Brasil parece no tener rumbo, pero Jair Bolsonaro se consolida como favorito para 2022
La mala gestión de la pandemia, el desempleo y el aumento de la pobreza no hacen mella en el apoyo que el mandatario ultraderechista mantiene en algunos sectores del electorado
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RÍO DE JANEIRO. Brasil ocupa hoy el segundo lugar en el ránking mundial de muertes por Covid-19 y sigue sumergido en una crisis sanitaria que parece no tener fin. La tasa de desempleo fue récord en 2020, alcanzando los 13,5%, lo que significa que 13,4 millones de brasileños están fuera del mercado de trabajo. Durante la pandemia, economistas estiman que 22 millones de personas empobrecieron. Si a esto se suman medidas que causan alarma en un amplio sector de la población, como la decisión de eliminar impuestos para la importación de armas, parece difícil entender por que hoy el presidente Jair Bolsonaro es el favorito para las elecciones presidenciales de 2022. Pero lo es.
Esta realidad es admitida por empresarios, militares afines y críticos, intelectuales y analistas políticos en general. Quien conoce bien a Bolsonaro sabe que el jefe del Estado está desvelado por su reelección. Esa es su gran preocupación y lo que está por detras de sus principales actos. Para muchos, por ejemplo, fue una locura cambiar al presidente de la estatal Petrobras y dejar el cargo en manos del general Joaquin Silva e Luna, exministro da Defensa.
El argumento del presidente fue la necesidad de contener los aumentos de precios en el mercado interno (ya fueron cuatro reajustes de los combustibles este año) y las encuestas que circularon en los últimos días mostraron que más del 50% de los brasileños estuvieron de acuerdo con la intervención. Entre los seguidores de Bolsonaro, este apoyo sube al 74%. La Bolsa de San Pablo se desplomó, pero el presidente no titubeó. En palabras de un militar que perteneció a su gobierno, “Bolsonaro no gobierno, hace campaña”.
Desde que llegó al poder, el jefe del Estado olvidó promesas de campaña emblemáticas, como el combate implacable a la corrupción. Se alió a los llamados partidos del Centrão (centro), permanentemente bajo sospecha de negociados non santos, para tener una base política que le permitiera, entre otros objetivos, tener aliados en las presidencias de la Cámara de Diputados (Arthur Lira, de Progressistas) y del Senado (Rodrigo Pacheco, Democratas), ambos elegidos a principios de febrero. Si con el crítico Rodrigo Maia, que finalizó su mandato como presidente de la Cámara baja, los más de 30 pedidos de impeachment del presidente no prosperaron, en el próximo año el tema estará fuera de agenda.
Para el profesor de Relaciones Internacionales Mauricio Santoro, de la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ), “hoy la aprobación a Bolsonaro está alrededor del 30%. Para sus electores, el acuerdo con el Centrão fue un mal necesario, está justificado. A este sector se lo calma con medidas más radicales como la liberación de la compra de armas y temas culturales y religiosos”.
A los liberales, que festejan la permanencia en el gobierno del ministro de Economía, Paulo Guedes, a pesar de su notable debilitamiento, Bolsonaro los contenta con iniciativas como la autonomía del Banco Central y el anuncio de futuras privatizaciones. Si la elección fuera hoy, asegura Santoro, “Bolsonaro sería reelegido”. “Tenemos un 70% que no es bolsonarista, pero ese porcentaje de electores está muy fragmentado. Hasta dentro de la izquierda tenemos divisiones. Están los que siguen a Lula y los que quieren una alternativa”, amplió Santoro.
Por decisión de Lula, ya está en campaña el exalcalde de San Pablo Fernando Haddad, derrotado por Bolsonaro en la segunda vuelta de las presidenciales de 2018. Muchos todavía creen que Lula será, finalmente, el rival del presidente, pero sus procesos judiciales son un gran obstáculo. Está claro que ese sería el mejor escenario para ambos.
Lo que Bolsonaro más teme, se sabe, es tener que enfrentar un adversario que le pueda quitar votos del centro y la derecha. Por eso su clara estrategia de neutralizar opositores que puedan competir por el electorado que fue clave para su victoria en 2018. Dirigentes como el exministro de Justicia Sergio Moro o el exministro de Salud Luiz Henrique Mandetta son considerados los más peligrosos porque sus discursos penetran en electores del presidente. “Bolsonaro no fue elegido por su base más fiel, fue electo con votos de centro y derecha que estaban y están muy definidos como anti-PT”, explicó el consultor privado Rafael Favetti.
Según sus cálculos, el bolsonarismo duro no pasa del 15%. “Hoy no existe un nombre con fuerza para ocupar ese espacio. En Brasil, las candidaturas surgen de los partidos y hoy la gran mayoría de los partidos está más preocupada en disputar gobiernos regionales. Para la pelea nacional tendremos a Bolsonaro, al PT, al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y alguno más”, aseguró el consultor.
Por otro lado, completó, nadie tiene, como el presidente el control de las redes sociales. “La izquierda sigue con la vieja idea de ocupar las calles. El único que entiende y sabe cómo manejar las redes sociales, que hoy tienen más influencia que las calles, es el presidente. Y cada uno que se le pone en frente es destruido por su ejército virtual”, opinó Favetti.
Muchos nombres circulan, de adentro y afuera del sistema político, pero hoy el de mayor peso es el de Bolsonaro. Con más de 6000 militares ocupando cargos en su gobierno –record incluso comparado con la última dictadura–, el jefe del Estado mantiene el apoyo crucial de las Fuerzas Armadas.
Existe preocupación, lógicamente, por el daño que los desastres del gobierno puedan causar en la imagen de la corporación militar. Inquieta, sobretodo, la responsabilidad que cargará el ministro de la Salud, el general Eduardo Pazuello, por la tragedia de la pandemia. Pero esos temores se expresan por lo bajo. Públicamente los militares siguen fieles a Bolsonaro y, lejos de ser un factor de moderación en su gobierno –como muchos pensaron–, no parecen escandalizarse con nada.
“Los militares seguirán con Bolsonaro hasta el final. Los empresarios podrían alejarse, pero militares, evangélicos y los grupos más conservadores son parte de la base bolsonarista”, dijo Santoro. La presencia cada vez mayor de militares –activos y retirados– en el gobierno tiene un trasfondo económico. Los mismos militares admiten, en charlas informales, que la ventaja económica de ocupar un cargo público atrae a muchos, en momentos de mayor necesidad. “El poder corrompe”, dijo un militar retirado. A la hora de decidir, los uniformados se inclinaron por aprovechar una oportunidad que, lo saben, no se volverá a repetir.
Brasil supero las 250.000 muertes por Covid-19, la situación es crítica en varios estados y los hospitales siguen llenos. Pero los números que prioriza Bolsonaro al final del día son los de las encuestas que, hoy, lo dan como mejor posicionado para la pelea por la presidencia en 2022.
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