Brasil-Serbia en el Mundial Qatar 2022: líderes nacionalistas, cercanía con Putin y la batalla por la verdeamarela
Los dos países mantienen su vínculo con el Kremlin pese a la invasión a Ucrania y sus presidentes tienen liderazgos similares, al menos hasta fin de año, cuando Bolsonaro terminará su mandato
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, se fue quedando cada vez más solo desde que lanzó la guerra en Ucrania el 24 de febrero. Pero un grupo de países no lo abandonaron. Entre ellos están Serbia –su principal aliado en Europa- y Brasil, desde América de Sur.
Un vínculo amistoso con el Kremlin, mientras en los organismos multilaterales condenan la invasión a Ucrania, es uno de los puntos que unen al país de los Balcanes y al gigante sudamericano, que este jueves se enfrentan en su debut en el Mundial de Qatar.
Serbia es un tradicional aliado de Moscú y de hecho esa relación está complicando el proceso de ingreso a la Unión Europea. A pesar de votar en contra de la invasión en la ONU, el presidente, Aleksandar Vucic, en el poder desde 2012 y reelecto este año, no da señales de querer distanciarse del Kremlin.
Según un informe del Real Instituto Elcano, su relación con Putin –que, según dice, también es personal- se basa en tres pilares: además de las relaciones históricas y culturales entre ambos países, los une un acuerdo de suministro de gas ruso a Belgrano a precio preferencial y el respaldo de Moscú en la ONU –donde tiene poder de veto- para bloquear el reconocimiento de Kosovo como estado independiente. Mientras Serbia no avance en sanciones hacia Rusia, como le exige la UE, la adhesión al bloque, que comenzó formalmente hace diez años, seguirá trabada. Pero esta política no es nueva en la gestión de Vucic: en 2014, tras la anexión de Crimea, Serbia también se negó a imponer sanciones contra Moscú.
Vucic tiene respaldo popular para mantenerse firme en su negativa ante las exigencias de Bruselas: este año, por primera vez en dos décadas, son más los serbios que votarían en contra del ingreso a la UE que a favor, según una encuesta. El giro probablemente está fundado en la guerra en Ucrania: en Serbia todavía están abiertas las heridas del bombardeo de la OTAN en 1999, durante la guerra de Kosovo.
En el caso de Brasil, la situación es similar: condenas en los organismos multilaterales, pero con vínculos todavía vigentes. Jair Bolsonaro se reunió con Putin en Moscú apenas ocho días antes de la invasión a Ucrania –cuando ya las advertencias eran globales-, y poco después de una polémica gira de Alberto Fernández por Rusia y China.
Bolsonaro dice que su país es “neutral” frente a la guerra y también se opuso a aplicar sanciones contra Rusia. La motivación es principalmente económica (y era también electoral): Brasil necesita importar fertilizantes rusos para el agro, uno de los pilares de la base de votantes del líder de ultraderecha. De todas maneras, no está previsto que la situación cambie con la asunción de Lula Da Silva, el próximo 1° de enero. Putin lo felicitó tras la elección y abogó por continuar con la “cooperación constructiva” entre ambos países, socios de los Brics.
Nacionalismo
Por otro lado, mientras en Serbia el nacionalismo está instalado culturalmente, en Brasil fue un recurso explotado por Bolsonaro durante sus cuatro años de gobierno.
Vucic ganó las elecciones de abril en primera vuelta y formó gobierno el mes pasado, con el respaldo suficiente para reforzar aún más un régimen populista y nacionalista, denunciado por un retroceso democrático, en un contexto en el que además ganan terreno los partidos de ultraderecha.
El nacionalismo tradicional en esta nación de los Balcanes está exacerbado por sus conflictos con otras naciones surgidas de la exYugoslavia, además de su disputa con Kosovo, la antigua provincia serbia que declaró su independencia en 2008 con el apoyo de Washington, pero que Belgrado no reconoce.
Por su parte, en Brasil, el nacionalismo encontró su máxima expresión en la presidencia de Bolsonaro, quien utiliza ese discurso para unificar a su base, una fuerza que más allá de la derrota en las presidenciales seguirá teniendo mayoría en el Congreso. En una expresión simbólica de este nacionalismo, Bolsonaro convirtió los colores la bandera de Brasil en los colores de su campaña, por lo que en este Mundial comenzó con el temor de que la camiseta verdeamarela cayera en la grieta.
Alerta por esta situación, Lula lanzó una campaña para reivindicar los colores de la camiseta. “Brasil hexa, Lula tri: verde y amarillo son los colores de quien siente amor y apoya el país”, dijo en alusión al tercer mandato que asumirá en enero y a su apuesta a que la seleçao se alce por sexta vez con la Copa del Mundo y deje a Brasil en un clima de euforia en vísperas de su asunción. Para alimentar esta ilusión, el líder del PT lanzó un dato histórico, de esas coincidencias que todo hincha abraza: “En 2002, fui electo y Brasil fue campeón”.
Em 2002 foi Lula eleito e Brasil campeão 🇧🇷🏆 Coincidências? Entre nos grupos de Zap da Copa e vem torcer junto! #EquipeLula https://t.co/BHFulcPe4D pic.twitter.com/mZFWSW3BtX
— Lula (@LulaOficial) November 22, 2022
“Contexto Mundial” es una serie de videos breves que ofrecen una lectura geopolítica de los cruces entre distintos países en Qatar 2022. Podés ver todos los videos en este link.