RÍO DE JANEIRO (AFP).- "Río está en una guerra civil velada. La gente de bien se va a armar para defender a su familia, su propiedad y será una guerra abierta si las autoridades no actúan", advierte el empresario Armando Piccinini en un club de tiro en Nitéroi, frente a Río de Janeiro.
Desde el asesinato de su padre en 2002, Piccinini, de 52 años, decidió que su seguridad dependía de sí mismo y hoy aboga por la liberación del uso de armas de fuego, una de las banderas del candidato ultraderechista Jair Bolsonaro.
En Calibre 12 se respira olor a pólvora y cierto aire de camaradería.
El debate sobre la liberalización del uso de armas cobró un tinte inesperado el jueves, cuando el excapitán del Ejército que lidera las encuestas a las elecciones del 7 de octubre fue apuñalado en un mitin en Minas Gerais.
"Todos apoyamos a Bolsonaro", sostiene Paulo Alberto, de 55 años, otro de los 210 afiliados del club, lugar de encuentro de quienes quieren entrenarse con el gatillo como práctica deportiva o para conseguir una autorización de tenencia o porte de arma.
"Vivo cerca de una favela y me ha despertado un tiroteo. Hoy en día uno sale de su casa y no sabe si vuelve. Los ciudadanos de bien exigimos el derecho a defender a nuestra familia, nuestro patrimonio", sostiene.
En Brasil, el porte y la tenencia de armas están regulados por el Estatuto de Desarme, una ley de 2003 que Bolsonaro pretende derogar.
Su postura le ha valido varias polémicas, como cuando en julio se hizo viral un video en el que aparecía Bolsonaro enseñándole a una niña a imitar un revólver con las manos.
Para comprar armas de fuego hay que tener al menos 25 años y presentar comprobantes de aptitud psicológica y capacidad técnica, así como una "declaración de efectiva necesidad". En otras palabras, el solicitante debe justificar por qué quiere un arma.
"La 'declaración de efectiva necesidad' es la mayor mentira del mundo. ¿Necesito una declaración de necesidad para comprar un auto? ¿Para qué voy a comprar un auto? ¿Para tenerlo en el garaje?", dice Rildo Anjos.
"¿Para qué quiero un arma? ¡Para proteger mi bien mayor, que es mi vida!", prosigue.
En 2016 Brasil alcanzó su mayor tasa de homicidios: 30,3 por 100.000 habitantes. Fueron 62.517 asesinatos, 44.475 de los cuales se cometieron con armas de fuego.
Pero en el club Calibre 12, Paulo Alberto insiste en que el Estatuto privó a "los ciudadanos de bien del derecho a la legítima defensa, garantizado en la Constitución.
"Nos sacaron nuestro principal medio de defensa. Eso favoreció a la delincuencia", insiste.
Cuando se les pregunta si alguno ha tenido que usar su arma en la calle, en Calibre 12 hay risas incómodas y una respuesta: "A uno no le gusta hablar de eso".
Fotos de Daniel Ramalho
Edición fotográfica de Dante Cosenza
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