La promesa ciudadana de combatir el cambio climático
La declaración realizada por el presidente Donald Trump el 1 de junio de 2017, en la que retiraba a Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015, en cuyo diseño contribuí, se formuló como un llamado al nacionalismo, con base en el argumento de que Trump había sido “elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh y no a los parisinos”.
No obstante, el 75 por ciento de los ciudadanos de Pittsburgh votaron por Hillary Clinton , quien estaba a favor del Acuerdo de París, y desde entonces los alcaldes de Pittsburgh y París han respaldado conjuntamente el acuerdo celebrado con el objetivo de construir un mundo más limpio y más seguro.
Puesto que los gobiernos locales se han dado cuenta de la forma en que el cambio climático afecta el bienestar de los ciudadanos, están realizando acciones concretas como establecer metas en cuanto a la calidad del aire, prohibir los automóviles de diésel o los motores de combustión y poner en marcha sistemas de energías renovables.
Lo anterior se hizo evidente justo unos días después del anuncio de Trump, cuando gobernadores, alcaldes, empresas, universidades y otras personalidades estadounidenses declararon "Seguimos dentro", prometiendo cumplir las metas del Acuerdo de París. El compromiso de más de 2500 líderes se ha formalizado en la iniciativa "America's Pledge" (la promesa de Estados Unidos ), en tanto que trabajan para cumplir esas promesas. Se trata de una acción innovadora y extraordinaria: ciudadanos que ponen en marcha un acuerdo global, una obligación gubernamental, y se posicionan como actores responsables de la comunidad mundial.
El sector privado se da cuenta de que este es el futuro y las compañías comienzan a invertir en consecuencia: la industria automotriz compite en la desaforada carrera del cambio a los autos eléctricos, mientras los inversionistas privados se rehúsan a invertir en nuevas centrales termoeléctricas que funcionan a base de carbón.
La batalla acerca del cambio climático en la reunión de este año del G-20 puso en evidencia, de forma descarnada, el creciente aislamiento de Trump. A pesar del intento fallido de Estados Unidos de conformar una coalición en favor de los combustibles fósiles, incluyendo una visita a Polonia previa al G-20 y su llamado a los escépticos del clima, a menudo a través de las redes sociales y de la prensa de extrema derecha tratando de equiparar las acciones contra el cambio climático con un enfrentamiento entre las élites globales y la ciudadanía, los otros 19 países reafirmaron su compromiso con el Acuerdo de París, dejando a Estados Unidos excluido.
La afirmación de Trump de que su postura ayudará a la economía estadounidense no se sostiene. Tan solo en el ámbito de la generación de electricidad, que cambia con tanta rapidez, por cada estadounidense que trabaja con algún combustible fósil, hay dos que trabajan con tecnologías solares, y el recorte en los fondos federales para la investigación menguará la competitividad del país.
También vivimos en una época en la que los sucesos extremos son cada vez más frecuentes y costosos. Anualmente se presenta una tormenta de tal magnitud que solo tenía una probabilidad de ocurrir del 0,2 por ciento en el año (de 1 en 500, por lo que en inglés se le llama a este tipo de tormentas “500-year storm”), y cada año se rompe el récord del año más caluroso. El huracán Harvey, que tocó tierra en el sureste de Texas, será el desastre natural más costoso en la historia de Estados Unidos: su costo estimado de 190 mil millones de dólares podría exceder los costos provocados por los huracanes Katrina, de 2005, y Sandy, de 2012, juntos.
El cambio climático es eso que llamamos un "multiplicador de amenazas", pues contribuye tanto a la inestabilidad como a empeorar sus efectos. La sequía y la desertificación conducen al hambre y al conflicto por el agua, lo que alimenta los conflictos locales y la inestabilidad política e incrementa la migración. La gravedad de la sequía en Siria entre 2007 y 2010 fue provocada por el cambio climático, y los investigadores han descubierto que la sequía fue un factor detonante de la guerra civil que se ha convertido en el desastre humanitario más grande del mundo en la actualidad. Se calcula que en total 203 millones de personas fueron desplazadas por desastres naturales entre 2008 y 2015.
Aunque Trump elige ignorar la realidad al nivel del gobierno federal, estamos viendo acciones sin precedentes de los dirigentes a nivel subnacional y local, así como de la sociedad civil y el ámbito empresarial.
Seguir hablando del retiro de Estados Unidos podría ser una distracción mortal
y costosa de nuestro objetivo a futuro. No podemos permitir que eso suceda. Hay una clara necesidad de liderazgo que consolide la coalición en torno al Acuerdo de París, que sigue firme.
Enfoquémonos en ir más rápido y en llegar más lejos en el camino a alcanzar emisiones pico en 2020 y cero emisiones hacia el fin de siglo. Muchas regiones aún enfrentan problemas apremiantes respecto de la descarbonización de la energía y la industria. Europa necesita esforzarse más en su territorio y, con la dirigencia de Francia y Alemania, seguir involucrando a China e India para alentar a estas naciones a perseguir metas más ambiciosas.
El movimiento global que se fundó con base en los estatutos del Acuerdo de París trata acerca de las personas, las preocupaciones de los ciudadanos, las expectativas económicas y el desarrollo tecnológico. No se trata de un documento jurídico tecnocrático ni de abandonar la soberanía nacional. Estamos trabajando hacía una visión compartida de un futuro común, con la meta de salvaguardar el planeta para todos.
(Laurence Tubiana es directora ejecutiva de la Fundación Europea del Clima y profesora en el Instituto de Estudios Políticos de París . Fue nombrada embajadora de Francia para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP21 de 2015, donde fue una figura clave en el desarrollo del emblemático Acuerdo de París).
© 2017 Laurence Tubiana
Distribuido por The New York Times Syndicate
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