Brasil, nuevo paraíso del narcotráfico
Se convirtió en un refugio para traficantes prófugos y en una base de operaciones para los envíos a Europa y el lavado de dinero
SAN PABLO.- La detención en San Pablo del narcotraficante colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía disparó la alerta: Brasil puede haberse convertido en un lugar más importante de lo que se pensaba para el multimillonario negocio del tráfico de drogas.
Refugio para traficantes en fuga; enlace para la distribución de drogas hacia Europa; proveedor de químicos para la producción; base para el lavado de dinero y mercado para el consumo. En todos los aspectos del negocio del narcotráfico, Brasil está aumentando su protagonismo más rápidamente que los intentos de combate y fiscalización.
Ramírez Abadía, alias "Chupeta" o "Lollipop", gozó de más de dos años de anonimato en San Pablo. Pero lo que más parecía atraerle era la facilidad con la que había practicado la parte más importante del negocio: hacer legal el dinero sucio.
En apenas dos años, abrió 16 empresas que estaban funcionando a la vista de todos. Desde negocios de computadoras hasta concesionarias, desde estancias para el cultivo de peces hasta empresas de blindaje de automóviles y bodegas para la venta de bebidas.
"La intensidad de las operaciones del narcotráfico en Brasil creció. Siempre había sido un corredor de pasaje de la droga que va para Europa, y también un centro proveedor de químicos para el refinamiento de la coca. Pero ahora también sirve como base de refugio de traficantes y de operaciones de lavado", dice a LA NACION el ex juez y ex jefe de la Secretaría Nacional Antidrogas durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, Walter Maierovitch.
Según el especialista, que actualmente preside el Instituto Giovanni Falcone de Ciencias Criminales, la Argentina también sabe bien lo que ocurre cuando un país se convierte en una zona de tránsito de la droga. "El país se transforma también en un centro de consumo, porque los traficantes pagan con droga el transporte, la corrupción de agentes del Estado y todos los servicios que necesitan. Y esa droga queda en el país", afirma.
El jefe de la Coordinación General de Represión a las Drogas de la Policía Federal, comisario Julio Bortolatto, trazó a LA NACION un panorama: "Este es un país con dimensiones continentales, frontera con diez países, tres de los cuales son productores de cocaína (Colombia, Perú y Bolivia), frontera con Paraguay, que produce marihuana y también tiene un poco de cocaína; tenemos una frontera seca de 16.400 kilómetros y una costa marítima de 7000 kilómetros, puertos y aeropuertos con una logística enorme para transportar cargas y personas para todo el mundo, el mayor centro financiero de América latina en San Pablo y 190 millones de personas". ¿Qué quiere decir todo eso? "Que la fiscalización no es fácil", resume Bortolatto.
Fiscalización cero
Para Maierovitch, crítico de las políticas nacionales antidrogas, no es que la fiscalización no sea fácil, sino que es negligente. Durante el gobierno de Cardoso, recuerda, se creó el Consejo de Control de Actividades Financieras (COAF). "Durante el segundo mandato [1998-2002] se descubrieron 469 operaciones sospechosas de lavado de dinero, algo que en un país desarrollado se localizaría en 15 minutos -afirma el ex juez-. Ese consejo vigila loterías, bingos, piedras preciosas, bolsas, inmuebles y otros posibles negocios que sirven para el lavado. ¿Sabe cuántas de esas operaciones se convirtieron en condena? Dos".
Según él, con los productos químicos ocurre lo mismo. "Ni Colombia ni Perú ni Bolivia tienen plantas que produzcan los químicos necesarios para el refinado en laboratorios de la pasta base de cocaína (éter y acetona, entre otros). Brasil, en cambio, tiene un industria química enorme". Según él, en Brasil, cualquier persona puede armar una empresa para revender productos químicos, comprar 100 litros de éter, rebajarlos con cualquier cosa, y quedarse con 50 litros de éter libres para venderle al narcotráfico. Y la fiscalización es cero".
El comisario Bortolatto dice discordar totalmente. "Tenemos una legislación muy eficaz y hacemos el control de 146 productos químicos diferentes. Todas las empresas que negocian algunos de esos productos químicos son investigadas", asegura.
Maierovitch retruca: "Se estima que Ramírez Abadía tiene 50 laboratorios de refinado en Colombia. ¿Los químicos que él utiliza de dónde son?". Y recuerda que cuando era jefe del organismo antidrogas había pedido que se investigaran las empresas químicas: las chicas y medianas estaban todas a nombre de testaferros y el lugar que alegaban como sede legal no existía.
Para el juez, la utilización de la selva como región de circulación de drogas es un mito. "La región amazónica, en que Colombia tiene frontera con Brasil, es apenas para operaciones pequeñas, porque es muy difícil transitar en medio de selvas y ríos. La droga en toneladas circula por rutas, aviones y barcos. Estos negocios son grandes, necesitan infraestructura. Cada tanto se hace alguna aprensión, pero hay una cifra internacional que es consenso: lo que se captura es entre el 5% y el 10% de todo lo que se trafica. Es decir, para ellos es un negocio perfecto."
Maierovitch critica la actuación de organismos norteamericanos como la DEA y el FBI, en países como Brasil y la Argentina. "Ellos, en lugar de cooperar, lo que hacen es cooptar a las policías locales para las operaciones que les interesan a ellos. Compran a los gobiernos con acuerdos de cooperación y apoyo financiero. Pero su único objetivo es que la droga no llegue allá [los Estados Unidos], no que no se trafique aquí."
Una aguja en un pajar
La cocaína y la heroína colombiana que va para los Estados Unidos usa la ruta mexicana. Pero la que va para Europa estaría utilizando a Brasil como base. Como dijo gráficamente el comisario Bortolatto: apenas el puerto de Santos transporta en un año 75 millones de toneladas de cargas por año. En ese contexto, algunas decenas de toneladas de cocaína y heroína son como una aguja en un pajar.
En un trabajo de investigación del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, el profesor Argemiro Procópio Filho es contundente: "Brasil procesa, importa y exporta varios tipos de drogas. Se volvió un centro de producción y consumo, además de proveer nuevas drogas alternativas y de haberse constituido en una pieza de ingeniería del crimen del narcotráfico internacional".
Se sabe, gracias a las escuchas telefónicas, que la droga del cartel del Norte del Valle (Colombia) iba para los Estados Unidos y no pasaba por Brasil. Pero el lucro sí: la facturación de España y Estados Unidos iba para México como si fuera una operación de exportación, de México era transferido para Uruguay, y de Uruguay, una vez más como una operación de exportación, llegaba a Brasil. Ese dinero se blanqueaba al ser presentado como lucros de las empresas de "Chupeta".
La droga que se consume en Brasil no suele ser colombiana -ésta sería muy pura y destinada para mercados de mayor poder adquisitivo-. Buena parte de la cocaína que se consume en Brasil viene de Paraguay (marihuana) y de Bolivia (cocaína). También llega droga desde las llamadas "firmas" peruanas. En general, todo ese tráfico es hecho por las rutas, en camiones o en avionetas. Según el ex secretario nacional de lucha contra el narcotráfico, el 80% de las pistas de aterrizaje de Brasil son clandestinas.
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