Coronvirus: "En una guerra no salimos a pasear", advierte un médico brasileño
RÍO DE JANEIRO.- Aunque presente los peores números de la región en cuanto a contagios y muertes de pacientes con Covid-19, Brasil aún no llegó al pico de la pandemia. La curva todavía está en proceso de subida y lo peor aún está por venir. Ésta es la sensación que tienen médicos brasileños que están en el fronte del combate al coronavirus , como Emmanuel Salgueiro, coordinador de la terapia intensiva de una de las clínicas privadas más grandes de Río de Janeiro.
En los últimos días, Salgueiro tuvo que autorizar la instalación de nuevas camas de terapia intensiva para atender una demanda que no para de crecer. Hoy, su equipo trabaja en el ya llamado "covidario" con alrededor de 60 pacientes, algunos en estado muy grave. Al contrario de lo que muchos todavía creen, resaltó el médico brasileño en entrevista con LA NACION, el Covid-19 no es una enfermedad de gente mayor. En su terapia intensiva, confirmó, se murieron pacientes entre 35 y 45 años.
"En nuestro hospital, la mortalidad es del 20%. Pero nosotros tenemos equipos de avanzada. En los hospitales públicos el porcentaje de fallecidos es muy superior. La pandemia muestra la enorme desigualdad social de nuestro país", dijo Salgueiro.
Según datos oficiales, Brasil tardó alrededor de 40 días en tener los primeros mil muertos por coronavirus. Hoy tiene 4543 fallecidos confirmados, y ya mueren mil personas en apenas tres días. El pico está cerca, y los hospitales de estados como Río de Janeiro, San Pablo, Amazonas y Pernambuco están llegando a su límite en ecursos médicos y humanos.
Los números asustan, pero no a todos. El discurso del presidente Jair Bolsonaro , que sigue insistiendo en reducir las medidas de aislamiento social y minimizando la gravedad de la enfermedad, hizo que muchos brasileños se resistan a adoptar medidas esenciales, como el uso de barbijos. Ni hablar de quedarse en sus casas. El último fin de semana, muchos cariocas aprovecharon los días de calor y sol para pasear en barrios como Copacabana, Ipanema y Leblon. Salgueiro, como la mayoría de sus colegas, se angustia profundamente cuando ve esas imágenes que poco tienen que ver con el drama que viven diariamente en los hospitales.
"Miro a esas personas y veo futuros pacientes.Lamentablemente, tendrían que venir a ver lo que yo estoy viendo para tomar conciencia. Esto es una guerra, en una guerra no salimos a pasear", aseguró.
Mientras muchos brasileños siguen sin entender que el país, según investigaciones científicas que hicieron proyecciones para determinar el número aproximado de casos reales, es uno de los grandes epicentros mundiales del coronavirus, hospitales de campaña son construidos a un ritmo acelerado para tratar centenares de nuevos infectados.
En el barrio carioca de Leblon, el primero de ellos ya fue inaugurado. Río tendrá otro muy grande en el estadio de Maracaná y en San Pablo, el estado más afectado, un gigantesco hospital funciona en el estadio Municipal Paulo Machado de Carvalho, el Pacaembu, y ya tiene 70% de sus camas ocupadas. El último lunes, 224 personas murieron en San Pablo, en apenas 24 horas.
Las imágenes de entierros colectivos en Manos podrían, para algunos, reflejar el auge de la pandemia. Para el doctor Salgueiro, sin embargo, muestran una tragedia que está apenas empezando y que colocó a los médicos del país frente a un desafío jamás vivido. Los dejó, en sus proprias palabras, en la oscuridad absoluta y con la única posibilidad de actuar en función de lo que aprenden día a día, con aciertos y errores.
"Lo que más asusta de esta enfermedad es que tiene una evolución que nunca vimos. Los pacientes llegan en un estado clínico moderado, pero las tomografías que hacemos en un primer momento muestran un desgaste enorme, que no coincide con el estado general. Rápidamente, el deterioro es impresionante", señaló.
Muchas de las personas que llegan a su hospital presentan una leve falta de aire, cansancio y un poco de tos. Pero los estudios de estas mismas personas revelan que sus pulmones están destrozados. Los médicos ya saben que son pacientes que tendrán que ser entubados, y con pronósticos reservado. El ambiente entre ellos es de mucho miedo y desconcierto.
"Realmente estamos aterrorizados. Nunca vimos nada parecido, ni siquiera los médicos de mi generación (50 años), que estamos acostumbrados a ver casos graves en terapias intensivas. Ni hablar de los más jóvenes, que fueron entrenados en terapias con pacientes mucho menos complicados", reconoció.
Brasil enfrenta hoy, según Salgueiro, dos problemas: falta de recursos técnicos y de recursos humanos. La cantidad de médicos y enfermeros contagiados crece todos los días y, en esos casos, son aislados totalmente por dos semanas. El otro gran tema es el agotamiento. Hay médicos y enfermeros que llegan a estar más de 40 horas seguidas despiertos. Eso, sumado al temor de contagiarse y, más aún, de transmitir el virus a alguien de su familia, genera un ambiente de tensión y angustia entre los que tienen que lidiar con un enemigo que reconocen ser desconocido y muy poderoso.
"Hay días que respiramos aliviados porque circunstancialmente la demanda baja, pero al otro día vuelve a subir y tenemos que poner más camas en la terapia. Sería una locura aflojar con las medidas de aislamiento social ahora", alertó.
Su equipo intenta todos los días entender la evolución del Covid-19. No es una neumonía como otras, ya que en muchos casos los pacientes desarrollan trombosis y disfunciones renales. Los que sobreviven, en algunos casos tienen que hacer diálisis por un largo tiempo. Cuando los pacientes son entubados, ocurre un deterioro inmediato, una baja muy fuerte en la oxigenación. Los que logran superar el peor momento, empiezan a mejorar lentamente y la recuperación puede llevar hasta un mes.
"Hoy es una lotería. No tenemos manera de saber qué pacientes van a salir y que pacientes van a morir. Estamos en la oscuridad y actuando de acuerdo a nuestra intuición, por ejemplo, dándoles anticoagulantes a pacientes que creemos que van a desarrollar una trombosis", explicó.
En las primeras semanas de la pandemia, su trabajo fue coordinar la organización de la terapia intensiva desde afuera y hablar con los familiares de los pacientes, que no pueden verlos. Hasta que un día, un colega, el cardiólogo César Medeiros, que estaba internado, le mandó un mensaje de WhatsApp diciéndole que le pondrían un respirador, lo que implica sedación total y un desgaste enorme para el paciente. César llamó a su familia para avisarles y despedirse, sintió que podría no soportarlo.
Salgueiro dejó lo que estaba haciendo y salió corriendo para intervenir en el caso. Logró que se recuperara con una técnica no invasiva de soporte respiratorio y, ese día, entró en contacto con todos los demás pacientes. Así relacionó todas las historias que venía siguiendo desde afuera con los rostros de personas desesperadas. Fue un shock y desde entonces está en el frente, trabajando casi sin descanso y siendo parte de lo que define como una "red de enorme solidaridad, en la que nadie le suelta la mano a nadie. Porque vamos a vencer esto, juntos".
Janaína Figueredo
(Para LA NACION)
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