La cuenca amazónica, exuberante masa verde que se extiende por nueve países en Sudamérica, es uno de los mayores territorios naturales del planeta, con una abundante vida salvaje que late bajo el calor tropical y ríos que lo surcan como venas azules
Es un bioma que alberga más de tres millones de especies y su frondosa vegetación absorbe mediante la fotosíntesis inmensas cantidades de carbono, algo clave para frenar el calentamiento global causado por los gases de efecto invernadero.
Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) han aumentado 50% en los últimos 50 años, alcanzando más de 40.000 millones de toneladas en el mundo en 2019. Hasta hace poco, la Amazonía venía absorbiendo gran parte de esa contaminación: casi 2000 millones de toneladas por año. Pero en las últimas cinco décadas el hombre también ha deforestado y quemado franjas enteras para destinarlas a la ganadería y la agricultura.
Luciana Gatti, que trabaja en el Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil, ha pasado los últimos años analizando cuánto carbono emite la Amazonía y cuánto absorbe, atenta a las señales del escenario más temido: que la destrucción del territorio lo empuje hacia un punto de no retorno y transforme gran parte de la selva en sabana.
Los científicos aseguran que pasar ese umbral sería catastrófico: en lugar de ayudar a combatir el cambio climático, la Amazonía pasaría a acelerarlo, porque la extinción en masa de sus árboles implicaría el retorno a la atmósfera del equivalente a 10 años de emisiones de carbono.
La destrucción ya se está acelerando, especialmente desde que el presidente Jair Bolsonaro asumió el cargo en 2019 en Brasil, hogar del 60 por ciento de la Amazonía, con un impulso para abrir tierras protegidas a la agroindustria y la minería.
Las conclusiones de Gatti y su equipo fueron publicadas en la revista Nature. Y son desalentadoras. Primero: la Amazonía ya se transformó en una fuente neta de carbono, principalmente debido a los fuegos provocados por el hombre. Segundo: incluso restando las emisiones provenientes de los incendios, el sudeste de la Amazonía igualmente emite más carbono del que absorbe. Así, esa región -corazón del sector ganadero en Brasil, mayor productor y exportador mundial de carne y soja-, no precisa otro empujoncito humano para expulsar carbono a la atmósfera: lo está haciendo por sí misma.
La Amazonía se convirtió en una fuente de carbono mucho antes de lo que esperábamos. Eso significa que también alcanzaremos ese escenario horrible mucho antes de lo previsto.
La destrucción se ha acelerado, especialmente en Brasil, que alberga el 60% de la Amazonía, con la llegada al poder en 2019 del presidente Jair Bolsonaro. Bajo su gobierno, la deforestación en la selva pasó de un promedio anual de 6500 km2 en la década anterior, a alrededor de 10.000 km2, un área equivalente a la superficie de Jamaica o Líbano.
Una vasta planicie de pasturas y soja se extiende hasta el horizonte, salpicada apenas por vacas y algunos bosques o árboles solitarios. Es difícil imaginar que en otro tiempo estuvo todo cubierto por una densa vegetación. Pero cuando Jordan Timo Carvalho se mudó allí, en 1994, los aspirantes a ganaderos tenían antes que dedicarse a la dura tarea de deforestar para despejar la tierra.
Siete de los 10 municipios que más gases emiten en Brasil se encuentran en la Amazonía, donde los árboles que se queman son sustituidos por ganado, emisor de metano. Muchos ganaderos dicen que criar animales en la Amazonía es una de las formas más fáciles de hacer dinero.
El proceso es simple: primero se talan los árboles -que se venden a un maderero- y lo que sobró en el terreno se quema.Luego se planta el césped, se coloca una cerca y se trae el ganado para dejarlo pastar. Una vez cebado, el ganado que cabe en un camión puede venderse por unos 110.000 reales (20.000 dólares).
De esta forma el suelo se agota rápidamente. Pero basta con ir en busca de nuevas superficies para despejar y repetir el proceso, algo relativamente fácil para quienes están dispuestos a apropiarse de tierras públicas. Los ambientalistas afirman que la destrucción ha avanzado más descaradamente bajo el gobierno de Bolsonaro, un excapitán del Ejército que, en tono irónico, se ha apodado a sí mismo “capitán motosierra”.
De esta forma el suelo se agota rápidamente. Pero basta con ir en busca de nuevas superficies para despejar y repetir el proceso, algo relativamente fácil para quienes están dispuestos a apropiarse de tierras públicas.Los ambientalistas afirman que la destrucción ha avanzado más descaradamente bajo el gobierno de Bolsonaro, un excapitán del Ejército que, en tono irónico, se ha apodado a sí mismo “capitán motosierra”.
Los gobiernos deberían impedir esas importaciones, argumenta. “Si quieres proteger la Amazonía, deja de consumir los productos que fomentan su destrucción”.
Fotos: Carl De Souza; Mauro Pimentel, Evaristo Sa y Florence Goisnard para AFP
Edición fotográfica: Fernanda Corbani