Jair Bolsonaro ya es presidente de Brasil: prometió "restablecer el orden" y "liberar al país de la corrupción"
BRASILIA.- El ultraderechista Jair Bolsonaro asumió hoy como 38º presidente de Brasil, en una jornada donde brindó dos discursos en los que prometió "restablecer el orden" en el país, "liberar al país del yugo de la corrupción" y hasta "combatir la ideología de género", con el objetivo exaltar a la base social que le permitió su histórica victoria electoral en octubre.
Hacía 73 años que un militar democráticamente elegido no asumía la presidencia del gigante sudamericano. Antes de Bolsonaro, solo dos militares ocuparon el cargo después de ganar elecciones: Hermes da Fonseca, en 1910, y Eurico Gaspar Dutra, en 1945.
"Vamos a restablecer el orden en este país. Sabemos del tamaño de la responsabilidad y los desafíos que vamos a enfrentar. Pero sabemos dónde queremos llegar y del potencial que nuestro Brasil tiene. Por eso, día y noche vamos a perseguir el objetivo de convertir nuestro país en un lugar próspero y seguro para nuestros ciudadanos", prometió el flamante mandatario en el "parlatorio" del Planalto, tras recibir la banda presidencial del saliente Michel Temer en la rampa del palacio, delante de la Plaza de los Tres Poderes.
"¡El capitán llegó!" y "¡Mito!", coreaba el público que llenaba la plaza, entre vítores y encendidos aplausos al excapitán de paracaídas del ejército.
Diez jefes de Estado y de gobierno participaron de la asunción, entre ellos los primeros ministros de Israel (Benjamin Netanyahu), de Hungría (Viktor Orbán), y Marruecos (Saadedinn Othmani), así como los presidentes de Portugal (Marcelo Rebelo de Sousa), Chile (Sebastián Piñera), Bolivia (Evo Morales), Uruguay (Tabaré Vázquez), Paraguay (Mario Abdo Benítez) y Honduras (Juan Orlando Hernández). En un principio, el argentino Mauricio Macri había dicho que viajaría, pero luego prefirió quedarse en Villa La Angostura; el canciller Jorge Faurie estuvo en su representación. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, envió a su secretario de Estado, Mike Pompeo.
Todos ellos, así como un centenar de invitados especiales, participaron al final de la tarde de una recepción que la nueva administración de Brasil ofreció en el Palacio de Itamaraty, la Cancillería.
Pese a que antes, en el Congreso, había desplegado un tono más conciliatorio tendiente a generar un clima de unidad nacional luego de una campaña electoral muy polarizada con el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, en su segunda alocución del día, en Planalto, Bolsonaro no ahorró chicanas contra los petistas, aunque no los nombró específicamente.
Hoy es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo
"Vamos a colocar en práctica el proyecto que la mayoría del pueblo brasileño escogió democráticamente. Hoy es el día en que el pueblo comenzó a liberarse del socialismo, de los valores invertidos, del gigantismo estatal y de lo políticamente correcto", dijo, para luego, ya sobre el final, exponer una bandera brasileña y agregar: "Esta es nuestra bandera, que jamás será roja (color del PT). Sólo será roja si es necesaria nuestra sangre para mantenerla verde y amarilla".
Ante la multitud -mucho menor a las 200.000 personas que su equipo estimaba que llenarían el centro de Brasilia- Bolsonaro volvió a hacer alusión a la cruzada ética que afirma encarar en su lucha de línea dura contra la corrupción y la criminalidad.
"Es urgente acabar con la ideología que protege a los bandidos y criminaliza a los policías. Podemos restablecer los patrones éticos y morales que transformarán nuestro Brasil. Es necesario acabar con la corrupción, los privilegios y las ventajas. Los favores partidarizados deben quedar en el pasado, para que el gobierno y la economía sirvan de verdad la nación. Todo lo que haremos será a partir de un propósito: los intereses brasileños en primer lugar", indicó al considerar que su gobierno renovará las esperanzas de los "ciudadanos de bien" y materializará el "deseo de cambio" expresado en las urnas.
El tradicional discurso desde el "parlatorio" del Planalto tuvo un elemento inédito: antes de que hablara Bolsonaro, lo hizo su esposa, Michelle, ahora primera dama, y se dirigió a los brasileños en lenguaje de señas, ya que la ayuda a la población sordomuda es una de sus grandes causas. "Las elecciones dieron voz a quien no era oído y la voz de las urnas fue clara: el ciudadano brasileño quiere seguridad, paz y prosperidad; un país en el que todos seamos respetados", señaló mientras sus gestos eran traducidos en el micrófono por otra mujer.
