Camilla, de personaje impopular a la aceptación como reina consorte de Gran Bretaña
Dejó atrás los años turbulentos por ser la amante de Carlos, ahora rey, y revirtió su imagen pública
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LONDRES.– La “Operación PB”, es decir, la difícil operación Parker Bowles, puesta punto por el príncipe Carlos después de su traumático divorcio con Diana, en 1996, ha sido un éxito.
Camilla, uno de los personajes más impopulares y detestados por haber sido la “amante”, la tercera en discordia en el matrimonio de fábula del entonces príncipe Carlos y de la maltratada Diana Spencer, es desde el jueves una reina consorte totalmente aceptada.
“Ya no es la mala de la película. Ella se adaptó al nuevo rol desde que se casó con Carlos y también es fabulosa, ha demostrado tener enorme empatía con la gente y que está a la altura y ahora, desde que llegó el momento de asumir el cargo de reina consorte, también”, dice a LA NACION Betty, jubilada de Pimlico, en el centro de Londres que fue este sábado a dejar un ramo de rosas en la entrada de Buckingham.
Mucha agua debió correr debajo del Támesis para que esto sucediera. Fue el propio Carlos que, asesorado por expertos de comunicación, manejó la campaña para que Camilla Parker Bowles, la mujer que siempre amó, fuera rehabilitada y aceptada. Sobre todo, después de la trágica muerte de Diana, en agosto de 1997, hace 25 años, que había disparado una extraordinaria devoción por la llamada e infeliz “reina de los corazones”.
Camilla Shand nació el 17 de julio de 1947 y, según una de sus biógrafas, tuvo la suerte de tener una familia feliz, con dos hermanos y una madre, Rosalind, que le enseñó a tener una gran autodisciplina y a saber comportarse en la alta sociedad británica. Fue ella quien la impulsó, desde muy joven, a participar en fiestas de la nobleza consideradas por Camilla de lo más aburridas.
“En el minuto en que haya silencio, tú habla, no importa de qué, pero habla”, fue el consejo que Camilla contó que le dio su madre, que terminó siendo un arma esencial para la realeza. Aunque según Angela Levin, su biógrafa, nunca soñó con un príncipe, a los 24 años Camilla se volvió amiga de Carlos, entonces de 22. Tenían mucho en común y se entendían. Carlos sentía que podía confiar en ella, se sentía cómodo: “Es la única mujer que realmente me entiende”, llegó a decir.
Pero el destino les tenía reservada otra cosa. Como es sabido, Camilla se casó con un oficial militar llamado Andrew Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos. Y Carlos, pese a estar profundamente enamorado de Camilla, terminó casándose con Diana. Los dos habían salido durante 18 meses, pero las cosas habían terminado. Ambos eran conscientes de que jamás se hubieran podido casar porque las esposas del heredero al trono debían ser vírgenes y Camilla “tenía historia”.
Uno de los “annus horribilis” de la reina Isabel II fue cuando, en medio de las turbulencias entre Carlos y Diana –él seguía viendo a Camilla y ella, cada vez más anoréxica e infeliz, se consolaba con otros amantes–, salieron a la luz conversaciones telefónicas hot. En una de ellas, Carlos confesaba querer ser el “támpax” de Camilla. Cuando, en el marco de una situación insostenible, Diana pidió la intervención de la reina Isabel y del príncipe Felipe, Carlos respondió con una frase que luego repitió varias veces a lo largo de los años: Camilla era una parte “no negociable” de su vida. Y así fue.
El 9 de abril de 2005, Carlos y Camilla finalmente se casaron. La reina no estuvo presente y exigió que la ceremonia fuera privada para que los fans de Diana no reaccionaran mal. Además, había excluido que la duquesa de Cornualles pudiera heredar el título de reina o cualquier otro oficial. Una suerte de castigo por el hecho de haberse divorciado de Parker Bowles y haber tenido un affaire con un hombre casado.
Pero ella, poco a poco, con su savoir faire, su estilo discreto, siempre un paso detrás de su marido fue conquistando a sus nuevos suegros y a los súbditos. Y la “Operación PB” alcanzó su mayor objetivo cuando en el primer día del Jubileo de Platino, hace unos meses, la misma reina Isabel sorprendió a todos con el anuncio de que cuando su hijo Carlos llegara al trono (al morir ella), Camilla iba a volverse “reina consorte” por su “leal servicio”. Un cambio dramático que certificaba la rehabilitación absoluta. Lejos de volverse una heredera de Wallis Simpson, destinada a hacerle perder a Carlos el rol por el que se preparó durante toda su vida, Camilla es considerada ahora por muchos como su mayor sostén.
Empatía
Más allá de la impopularidad de los albores, hoy todo el mundo aprecia que Carlos se casó con una mujer madura, estable y que solía ir a hacer las compras al supermercado como cualquiera, madre de dos hijos, amante de los caballos. Una mujer que cambió su vida a los 57 años para adaptarse incondicionalmente a los Windsor, a “La Firma”, la empresa real. Se involucró en muchísimas actividades benéficas, que ella aprendió a hacer con gran profesionalismo y empatía, acompañando con lealtad, en todo momento, a Carlos.
“Nunca olvido cuando Carlos y Camilla vinieron a visitar la catedral ucraniana de Londres al principio de la guerra y Camilla se largó a llorar, sin consuelo, después de escuchar lo que le estábamos contando”, dijo a LA NACION Oksana, una mujer ucraniana que vive en este país desde hace 20 años, y que fue a dejarle un ramo de girasoles a la reina en el Palacio de Buckingham.
Levin, autora de un libro que está por publicarse titulado From outcast to queen consort (“De despreciada a reina consorte”), en un artículo destacó, además de incondicionalidad y lealtad a la corona, el sentido del humor de Camilla. Un sentido del humor parecido al que tenía el príncipe Felipe, que si bien al principio fue uno de sus enemigos, al final también la aceptó y quiso.
Si la mayor preocupación de la reina Isabel durante sus 70 años de reinado fue siempre asegurar la supervivencia y prosperidad de la monarquía, para Levin “con Carlos en el timón y Camilla un paso detrás, logró su deseo”.
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