Cada vez más confiado, Al-Assad recupera terreno y contiene a una rebelión dividida
En las últimas semanas se produjo un giro que cambió el equilibrio de fuerzas
BEIRUT.- Hasta hace no mucho tiempo, los rebeldes hacían llover fuego sobre las afueras de Damasco con sus morteros, los soldados del régimen desertaban en masa y circulaban informes de más territorios arrebatados al control del presidente Bashar al-Assad.
Cuando sus pérdidas aumentaron, Al-Assad desató todo el poder de sus aviones y sus misiles Scud, y agitó el temor de que, frente a la desesperación de ser derrotado, podía recurrir a las armas químicas.
Pero esa tendencia se revirtió. Durante las últimas semanas, los grupos rebeldes se mataron entre sí con creciente ferocidad, lo que les hizo perder terreno en el campo de batalla y los alejó de los mismos ciudadanos cuya liberación dicen propiciar. Al mismo tiempo, las potencias de Occidente que pidieron la renuncia de Al-Assad ahora se muestran reticentes a suministrarles armas a los rebeldes.
Aunque son pocos los que creen que Al-Assad podrá volver a ejercer su autoridad en toda Siria, hasta algunos de sus enemigos más acérrimos reconocen que su posición no era tan favorable como ahora desde hace muchos meses. Su resistencia y su capacidad de recuperación sugieren que logró cimentar un Estado más pequeño en Siria central con el firme apoyo de Rusia, Irán y Hezbollah, y que Al-Assad y sus seguidores probablemente consigan seguir limando de a poco el ya faccioso movimiento rebelde.
"Ahora, Al-Assad es poderoso, no como un presidente que controla su Estado, sino como un caudillo militar, como alguien que tiene más y mejores armas que los demás", dijo Hassan Hassan, comentarista sobre temas sirios del diario en inglés de Abu Dhabi, The National. "Al-Assad no es capaz de recuperar el control del país", agregó.
La guerra civil balcanizó el país: hay diversos grupos armados que controlan las distintas partes del país. El gobierno retiene el control de la capital y viene consolidando su control sobre importantes ciudades del Norte. Los rebeldes retienen grandes porciones del territorio norte y este del país, donde imponen sus propias leyes y a veces se matan entre sí. Los kurdos, la principal minoría étnica, controlan sus propias áreas y suelen enfrentarse con los rebeldes.
En total, cerca del 60% de la población siria vive en zonas controladas por el gobierno, mientras que los rebeldes tienen el control efectivo de entre el 60 y el 70% del actual territorio, según Andrew Tabler, un experto del Instituto Washington de Política de Medio Oriente. Esto se debe a que los rebeldes son más fuertes en las zonas rurales menos pobladas, dice Tabler.
Cambio
Pero ese punto muerto comenzó a cambiar cuando las fuerzas de Al-Assad hicieron retroceder a los rebeldes y lograron aliviar el cerco impuesto sobre la ciudad de Damasco. Hasta los combatientes que tenían esperanzas de que Al-Assad fuera derrocado, asesinado, encarcelado o exiliado como otros autócratas depuestos durante la "primavera árabe", empezaron a reconocer la nueva realidad.
"Si la revolución sigue así, la gente se rebelará contra nosotros", dijo un comandante rebelde desde Homs.
El ascenso de grupos vinculados con Al-Qaeda generó más divisiones aún dentro de la causa, y algunos combatientes sirios lamentan la injerencia de jihadistas internacionales que tienen su propia agenda de intereses.
Estados Unidos y sus aliados presionaron a Al-Assad para que deje el poder y hablaron de seleccionar grupos rebeldes para suministrarles armas. Pero los rebeldes dicen que hasta el momento no llegaron. "No quieren que caiga este régimen, por eso no hacen nada para ayudar", dijo el general Salim Idris, líder del Ejército Libre de Siria, un grupo permeable y difuso que viene solicitando ayuda.
La nueva situación fortaleció la confianza de Al-Assad, dijo Assem Kansou, miembro del Parlamento libanés y de la filial local del partido Baath, al que pertenece Al-Assad.
Kansou contó que hasta hace unos meses, cuando los rebeldes descargaban su artillería sobre Damasco, el presidente Al-Assad parecía preocupado. Pero el mes pasado su ánimo pareció mejorar, cuando el ejército logro empujar a los rebeldes fuera de la capital. "Ahora está aliviado", dijo Kansou. "Es una persona muy segura de sí misma, y trabaja paso a paso. Hay mucho que arreglar, pero Al-Assad está convencido de que esta crisis pasará, con todas sus consecuencias."
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