Búsqueda implacable: rastreó al asesino de su hija durante 26 años y lo encontró en otro país
La muerte fue el punto de partida para una investigación de más de dos décadas; ahora, peligra la extradición del delincuente desde Brasil hacia Colombia
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La vida de Martín Mestre quedó marcada por la tragedia hace casi treinta años con el asesinato de su hija. Corría la madrugada del 1 de enero de 1994 y Nancy Mariana le pidió permiso a su padre para irse a celebrar el año nuevo con Jaime Saade, un joven con quien salía desde hace un tiempo. El hombre los despidió y vio como su hija salía por la puerta de su casa en Barranquilla, Colombia, pero nunca mas volvió.
“Regresás a las tres”, le pidió a Nancy. “Cuidamela”, le dijo a él. Cerca de las seis de la mañana, el hombre se despertó y notó que su hija de 18 años no había regresado a casa. De inmediato, tomó el auto y salió a buscarla en los boliches de la ciudad con la esperanza de volver a verla, hasta que llegó a la casa de Saade.
La primera imagen que tuvo fue la de la madre de Jaime, que limpiaba el piso del departamento de su hijo, anexo a su casa, cuando apenas comenzaba el día. “Su hija tuvo un accidente, está en la Clínica del Caribe”, le dijo la mujer. Al llegar al sanatorio, se encontró al padre del joven quien le indicó que Nancy había tratado de suicidarse.
Martín no entendía cómo su hija había tomado esa decisión. Una enfermera le dijo que Nancy llegó al sanatorio envuelta en una sábana sucia llena de rastros de maleza, por lo que al padre no le cerró la versión del suicidio. La joven pasó los siguientes ocho días inconsciente, en estado grave y muriendo lentamente. Los Mestre acompañaron a su hija hasta que el 9 de enero su corazón dejó de latir. A Saade no se lo vio más desde aquel año nuevo.
Lejos de obsesionarse, como él mismo expresó, la muerte de su hija fue el punto de partida para una búsqueda de 26 años en la que no hubo descansos ni atajos para encontrar a Saade. “Desde ese día vivo en función de si lo capturan. No es una obsesión, es un deber como padre”, dijo el hombre de 79 años al diario El País.
Mestre llevó el caso de la muerte de su hija a la justicia y, en 1996, un juez condenó al que fuera novio de Nancy a 27 años de cárcel por homicidio y violación. El análisis forense arrojó que era imposible que la joven se hubiese suicidado, pues las marcas de pólvora estaban en la mano opuesta al lado de la sien por donde entró la bala. Asimismo, tenía golpes en los brazos, muslos y en la zona vaginal, y como restos de piel bajo las uñas, que señalaban que intentó defenderse. A partir de la sentencia, la Interpol emitió una orden de búsqueda internacional.
Casi tres décadas de investigación sin descanso
La condena de Saade nunca pudo ejecutarse. Desapareció sin dejar rastro y Mestre, que estuvo en la reserva de la armada colombiana, hizo un curso de inteligencia y durante 26 años trabajó con sigilo para acercarse a la familia del asesino de su hija a través de cuatro perfiles ficticios que construyó en redes sociales. Según reseñó el diario español, se trató de dos hombres y dos mujeres de origen árabe y que “vivían” en Aracataca, región de donde era la familia de Saade.
El tiempo corría en su contra, pues en julio de 2023 se cumpliría el fin de la condena del hombre y si no se lo localizaba antes de esa fecha, quedaría en libertad y sin cargos. Pero el caso dio un giro de 180 grados cuando, a fines de 2019, en los chats que Mestre mantenía con personas que sabía que eran cercanas a Saade, comenzaron a aparecer palabras claves que marcaron la ruta para encontrar al asesino, entre ellas “Belo Horizonte”, por lo que empezó a considerar la posibilidad de que estuviera escondido en Brasil.
No solo se mantuvo oculto en esa ciudad sino que además, el hombre hizo una vida paralela con nombre y documentación falsos e incluso se casó y tuvo dos hijos. La Interpol encontró a un empresario de 58 años que se hacía llamar Henrique Dos Santos Abdala y luego comprobaron su identidad al comparar sus huellas con las de un vaso que la policía tomó de un bar.
A fines de enero de 2020, Mestre recibió una llamada en su oficina y de inmediato comenzó a llorar, luego de 26 años dio con el asesino y ahora esperaba que la justicia brasileña y la colombiana arreglasen para iniciar la extradición. El hombre no lo podía creer.
Pero Martín no contaba con el que el Supremo Tribunal Federal de Brasil declarara un empate. De los cinco jueces que lo conforman, dos votaron a favor, dos en contra y uno estuvo ausente por lo que de acuerdo con los principios procesales, en caso de empate, se decidía en favor del acusado. “Buscaron la suerte del asesino de mi hija como si fuera un partido de fútbol”, expresó el padre indignado al diario español y aseguró que no cesaría de buscar justicia por la muerte de Nancy.
Los abogados de Mestre en Brasil y otro despacho internacional que lo asesora desde Washington evalúan las estrategias legales para que el Supremo repita la votación, pero no será tarea fácil, pues en el país carioca la prescripción del delito es de 20 años y ese plazo se cumplió antes de la detención de Saade en 2020.
No obstante, la versión de Jaime Saade es muy distinta. Mientras se decidía acerca de la extradición, estuvo detenido el año pasado y escribió una carta desde la cárcel donde relató: “Fui al baño y, después de algunos minutos, oí un disparo. Salí inmediatamente y la vi en el suelo, con mucha sangre y un revólver a su lado”.
Actualmente, no se ve con claridad el horizonte para lograr la extradición del asesino de Nancy. Una vez que se niega la extradición, no puede solicitarse de nuevo, por lo que Saade, podría quedar impune -salvo por una multa que pagaría en Brasil por ingreso ilegal y falsificación de documentos-.
Para Mestre, esta no es una respuesta concebible. El hombre expresó a El País que, de conseguir justicia, buscará que Saade hable: “Yo solo quiero saber por qué. Yo salí a la puerta y le dije ‘cuidamela’. Mirá cómo me la cuidó”, cerró el hombre que se convirtió en el investigador principal en el caso del asesinato de su hija la madrugada del año nuevo de 1994.
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