Emoción e ideologías
Bolsonaro y su esposa, Michelle, habían dejado la residencia oficial alternativa de la Granja do Torto –donde se hospedaron desde el sábado- después del mediodía con rumbo hacia la Catedral Metropolitana para realizar allí una breve oración y encontrarse con el vicepresidente Hamilton Mourão y su mujer, Paula. El traslado se realizó en un convoy de autos blindados, y en el camino sus simpatizantes le gritaban "¡Mito! ¡Mito!".
Esta primera parada simbólica en la Catedral es un elemento nuevo en el programa tradicional de la asunción de los mandatarios brasileños. Bolsonaro es católico, pero debido a la influencia de su esposa, evangélica, se ha acercado mucho a grupos evangélicos, de gran peso en la política de Brasil; en 2016 incluso fue bautizado en el río Jordán, en Israel, por el popular pastor Everaldo Dias Pereira.
Visiblemente emocionado, Bolsonaro y su esposa, subieron luego a un histórico Rolls-Royce Silver Wraith de 1952, utilizado por primera vez en 1953 para la asunción de Getulio Vargas. A bordo del descapotable, la pareja presidencial fue hasta el Congreso Nacional, saludado por miles de seguidores a lo largo del recorrido por los costados de la Explanada de los Ministerios.
En una breve ceremonia en el Congreso nacional el excapitán de paracaidistas del ejército, juró como 38° presidente de Brasil junto al general de reserva Hamilton Mourão como su vicepresidente.
En el Congreso, Bolsonaro prometió "mantener, defender y cumplir la Constitución, defendiendo las leyes, y promoviendo el bienestar del pueblo brasileño". En la mesa directiva del Senado, estuvo acompañado por los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, Rodrigo Maia (DEM) y Eunico Oliveira (MDB) respectivamente, además del presidente del Supremo Tribunal Federal, José Antonio Dias Toffoli, y la procuradora general de la República, Raquel Dodge.
En su discurso, Bolsonaro propuso un "pacto nacional" entre la sociedad y los poderes de la República para recuperar la economía brasileña, y reforzó su compromiso a luchar contra la corrupción, dos de las grandes banderas de la campaña electoral que venció en octubre con el 55% de los votos.
"Precisamos crear un círculo virtuoso para la economía, que traiga la confianza necesaria para permitir abrir nuestros mercados al comercio internacional, estimulando la competencia, la productividad y la eficacia sin sesgos ideológicos. En este proceso de recuperación del crecimiento, el sector agropecuario seguirá desempeñando un papel decisivo en perfecta armonía con la preservación del medio ambiente. De esta forma, todo el sector productivo tendrá aumentos de eficiencia, con menos reglamentación y burocracia. Estos desafíos serán resueltos mediante un verdadero pacto nacional entre la sociedad y los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en la búsqueda de nuevos caminos para un nuevo Brasil", señaló.
Apeló al Congreso para que lo ayude a "liberar al país del yugo de la corrupción, de la criminalidad, de la irresponsabilidad y de la sumisión ideológica".
"Es tiempo de luchar contra la corrupción y la irresponsabilidad económica", en referencia a los escándalos de sobornos que mancharon sobre todo las administraciones del Partido de los Trabajadores (PT) entre 2003 y 2016, que acabaron este año con el popular exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva preso en el marco de la operación anticorrupción Lava Jato, y antes, en 2016, con la expresidenta Dilma Rousseff destituida en un proceso de impeachment por manipulación de las cuentas públicas que polarizó al país.
Vamos a unir al pueblo, valorizar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores
"Vamos a unir al pueblo, valorizar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeocristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores. Brasil volverá a ser un país libre de las amarras ideológicas", subrayó en un guiño a los sectores conservadores –especialmente evangélicos- que le dieron su apoyo.
Célebre por sus polémicos comentarios en el pasado de tono machista, racista y homofóbico, el nuevo presidente reafirmó su "compromiso de construir una sociedad sin discriminación y división".
Fuerte operativo de seguridad
Como nunca antes para una asunción presidencial, en Brasilia las imágenes de fiesta democrática se conjugaron hoy con medidas de seguridad dignas de una ciudad que se prepara para la guerra.
