Cambio de estrategia: Estados Unidos y sus aliados se preparan para aislar a Rusia a largo plazo
Tras años de buscar cooperar y coexistir con Moscú, Occidente se prepara para volver a las políticas de contención aplicadas contra la Unión Soviética
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WASHINGTON.- A casi dos meses del brutal asalto de Vladimir Putin sobre Ucrania, el gobierno de Biden y sus aliados europeos empiezan a planificar y prepararse para un mundo totalmente distinto, en el que ya no intentarán convivir y cooperar con Rusia, sino que bucarán activamente aislarla y debilitarla como estrategia a largo plazo.
La OTAN y la Unión Europea (UE), así como el Departamento de Estado norteamericano, el Pentágono y los ministerios de defensa de los aliados, ya están redactando las nuevas políticas sobre casi todos los aspectos de la postura de Occidente hacia Moscú, desde cuestiones militares y financieras hasta diplomáticas y de intercambio comercial.
El destinatario más inmediato y directo de la indignación internacional es el propio Putin, sobre quien el mes pasado el presidente Biden dijo que “no puede permanecer en el poder”. Otro alto diplomático de la UE, mientras tanto, dijo que “si bien no hablamos de un cambio de régimen, es difícil imaginar un escenario de estabilidad si Putin sigue actuando de esta manera.”
Pero la incipiente estrategia de Occidente apunta mucho más allá del líder del Kremlin, y los planificadores siguen repasando las primeras medidas que serán anunciadas en los próximos meses. La primera Estrategia de Seguridad Nacional de Biden, que por ley debía ser presentada el año pasado pero todavía está incompleta, muy probablemente contenga muchas modificaciones respecto de la esperada, que inicialmente se iba a concentrar casi exclusivamente en China y una renovación interna en Estados Unidos. La nueva Estrategia de Defensa Nacional del Pentágono enviada el mes pasado al Congreso en forma de documentos clasificado, prioriza lo que un resumen del Pentágono llama “el desafío de Rusia en Europa”, así como la amenaza de China.
El primer documento de Concepto Estratégico que emite la OTAN desde 2010, cuando buscó una “verdadera asociación estratégica” con Rusia, será revelado en la cumbre de la alianza en junio próximo. “La opción de un diálogo significativo ya no está disponible para Rusia”, dijo a principios de este mes en conferencia de prensa el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
La Unión Europea ya tiene planes para reducir en dos tercios su fuerte dependencia del gas ruso para fines de este año y terminar con todas las importaciones de combustibles fósiles de Rusia antes de 2030. “No se trata tanto de sanciones, sino de articular un camino hacia cero importaciones que al mismo asegure nuestra independencia energética del gas y petróleo rusos”, dijo el jueves el ministro de relaciones exteriores holandés, Wopke Hoekstra, en un foro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede Washington.
“Para algunos, esa será una trayectoria de meses. Para otros, pueden ser años. Para en los Países Bajos y muchas otras naciones nos lo tomamos muy en serio: no volver a caer nunca más el mismo el error”, dijo Hoekstra.
Los aliados han anunciado importantes aumentos escalonados en el presupuesto de defensa que se ampliarán en el futuro. También se cree que Finlandia y Suecia solicitarán su ingreso a la OTAN antes de la cumbre de junio en Madrid, un cambio significativo en el equilibrio de la seguridad europea, que también implica un considerable aumento de la presencia militar de la alianza atlántica en las fronteras mismas de Rusia.
Hace una semana, Biden firmó proyectos de ley que ponen fin a las relaciones comerciales normales de Estados Unidos con Rusia y establecen la prohibición de importar petróleo ruso. La semana pasada, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó la suspensión de la participación de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y cobró renovado impulso un movimiento de larga data para reconsiderar la integración y las facultades del Consejo de Seguridad, donde Rusia usa y abusa libremente de su poder de veto.
Pocos líderes occidentales se atreven a conjeturar cuándo y cómo será el desenlace de la crisis de Ucrania. Muchos de los cambios propuestos “no se pueden decidir del todo hasta que sepamos cómo termina este conflicto”, dice Alexander Vershbow, exembajador de Estados Unidos en Rusia, alto funcionario del Pentágono y subsecretario general de la OTAN. “¿Tendrá fin o se prolongará con alto el fuego inestable, una especie de ni guerra ni paz que dure varios?”.
Pero la elaboración de la estrategia a largo plazo sigue en marcha y corre en paralelo con el endurecimiento inmediato de las sanciones contra Moscú, el refuerzo de la ayuda armamentística a Ucrania y el despliegue de decenas de miles de tropas de la OTAN en la frontera oriental de la alianza. En este momento ya se evalúa que muchas de esas medidas podrían mantenerse de forma permanente, según declaraciones públicas y privadas de líderes y funcionarios occidentales.
“El objetivo, en definitiva, es una Ucrania libre e independiente, una Rusia debilitada y aislada, y un Occidente más fuerte, unificado y decidido”, dijo el domingo pasado el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, en el programa “Meet the Press” de la cadena NBC. “Y creemos que esos tres objetivos están a la vista”.
Algunos cuestionan la lógica detrás de esos planes, dudan de la constancia de Occidente, y desaconsejan un retorno a la política de “contención” que rigió las relaciones con la Unión Soviética. Otros dicen que la crisis de Ucrania y su profundo efecto en Europa le regalan a Estados Unidos una oportunidad perfecta para desentenderse de algunas de sus onerosas responsabilidades autoasumidas en defensa el mundo libre.
“En todo caso, la guerra fortalece los argumentos a favor de la disciplina estratégica, ya que alienta a Europa a ponerse a la par de Rusia mientras Estados Unidos se concentra en la seguridad en Asia y la renovación interna”, señaló el historiador Stephen Wertheim en la revista Foreign Affairs de este mes.
Pero no todos están a favor de aislar a Moscú a largo plazo. En Francia, el presidente Emmanuel Macron está enfrascado en una carrera inusitadamente reñida por la reelección contra la ascendente candidata Marine Le Pen, quien ha pedido la reconciliación de la OTAN con Rusia y ha reiterado su compromiso de sacar a Francia del mando integrado de la alianza, en caso de ser elegida. Y en Alemania hay numerosas voces a favor de mantener la puerta abierta al diálogo con el Kremlin para facilitar un eventual acercamiento.
En Estados Unidos, el tema es uno de los pocos en los que Biden cuenta con fuerte apoyo bipartidario. De hecho, el respaldo a una línea dura contra Rusia hasta parece haber atenuado el desdén republicano por la OTAN que fue sello distintivo del gobierno Trump, porque desde Washington hasta la frontera occidental de Rusia los miembros de la alianza insisten en que sostener una posición común es hoy más imprescindible que nunca.
Sin embargo, si la sensación de inmediatez en Ucrania se disipa como las imágenes cotidianas de los nuevos horrores con ocurren en el lugar, en la OTAN inevitablemente empezarán a surgir desacuerdos sobre el aumento del gasto en defensa, la necesidad de hacer concesiones con Rusia en temas como la no proliferación nuclear, las acusaciones de que China está desviando la atención, y las disrupciones en el comercio internacional, que fogonean la inflación mundial y entorpecen la agenda interna del presidente norteamericano.
“El momento de comprometernos con la lucha a largo plazo es ahora: tenemos que estar unidos hoy, mañana, pasado mañana y durante los años y décadas venideros” dijo Biden en referencia a la lucha entre la democracia y la autocracia durante su visita a Varsovia el mes pasado. “Pero no será fácil. Y tendrá su precio.”
Por Karen DeYoung y Michael Birnbaum
Traducción de Jaime Arrambide
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