Brexit: las tres formas en que impactará en la Argentina
Terminaron 47 años de integración y tres años y medio de agonía. Empieza una nueva era, no tanto de gloria –como quiere Boris Johnson–, sino de incertidumbre.
La falta de certezas sobre el futuro británico no se sentirá hoy; se palpará en un año y después. Hasta ahora la duda era si Gran Bretaña efectivamente dejaría la UE y cómo lo haría; esa pregunta se cerró. Londres dejó el bloque –el experimento de integración más exitoso del mundo– de común acuerdo con Bruselas. No hay vuelta atrás.
Desde hoy, se abren otras incógnitas para los británicos, más existenciales que el Brexit: ¿cuánto sufrirá su economía en solitario?; ¿cuánta influencia global tendrá Gran Bretaña sin el poder de fuego de la UE?; ¿podrá el reino mantener su propia unidad? Para la Argentina, esos interrogantes parecen tan distantes como indica la geografía. No lo son.
Pero en todos esos interrogantes, en el Brexit en definitiva, hay oportunidades, riesgos y una advertencia para el país. Esas ventajas y desventajas se despliegan a lo largo de tres ejes en los que el Brexit podría afectar al país.
La soberanía de Malvinas
No le da lo mismo a la Argentina que Bruselas se divorcie de Londres a que lo haga de cualquier otra capital, incluso las más poderosas, París y Berlín. La historia común con Gran Bretaña incluye una guerra reciente y es más dolorosa.
Cuando el Brexit comenzó a insinuarse, entre 2017 y 2018, como un sueño mucho más difícil de concretar de lo que habían pensado sus promotores, la administración de Mauricio Macri vio una oportunidad para plantear el tema de la soberanía de las islas si Londres se iba sin acuerdo de la UE y se enemistaba de Bruselas. Imaginó una Gran Bretaña sin un respaldo clave frente a un tema en el que Europa siempre le garantizó su apoyo más abierto.
En 1982, 10 días después de que comenzara la guerra, la entonces Comunidad Europea prohibió todas las importaciones argentinas a sus 10 países miembros. Fueron las sanciones más fuertes que impuso hasta ese momento. La UE formalizó ese tipo de respaldo en 2009, en el tratado de Lisboa, por el cual todos los integrantes del bloque se comprometieron a apoyar a otros miembros en caso de reclamos de soberanía de terceros países.
Gran Bretaña ya no contará con ese aval automático, una ventaja obvia para la Argentina en caso de que el gobierno de Alberto Fernández decida recuperar el debate sobre la soberanía de Malvinas, como ya insinuó. Pero sería prematuro y riesgoso especular que, sin el blindaje diplomático de Europa, Londres discutirá desde una posición de debilidad o aislamiento.
Desde el día en que fue votado por los británicos, el Brexit fue temido y resistido por los malvinenses. Los angustia el futuro de su estatus político y la supervivencia. El primero, precisamente porque Londres deja de contar con el escudo europeo en la disputa con la Argentina. La segunda porque el mayor producto de su economía –el calamar– va casi en su totalidad a Europa y podría ser arancelado si Londres no negocia, lo antes posible, un acuerdo de libre comercio con Bruselas.
A fin del año pasado, el premier Johnson prometió a los habitantes de la isla que cuidaría tanto el estatus como la economía. No solo lo hará para cuidar el territorio de ultramar sino porque Gran Bretaña también podría tener sus propios divorcios en puerta.
Escocia amenaza ya con un nuevo referéndum independentista; prefiere a la UE antes que a Gran Bretaña. Y en el Ulster empieza a circular una idea que antes parecía desquiciada: unir a Irlanda del Norte con Irlanda para permanecer con Bruselas.
De concretarse una y otra salidas, Gran Bretaña no sería más que una pequeña isla, muy diferente del sueño de imperio renacido que promete el premier. Parece improbable que el gobierno de Johnson acceda entonces a negociar la soberanía de Malvinas, aun si no cuenta con el poder de fue diplomático de la UE.
Dos economías en problemas
El desafío de Johnson será no solo reconstruir las alianzas políticas que le permitan recuperar influencia global por fuera de la UE sino también buscar nuevos mercados para compensar la salida del bloque y reanimar una economía aletargada, que perdió cientos de miles de millones de dólares durante el proceso de Brexit. El primer mercado al que apuntará será precisamente Europa; en los próximos meses intentará llegar a un acuerdo de librecomercio con Bruselas.
Así como el Brexit fue una tortura para los negociadores, tampoco será fácil alcanzar ese trato. Ante esos fantasmas, Londres apuesta también a un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Con toda fanfarria, Donald Trump se lo prometió a Johnson; pero la buena relación entre ambos dirigentes podría trastabillar luego de que Londres aprobara, la semana pasada y contra la advertencia norteamericana, el 5g de China.
Si se amiga con la apertura comercial, la Argentina de Fernández podría sacar provecho de las necesidades británicas pos Brexit. El volumen comercial entre ambos países es bajo, apenas se acerca a los 1500 millones de dólares anuales.
Entre las principales exportaciones desde el país a Gran Bretaña están las frutas y el vino, productos que Londres importa casi en su totalidad de Europa. Quizás en ampliar esas ventas y aprovechar esa oportunidad haya un camino que acerque a ambos países y favorezca a las dos economías.
Las integraciones, en la mira
El comercio fue, de hecho, la vía en la que la Europa de la posguerra intentó reacercarse y construir una camino hacia la paz durable. Ese experimento se transformó eventualmente en la mayor integración de la historia. Hoy esa unidad está en la mira. Europa tiembla no solo por el impacto que tendrá en su economía y en su geopolítica el Brexit sino también porque teme que, si a Gran Bretaña le va bien, otros sigan su camino.
La señal de alerta vale para también para el Mercosur, un proyecto que tuvo como espejo a la UE. ¿Si Gran Bretaña deja el bloque y tiene éxito, qué dirá el Brasil de Jair Bolsonaro, siempre tan escéptico sobre el Mercosur? ¿Qué pasaría entonces con el bloque sudamericano y el mayor socio comercial de la Argentina? El efecto imitación es la advertencia que el Brexit le trae al país.
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