El documentalista Andri Snaer Magnason lanzó su nuevo libro, que invita a pensar el calentamiento global desde otra perspectiva: nuestra propia vida
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¿Cien años es mucho tiempo o poco tiempo? Numerosas predicciones de cambio climático hablan sobre lo que sucederá a fin de siglo, pero muchos lo ven muy lejano. Andri Snaer Magnason nos muestra con un simple experimento mental que ese futuro, el tiempo de las personas que amamos y amaremos, no es nada distante.
Magnason, uno de los escritores y documentalistas más célebres y premiados de Islandia, decidió encarar el gran desafío de nuestro tiempo, el calentamiento global, pero hacerlo en una forma íntima.
En su nuevo libro, Sobre el tiempo y el agua, el escritor relaciona los datos climáticos con su historia personal, la de sus abuelos, su encuentro con el Dalai Lama, la mitología. Su obra invita a pensar sobre el calentamiento global con una perspectiva nueva, más cercana al corazón, a nuestra propia vida.
BBC Mundo habló con Magnason sobre el “colapso” del lenguaje ante el cambio climático, su optimismo para las futuras generaciones y por qué no debemos olvidar que “creamos el futuro cada día”.
Vino de muchas direcciones. Al principio solo estaba recopilando información sobre mis abuelos de ambos lados, porque tenía la suerte de tenerlos con vida. Mis abuelos por parte materna eran exploradores de glaciares.
Quería grabar los recuerdos de mis abuelos pensando que usaría eso en algún momento de mi vida o se lo entregaría a mis hijos.
Pero luego conocí a un científico que me preguntó por qué no escribía un libro sobre el cambio climático.
Le dije que pensaba que eso correspondía a los científicos, que yo sentía que no tenía autoridad en ese tema. Y él dijo: los científicos tienen la disciplina de su ciencia, pero no la entretejen en canciones e historias. Y todas las revoluciones, todos los cambios de paradigmas, han sido a través de la cultura.
No tendríamos los derechos de las mujeres hoy si el tema hubiera quedado en manos solo de cinco profesores de leyes o de teoría feminista.
Así que ese científico me dio el permiso y no solo el permiso, me entregó la antorcha moral. Me dijo que en realidad era mi obligación escribir sobre eso.
Y luego recibí una invitación para entrevistar al Dalai Lama, y yo me preguntaba: “¿Qué puedo preguntarle a una persona que se ha reencarnado 14 veces?”.
Me sumergí en la mitología y encontré que en la islandesa el mundo comienza con una vaca congelada como fuente de luz.
Si vas al Himalaya te encontrarás con un glaciar que se llama Gaumukh y que es la fuente del río Gandak, y se llama por su forma “la boca de la vaca”.
La vaca congelada como fuente de luz es la metáfora perfecta de cómo los glaciares en realidad están alimentando a 1000 millones de personas en el Himalaya y son una fuente vital de agua.
El Dalai Lama estaba muy preocupado por estos glaciares y lo que sucederá con 1000 millones de personas si se interrumpe el ciclo del agua.
Él se refirió a la ciencia de los glaciares islandeses como algo que podría contribuir a la comprensión del impacto del calentamiento global en los glaciares, y de repente eso me trajo de vuelta a la historia de mis abuelos.
Entonces pensé: “¿Es esto posible?, ¿combinar historias tan lejanas, como el Dalai Lama, la mitología, la luna de miel de mis abuelos?”.
Y luego descubrí que es muy fácil escribir sobre los datos climáticos, pero por alguna razón eso siempre nos falló, al menos durante 20 o 30 años. Era un gran desafío literario.
-Decís en tu libro que “el lenguaje colapsa” frente a algo tan enorme como el cambio climático. Y usás la imagen de un agujero negro. ¿Podés explicar esta imagen?
Magnason: -Los científicos no pueden mirar directamente a un agujero negro, la única forma de comprender la escala y la fuerza de un agujero negro es mirando a la periferia, a su alrededor. Y pensé que es una metáfora perfecta para el cambio climático.
Tomemos por ejemplo las palabras “acidificación del océano”. Si te digo que el pH del océano caerá 0,3 para fin de siglo, eso para la mayoría de las personas no significa nada.
Y si te digo que este es el cambio más grande en el océano en 50 millones de años, tampoco tiene significado para muchas personas.
Así que tengo en mis manos la información más dramática que la humanidad haya escuchado jamás, y por alguna razón peculiar para muchas personas no tiene significado. La información es tan grande que, en realidad, es más grande que el lenguaje.
Una respuesta normal a lo que ocurre con la acidificación del océano sería llorar y gritar, pero vemos estas palabras como jerga científica.
