Cada vez más nervioso, Vladimir Putin prepara a los rusos para un conflicto prolongado
El líder ruso ya dejó de fingir que la vida sigue con normalidad, algo evidente tras el inmediato reconocimiento de las bajas que le infligió Ucrania durante el fin de semana
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NUEVA YORK.- En las imágenes difundidas por el Kremlin en la víspera de Año Nuevo, se ve al presidente Vladimir Putin conversando con soldados y exhortándolos a “No ceder en nada: solo debemos luchar y seguir adelante”. Y agregó: “Por supuesto que queda mucho por hacer.”
Mientras avanza el invierno y se acerca el primer aniversario de la invasión de Rusia a Ucrania, Putin ha abandonado sus anteriores esfuerzos por blindar a la opinión pública rusa del sufrimiento de la guerra y ahora busca preparar a los ciudadanos, y a sus propios militares, para la larga lucha que tienen por delante.
“Está mucho menos relajado y mucho menos optimista que antes”, dice Tatiana Stanovaya, analista rusa que estudia a Putin para su consultora de análisis político R.Politik. “Se le nota cierta ansiedad, y un deseo de movilizar todas las fuerzas posibles para lograr sus objetivos”.
Durante el feriado extendido de Año Nuevo, Putin mantuvo un perfil bajo y no hizo declaraciones sobre el ataque de Ucrania del fin de semana sobre la ciudad de Makiivka, donde según Rusia murieron 63 de sus soldados, aunque Ucrania asegura que fueron cientos. El resultante diluvio de críticas de los blogueros rusos proguerra en las redes sociales tuvo como blanco a los comandantes militares, pero no a Putin, un patrón que se repite después de meses de reveses para Rusia en el campo de batalla.
En la ceremonia conmemorativa que se realizó el martes en la ciudad de Samara, de donde eran oriundos varios de los muertos en Makiivka, se escucharon pedidos de venganza contra Ucrania, según videos e informes de la prensa local. Pero la información no mencionaba críticas contra los comandantes militares a cargo de la guerra.
Sin embargo, la respuesta inusualmente rápida del Ministerio de Defensa ruso, que reconoció las bajas masivas en Makiivka un día después del ataque y prometió “toda la ayuda y los recursos necesarios” para las familias de los muertos, refleja la intención del Kremlin de mostrarse más transparente con el pueblo ruso que durante los primeros meses de la guerra.
Nueva postura
La nueva postura del Kremlin contrasta con la adoptada en abril tras el hundimiento del Moskva, nave insignia de la flota rusa en el Mar Negro. El Kremlin nunca reconoció que la nave había sido hundida por misiles ucranianos, y tampoco actualizó su cifra inicial de un marinero muerto y 27 desaparecidos, para indignación de los familiares de la tripulación.
Durante gran parte del año pasado, Putin proyectó un aire de confianza y dejó que la vida dentro de Rusia continuara con normalidad. Su pacto con el pueblo ruso era muy claro y directo: si nos dejan la política y el combate a nosotros, no sentirán demasiado los efectos de nuestra justificada “operación militar especial” en Ucrania.
Todo eso se cayó en septiembre, cuando la contraofensiva de Ucrania sorprendió al Kremlin y Putin ordenó una leva militar que los halcones proguerra tildaron de “tardía”. Ahora, Putin redobló sus esfuerzos para sumar a la sociedad rusa a su aventura bélica.
El nuevo enfoque quedó de manifiesto el sábado, cuando el mandatario ruso rompió con la tradición y pronunció su discurso de Año Nuevo, que suele ser visto por gran parte de la población, no desde el Kremlin, sino desde una base militar y con personal uniformado de fondo.
El discurso anual de Putin suele estar lleno de lugares comunes ajenos a la política, antes de la cena de Año Nuevo de millones de familias rusas. Pero esta vez Putin presentó el relato de un Occidente empeñado en destruir Rusia. “Occidente mintió sobre buscar la paz mientras se preparaba para la agresión. Están usando cínicamente a Ucrania y a su pueblo para debilitar y dividir a Rusia”.
