremo sur de Ontario, alrededor del 26% de los locales ha recibido al menos una dosis de alguna vacuna, y el 2% ha recibido ambas, según datos oficiales. Cruzando la frontera, en los condados estadounidenses de Erie y Niágara, casi un 45% de la gente ha recibido una dosis, y un 30% ya recibió las dos.
Este lunes, y por pedido del presidente Biden, todos los estados de Estados Unidos habían ampliado la franja etaria habilitada para recibir la vacuna a todos los mayores de 16 años. Por su parte, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo que todos los canadienses que quieran vacunarse tendrán su vacuna para fines de septiembre.
Connor Peters, estudiante universitario de 21 años de Thorold, Ontaraio, no ha sido vacunado, como tampoco su madre, de 56 años. Pero varios de sus amigos del otro lado de frontera ya lo están.
“Cuando vemos a Biden que dice que cumplió con las 100 millones de dosis en 100 días y que quiere ir por más y romper esa marca, mientras que nosotros acá en Niágara tenemos vacunado con una sola dosis al 25% de la población, es bastante deprimente”, dice Peters.
La campaña global de vacunación quedó definida por la desigualdad.
Los países de altos ingresos, que representan apenas el 16% de la población mundial, tienen reservado más del 50% de la provisión de vacunas a corto plazo, según investigadores del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad Duke.
Canadá había reservado suficientes dosis para vacunar sobradamente a su población, cerrando sorprendentes acuerdos de compra adelantados con varios laboratorios al mismo tiempo, entre ellos Pfizer y Moderna, pero tiene problemas para lograr que efectivamente se las entreguen.
Uno de los problemas de Canadá, a diferencia de Estados Unidos, es que tiene una capacidad local muy acotada para fabricar vacunas, y por el momento depende enteramente de los envíos de los fabricantes extranjeros.
La severa escasez mundial, las inesperadas demoras en la producción, los errores de comunicación sobre la seguridad de la vacuna de AstraZeneca de parte de los funcionarios de todos los niveles de gobierno, y los contratos que establecían la entrega de la mayoría de las dosis para el segundo y tercer trimestre de este año, todos esos factores se sumaron para terminar de complicar la campaña.
La responsabilidad de administrar y decidir qué grupos prioritarios reciben las dosis que envía el gobierno federal de Ottawa queda en manos de las provincias, y en varias de ellas, la campaña fue tan caótica que desalentó a la gente.
Los habitantes de Ontario, por ejemplo, tienen que atravesar un laberinto de páginas online para lograr registrarse en una campaña que ha sido duramente criticada por no apuntar a las personas con mayor riesgo de contagio. Y como hay pocos dispuestos a recibir la de AstraZeneca, la provincia anunció que a partir de esta semana todos los mayores de 40 años son elegibles para recibir esa vacuna en cualquier farmacia.
Con contadas excepciones, las provincias canadienses siguen vacunando casi exclusivamente a los adultos mayores, a contadas personas de mediana edad y a los grupos prioritarios, pero no a la población en general. A partir del viernes, la provincia de Columbia Británica permitirá la inscripción de los adultos de todas las edades.
Estados Unidos ha aplicado más del doble de dosis per cápita que Canadá. Casi el 40% de quienes viven en Estados Unidos han recibido al menos una dosis, según el sitio de datos Our World in Data de la Universidad de Oxford, frente a apenas el 24% en Canadá.
Y el abismo en quienes recibieron ambas dosis es pasmoso: 25% de los estadounidenses, versus el 2% de los canadienses.
Muchos canadienses se preguntan por qué Estados Unidos —que al igual que Canadá, reservó cientos de millones de dosis más que las que necesita— no comparte un poco de su excedente. Y tampoco tiene mucho sentido que la vacuna de Pfizer-BionTech se produzca en Michigan, pero que las dosis que recibe Canadá vengan de Europa.
El mes pasado, el gobierno de Biden anunció que le “prestaría” a Canadá 1,5 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca, que aún no ha sido autorizada en Estados Unidos. En el inventario de Estados Unidos hay decenas de millones de dosis más de esa vacuna.
Redekop, el alcalde de Fort Erie, tiene 71 años, recibió su primera dosis la semana pasada, y dice que a Estados Unidos le conviene compartir: el levantamiento de las restricciones a los viajes no esenciales en la frontera terrestre entre Estados Unidos y Canadá probablemente esté vinculado a las tasas de vacunación.
En esta zona, los lazos transfronterizos son profundos. Los vecinos son hinchas de los mismos equipos deportivos y hay muchos matrimonios mixtos. Los estadounidenses tienen cabañas en el lado canadiense. Antes de las restricciones, los locales cruzaban con frecuencia para trabajar, ir de compras o visitar a sus seres queridos.
Canadá ha registrado muchas menos muertes por Covid-19 que Estados Unidos, y la gran mayoría de los canadienses apoyaron las restricciones. Pero este mes, el promedio semanal de casos diarios per cápita de Canadá superó por primera vez al de Estados Unidos, un aumento impulsado por las nuevas variantes que arrasan en varias provincias.
En líneas generales, a Canadá le fue mejor que Estados Unidos contra el coronavirus, pero su campaña de vacunación está muy rezagada.
En Fort Erie, abundan los carteles de “cerrado” en los locales a lo largo del río Niágara, la gente solo se moviliza para ir al banco, y el fin de la pandemia sigue pareciendo muy lejano.
La reverenda Cheryl Wood, de 50 años, ministra de la Iglesia Unida de St. John, en Stevensville, dice que fue vacunada hace varias semanas porque se dio prioridad a los líderes religiosos, pero está molestia porque su hija de 28 años, que también trabaja para la iglesia, está “muy, muy abajo en la lista”.
“No sé si siento envidia”, dice Wood en referencia a la rápida campaña de vacunación en Estados Unidos. “Lo que siento es frustración.” Y ese sentimiento se repite a lo largo de los casi 9000 kilómetros de frontera.
John Powell, que tiene la doble ciudadanía y vive en Windsor, Ontario, se impacientó tanto con el ritmo de vacunación en Canadá que hace varias semanas cruzó la frontera hasta Michigan para vacunarse en una farmacia de las afueras de Detroit.
“Ver por Facebook cómo se vacunaban mis amigos y colegas, mis compañeros de colegio, me indignó”, dice Powell, de 55 años. “Me pareció que estaba mal.”
Powell dice que varias personas con doble ciudadanía hicieron lo mismo.
“Detroit está ahí nomás, es básicamente una extensión de nuestro patio trasero”, dice el alcalde de Windsor, Drew Dilkens. “Es como si nuestros vecinos tuvieran una ventaja y nosotros no.”
Traducción de Jaime Arrambide
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