Así que tengo que explicar a la gente que esta es una palabra muy grande, y tal vez optar por una narración no lineal y explicar cómo tampoco entendimos inicialmente a Copérnico, cómo no entendimos todo tipo de cambios de paradigmas científicos.
-Muchas de las predicciones del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de la ONU (IPCC) hablan de cómo será el planeta a fin de siglo si no se toman acciones urgentes. Pero mucha gente siente que no les afecta. Vos encontraste una forma muy creativa de hacernos sentir que ese futuro no es lejano.
Magnason: -Encontré una manera de dar significado al año 2100, yendo ese mismo tiempo atrás. Entonces, en lugar del futuro, voy al pasado.
Para hablar de ciencia necesito mitología, para hablar de algo global necesito ser muy local, y para ser científico tengo que ser muy poético.
Fueron casi 10 años de lucha con el lenguaje y las metáforas hasta que finalmente terminé el libro.
-Entonces, ¿cuál fue este experimento mental que hiciste con tu hija y relatás en el libro?
Magnason: -Este es un experimento muy simple. Me preguntaba por qué me sentía tan desconectado del 2100, así que me senté con mi hija en la cocina junto a mi abuela.
Mi abuela nació en 1924 y en ese momento mi hija tenía 10 u 11 años. Le pregunté: “¿Cuándo tendrás la edad de la abuela?”.
Descubrió que eso ocurriría en 2102 y se asombró porque nunca lo había calculado.
“Imagina que cuando tengas la edad de la abuela estarás sentada en esta misma cocina con tu bisnieta que hablará de vos como la gran influencia en su vida”, le dije. Entonces ella calculó que esa niña alcanzaría la edad que tiene hoy mi abuela en el año 2180.
O sea, que mi hija podría llevar un secreto de mi abuela que será recordado en el año 2180 sin que ese secreto jamás haya sido escrito, simplemente pasando a través de ella.
Ella puede ser una puerta desde 1924 hasta 2180. Es el tiempo que mi hija puede tocar con sus propias manos, casi 250 años.
Este experimento mental de preguntarte “¿cuándo estará vivo alguien a quien amarás?” es algo que todos pueden calcular.
Si le preguntás a una persona que vivió 100 años si son mucho o poco tiempo, la respuesta será poco. Eso es lo que decía mi abuela y también mi abuelo.
Así que quería expresar algún tipo de urgencia íntima y conectar los datos climáticos con el alma.
-Mencionás que “la humanidad se enfrenta a un desafío que antes era tema solo de ciencia ficción: controlar los gases en la atmósfera”. Y ese objetivo debe ser alcanzado antes de que los niños que están ahora en la escuela tengan 50 años. ¿Hay alguna forma de expresar con palabras la enormidad de este desafío?
Magnason: -Básicamente está en juego todo. Y este es un gran dilema, porque el petróleo, el gas, el carbón, nos crearon.
Hemos sido sumisos ante esos superpoderes y lo que nos dieron para calentar nuestros hogares, volar sobre continentes y cultivar alimentos.
Somos adictos a tener estos superpoderes, pero necesitamos ahora obtener esa energía del sol, el viento, u otras fuentes. Y esta transición es de proporciones comparables tal vez a la Segunda Guerra Mundial.
Esto no sucederá gradualmente y sin que sintamos que estamos haciendo algo. Básicamente, toda la vida laboral de los jóvenes de hoy se tratará de este desafío de llegar a cero neto en emisiones de gases de invernadero, y también todo el resto de nuestra vida laboral.
Esto significa que casi todos los cálculos y planes hechos durante el siglo XX se hicieron mal.
Muchas de nuestras ideas políticas se basan en cálculos erróneos, por lo que necesitamos una colaboración sin precedentes entre naciones, porque esto no es como una guerra en la que construirás un arsenal para ganar contra otra nación.
Esta es una carrera en la que todos ganan o todos pierden.
-En tu entrevista con el Dalai Lama, te dijo que la educación debe cambiar, que tiene que haber una educación para el corazón, que enseñe compasión. ¿Cómo debe cambiar en tu opinión para que los jóvenes estén mejor preparados para los cambios que vienen?
Magnason: -Cuando era más joven, la educación estaba más al servicio del capitalismo, orientada a crear una fuerza laboral capacitada para competir con otros mercados y naciones a nivel global.
Ahora, si le preguntás a alguien “¿por qué estás estudiando álgebra?”, (la respuesta es) básicamente porque tenemos 1000 gigatoneladas de CO2 en la atmósfera y tenemos que eliminar eso y nadie sabe cómo hacerlo.
Si le preguntas “¿por qué estás estudiando ética?” (la respuesta es) porque a alguien se le puede ocurrir una solución que debe manejarse de manera ética.