Fue el ejemplo más reciente, y quizás el más notable, de la intención de Putin de preparar a los rusos para una guerra prolongada.
Los funcionarios norteamericanos dicen advertir que el Kremlin finalmente empieza a aprender de sus errores en el campo de batalla. Rusia ha mejorado sus defensas, está enviando más tropas al frente, y puso a cargo de la guerra a un solo general, que en noviembre logró organizar la retirada de la ciudad ucraniana de Kherson sin demasiadas bajas que lamentar.
Los comandantes rusos también han tenido que refrenar públicamente sus ambiciones. El 22 de diciembre, el jefe del Estado Mayor ruso, el general Valery Gerasimov, dijo que el enfoque actual de Rusia se limitaba a tratar de capturar el resto de la región de Donetsk, en el este de Ucrania.
Menos triunfalismo
“Hay menos triunfalismo”, dice Ruslan Leviev, analista militar ruso del grupo de análisis Conflict Intelligence Team. El analista dice estar sorprendido por la rapidez con la que el Ministerio de Defensa ruso reconoció las pérdidas en Makiivka, y señala que suele tardar mucho tiempo más en admitir un gran número de bajas, si es que lo hace.
El propio Putin parece estar cambiando su enfoque el frente interno: mientras busca evitar cualquier posible descontento por las terribles consecuencias de la guerra, al mismo tiempo trata de movilizar a los rusos para que la apoyen más activamente el esfuerzo bélico. De hecho, en Rusia circulan fuertes rumores de que Putin pronto ordenará un nuevo reclutamiento para enviar más hombres al frente.
En Occidente, los funcionarios estiman que en los combates han muerto o resultado heridos más de 100.000 miembros del servicio activo ruso, y el Banco Central de Rusia informó que en 2022 la economía del país se contrajo un 3%.
Por ahora, sin embargo, el sufrimiento de los rusos por la guerra no se ha traducido en un descontento generalizado entre la población. La economía ha resistido las sanciones occidentales mucho más de lo que algunos esperaban, y el aparato de propaganda televisiva del Kremlin ha sido eficaz a la hora de convencer a muchos rusos de que la invasión de Ucrania es, como afirma Putin, una guerra defensiva a la que Rusia fue empujada por Occidente.
Si bien la muerte de los soldados rusos en Makiivka desató indignación generalizada en las redes sociales, dentro de Rusia hubo pocas críticas directas a Putin por el incidente, que casi no fue tratado en la televisión estatal. Los blogueros proguerra dijeron que el elevado número de muertos podría haber sido menor si los oficiales al mando hubieran seguido precauciones básicas, como distribuir a los soldados recién llegados en lugares más seguros, en vez de agruparlos cerca de las municiones.
Para el Kremlin, la guerra no es la única fuente posible de volatilidad política para el 2023. Las próximas elecciones presidenciales de Rusia están programadas para marzo de 2024, y si bien el actual líder ruso no enfrentaría una verdadera competencia electoral, la fecha ha cobrado gran importancia, porque los analistas y miembros de la élite rusa creen que en ese momento Putin, de 70 años, podría finalmente dejar en claro quién es su delfín.
La analista Tatiana Stanovaya cree que muy probablemente Putin vuelva a postularse: los cambios constitucionales introducidos en 2020 le permiten permanecer en el poder hasta 2036. Y también cree que las tensiones dentro de dos facciones de la élite rusa —los halcones que exigen una escalada de la guerra y los “pragmáticos” que buscan evitarla— no harán otra cosa que profundizarse durante el año que acaba de empezar.
“Me parece que el año 2023 será decisivo, y que hasta cierto punto determinará para qué lado se inclinará la balanza”, dice Stanovaya. “En este momento, estamos en una especie de línea peligrosa”.
Anton Troianovski y Anatoly Kurmanaev
(Traducción de Jaime Arrambide)
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