Por un lado, baterías de misiles antiaéreos, helicópteros militares que sobrevuelan el área central de la capital, tanquetas en puntos estratégicos, los principales edificios cercados por alambres de púas, 12.000 policías en las calles y francotiradores de las fuerzas de élite en las azoteas. Por otro, miles de personas alegres que descienden sobre la Explanada de los Ministerios; en la entrada, vendedores ambulantes ofrecen todo tipo de merchandising, familias enteras se paran a cantan a viva voz el himno, agitan banderas y se toman selfies con dos enormes muñecos inflables del hombre del momento: Jair Bolsonaro, a quien insisten en llamar "el mito".
"Vivimos un día histórico; los brasileños estamos recuperando nuestro país, renovamos nuestra esperanza de un futuro mejor, después de tantas decepciones con el Partido de los Trabajadores (PT). Bolsonaro representa mejor que nadie el cambio de cultura política que la mayoría queríamos", afirmó a LA NACION Tarcio Silva, 34, dueño de una óptica en Porteirinha, estado de Minas Gerais, quien condujo 900 kms con su esposa, Débora y su hijos Yago y María Antonia para estar aquí "el día en que Brasil cambió de rumbo".
Como la familia Silva, muchos de los simpatizantes de Bolsonaro –o "bolsominions", como los han apodado- que llegaron a Brasilia participan por primera vez de una ceremonia de asunción presidencial. Resaltan que sólo ahora se sienten orgullosos de ser brasileños, y confían en que este excapitán del ejército devenido polémico diputado ultraderechista cumplirá con sus primordiales promesas de campaña: reactivar la economía, luchar contra la corrupción y la criminalidad, e impulsar una agenda socio-cultural conservadora.
El mal tiempo de ayer, la llovizna de esta mañana y la amenaza de un nuevo chaparrón para esta tarde no acobardaron a los miles de seguidores de Bolsonaro. Y tampoco a los vendedores ambulantes, que tienen acceso prohibido a la Explanada de los Ministerios, pero han instalado numerosos puestos en los alrededores del ingreso al gran parque central brasiliense. Allí ofrecían, por 40 reales, remeras de la selección de fútbol que llevan el número 10 y el nombre del nuevo mandatario, con el escudo brasileño con la leyenda "Dios encima de todos, Brasil encima de todo", que fue lema de la campaña electoral; otras con el dibujo de la banda presidencial y hasta la conmemorativa camiseta como manchada de sangre" y la frase "Mi partido es Brasil" que el 6 de septiembre usaba el entonces candidato Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), cuando fue acuchillado durante una manifestación callejera en Juiz de Fora, Minas Gerais.
Debido al temor a un nuevo atentado contra su vida, las autoridades establecieron un impresionante operativo de seguridad para evitar cualquier riesgo. Se teme que Bolsonaro pueda ser blanco de las dos principales bandas narcotraficantes del país, el Primeiro Comando da Capital (PCC), originaria de San Pablo, y el Comando Vermelho (CV), de Río de Janeiro, que se han convertido en poderosísimas organizaciones criminales y tienen mucho que perder con la política de mano dura y tolerancia cero que el nuevo mandatario propone. Pero, en concreto, las únicas amenazas conocidas son las de un ignoto grupo llamado Maldición Ancestral, que ha usado Internet para hacer declaraciones en contra de la vida de Bolsonaro y supuestamente estuvo detrás de un paquete bomba desactivado en Navidad al lado de una iglesia en las afueras de Brasilia.
Como consecuencia, las medidas de seguridad fueron reforzadas al máximo, tanto en tierra como en el aire, con chequeos del público y restricciones sin precedente para la prensa que cubre el evento. Todas las calles del Plan Piloto, en el centro capitalino, están cerradas al tránsito, la Explanada de los Ministerios y la Plaza de los Tres Poderes valladas, y el despliegue de policías y militares es impresionante. Para algunos lugareños, se trata de una exageración y lo ven como una puesta en escena del gobierno entrante, que tendrá una fuerte presencia de militares (siete de los 22 ministerios), para demostrar su fuerza.
"Es una payasada. Ni en la asunción del presidente de Estados Unidos se ve algo así. Esto parece Bagdad en plena guerra. ¿O será que ya nos tenemos que ir acostumbrando a vivir en un estado de sitio permanente con estos radicales en el poder?", se preguntó la ingeniera Danielle Félix, 31, mientras paseaba en bicicleta por una de las pocas avenidas abiertas.
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