Y también porque el cambio climático realmente acentuará la necesidad de compasión hacia otras personas que podrían necesitar migrar o cambiar de hogar o requerirán ayuda.
Por eso, el Dalai Lama dice en la entrevista que debemos enseñar el warm heartedness, calidez del corazón, a tener un corazón abierto y compasivo.
-¿Cómo debemos ver nuestra responsabilidad para con las generaciones futuras?
Magnason: -Existe un gran desafío: cómo vemos nuestro papel como ciudadanos y también cómo nos vemos a nosotros mismos como individuos en la Tierra aquí y ahora en relación a las generaciones futuras. Y cuál será nuestro legado.
Si las generaciones futuras llegan a saber que teníamos la información, las herramientas, pero estábamos atrapados en alguna ideología o en algún sistema del que no pudimos desenredarnos, lo verán como un gran fracaso. Es una gran prueba para la democracia.
Pensá que acabamos de pasar por (la pandemia del) coronavirus, donde todos hicieron muchos sacrificios por una causa superior.
Pero si le preguntás a alguien, qué sacrificios hizo a causa del calentamiento global, si alguna vez se quedó en casa por un día debido al calentamiento global... Las personas pueden nombrar un sinfín de cosas que hicieron por el coronavirus, pero cuando se trata de cambio climático muchos te dicen: “No estoy seguro”.
Sea cual sea el trabajo que elijan los jóvenes, tanto si se dedican a la agricultura o la alimentación, la moda, la industria, el diseño, el transporte, la aviación, la energía, serán campos que requerirán una revolución en los próximos 30 años.
No necesariamente es un mal momento para ser joven, porque es muy aburrido entrar en sociedades que no necesitan tus ideas, tus talentos, en las que se hacen las cosas como en los últimos 200 años.
-Decís en el libro que es probable que el cambio climático sea una prueba para la humanidad. ¿Tenés esperanzas?
Magnason: -Creo que no habría terminado el libro si no tuviera esperanzas. Y menciono el ejemplo de mi tío John Thorbjarnarson. Yo tenía el sueño de algún día acompañarlo en su trabajo para preservar los cocodrilos.
Él trabajaba en Venezuela y en Brasil preservando hábitats para caimanes, por lo que se puede ver con su ejemplo cómo incluso un pequeño grupo de individuos puede tener un impacto muy grande.
Imaginá si tenemos toda una generación de individuos que están realmente conectados con 2070, 2090 y están realmente decididos.
También tenemos lecciones de la historia. Por ejemplo, Islandia era casi inhabitable en 1900, pero luego convirtió sus desventajas en ventajas.
Las aguas frías en realidad no eran una desventaja porque eran muy ricas en peces. Los volcanes tenían energía geotérmica que podíamos usar para calentar nuestras casas.
Y al igual que el celular llegó a los lugares más remotos de África en los que nunca tuvieron un teléfono fijo, se podría esperar que cuando expandamos la energía solar y la térmica, los vehículos eléctricos y cosas por el estilo podamos ver que las cosas suceden más rápido de lo que esperábamos.
Algunos lugares pasarán tal vez de la quema de madera directamente a los paneles solares, al igual que Islandia pasó directamente de la quema de turba a la energía geotérmica. No tuvimos prácticamente plantas a carbón.
Así que quiero tener esperanzas, pero tal vez como sucedió con la Segunda Guerra Mundial, las cosas no ocurran de manera lineal.
Naciones Unidas salió de la Segunda Guerra Mundial. Quizás algo grandioso no suceda gradualmente.
Quizás el coronavirus fue la gran lección que nos mostró cuán interconectados estamos y cómo la salud de una persona se basa en la salud de todas las demás.
-Dedicaste el libro a tus hijos, nietos y bisnietos. “El tiempo es el tiempo de las personas que conocés y amás y de las personas que conocerás y amarás”, decís, y que todo lo que hacemos importa, que creamos el futuro todos los días. ¿Cuál sería tu mensaje final para nuestros lectores?
Magnason: -Creo que todas las generaciones quisieron dejar un mundo mejor para sus hijos.
Estamos ante este difícil dilema. Todos los días cuando ponemos más CO2 en la atmósfera, en realidad lo estamos poniendo como una carga para las generaciones futuras.
Estamos creando el futuro de esa manera y cualquier cosa que hagamos para reducir eso mejorará ese futuro.
Un niño que nazca hoy llegará a la edad de Biden, el presidente de Estados Unidos, hacia 2099. Imagina que una persona nacida hoy podría convertirse en presidente ese año.
Todas las políticas de hoy están en correlación directa con los desafíos que enfrentará ese futuro presidente o presidenta. Entonces, estamos sentando ahora las bases para los desafíos que enfrentarán en 2099.
Sí, creamos el futuro todos los días y tenemos que ser conscientes de ello.
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