Boric no enamora a Chile a 10 meses de llegar a La Moneda
El presidente chileno tiene altos índices de desaprobación, que le dificultan gobernar un país complejo
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SANTIAGO, Chile.- El presidente chileno, Gabriel Boric, se convirtió en marzo pasado en uno de los mandatarios más jóvenes del mundo con 36 años. Pero la estrella internacional del político de izquierda, que brilla junto al primer ministro canadiense Justin Trudeau o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, no tiene la misma luminosidad dentro de las fronteras de su país. A diez meses del inicio de su gobierno, tiene altísimos índices de desaprobación. De acuerdo a la última encuesta Cadem, llega al 70% y su aprobación es del 25%, la más baja desde que asumió. Según el Centro de Estudios Públicos, su desaprobación está en un 61%.
El mayor sismo para su proyecto se produjo en septiembre, cuando la ciudadanía rechazó ampliamente la propuesta de nueva Constitución apoyada por su gobierno y, desde entonces, no resulta evidente el camino que tomará el presidente para seguir navegando en las aguas convulsionadas de Chile, en constante movimiento luego del estallido social de 2019.
“Hay un efecto acumulativo. Recibe el país en las condiciones más complejas que cualquier otro presidente de las últimas décadas”, analiza Roberto Izikson, de la encuestadora Cadem. Apunta a “los efectos del estallido, la pandemia, la crisis económica, la inflación, el aumento de la percepción de delincuencia, el conflicto en La Araucanía [en la zona mapuche] y la incertidumbre por el plebiscito” de septiembre pasado, donde un 62% prefirió rechazar el texto transformador redactado por una convención. Izikson enumera otros hitos de esta instalación compleja.
“Boric apostó por su generación en la conformación de su primer gabinete y se sintió muy rápido la falta de experiencia para gobernar, que terminó con la salida de Izkia Siches de Interior”, agrega el encuestador, que observa cuatro razones fundamentales por las que los chilenos desaprueban la gestión: delincuencia, percepción de falta de experiencia, constantes cambios de opinión y la inflación (12,8% anual, la más alta en 30 años).
Un tema central ha sido la delincuencia, la primera prioridad de los chilenos, de acuerdo al Centro de Estudios Públicos, bastante por arriba de otros asuntos importantes como las pensiones, la salud y la educación. Izikson dice que solo luego del plebiscito de septiembre el gobierno puso el orden público como una prioridad, pero luego, el 30 de diciembre, el presidente indultó a 13 condenados por diferentes delitos, 12 de ellos por hechos ocurridos en el estallido social de 2019.
“La gente tiene miedo y no ha visto al gobierno hacerse cargo del tema de manera consistente. Los indultos son una suerte de borrón a lo avanzado en los últimos cuatros meses y veremos los efectos”, asegura el encuestador de Cadem, que estima que “será difícil revertir esta tendencia de desaprobación, porque el año dos y tres de los gobiernos son los más negativos” en períodos de cuatro años, como el chileno. Observa, sin embargo, una salida: “Boric tiene que definir una hoja de ruta y mantenerla. Le está saliendo muy caro cambiar de opinión tan frecuentemente”.
La politóloga Claudia Heiss asegura que el presidente ha tenido una entrada compleja “por factores externos y errores internos” y que pasa por “un momento difícil” a raíz de la crisis de los indultos, un proceso que el propio Boric calificó de “desprolijo”. Lo pagó con la caída de su ministra de Justicia y de su jefe de Gabinete, ambos de la coalición Apruebo Dignidad, la originaria de Boric, conformada por el Frente Amplio y el Partido Comunista. Desde el plebiscito de septiembre, ha sido otra fuerza oficialista, la del Socialismo Democrático, de la izquierda moderada, la que ha adquirido mayor protagonismo.
“Creo que las cosas se deberían ir calmando”, agrega Heiss, a la que le parece importante que Chile esté encaminando un nuevo proceso constituyente. “Está en manos de los partidos políticos construir diálogos y avanzar en las agendas de temas sociales y en las reformas, como la tributaria y de pensiones”, asegura la jefa de carrera de Ciencia Política de la Facultad de gobierno de la Universidad de Chile. Sobre la desaprobación, Heiss dice que “hubo altas expectativas de los adherentes que no se han podido concretar”, sobre todo de la coalición de Apruebo Dignidad. “No están los votos en el Congreso ni la nueva Constitución que hubiera permitido un avance más robusto. Hay una sensación de desazón”, relata la académica.
En medio de todo, la situación económica: un alza del costo de la vida inédita para los chilenos en las últimas tres décadas y un 2023 con recesión. “El gobierno ha implementado una política de austeridad mayor a la de Sebastián Piñera, aunque obviamente es un contexto diferente. Ha aplicado un gasto fiscal tremendamente responsable que está tratando de frenar la inflación”, asegura Heiss, que advierte que la inflación ha disminuido el impacto del aumento del salario mínimo y otras políticas sociales de ayudas. Sobre los escenarios de salida a este momento complejo, la politóloga piensa que Chile viene “de una ilusión épica, histórica, del estallido y del proceso constituyente, por lo que será difícil volver a ella”, aunque considera “correcta” la ruta del gobierno: “Moderar las expectativas y la agenda, abordar el programa político con pragmatismo, incorporando a la centroizquierda y dialogando con la derecha, lo que permitiría destrabar algunas de las reformas urgentes”.
En estos 10 meses, Boric ha tenido que lidiar con las dos fuerzas oficialistas: Apruebo Dignidad y el Socialismo Democrático. Para Cristián Valdivieso, analista y fundador de la encuestadora Criteria, el presidente “está tensionado entre estas dos almas, que terminan siendo sus propias dos almas”. Por una parte, “un sector le indica que viene de movimientos sociales, que ganó la primarias con Apruebo Dignidad, mientras la otra pulsión le refuerza que tiene que gobernar para todo el país, que el resultado del plebiscito fue contundente y que, si no gira hacia el Socialismo Democrático, no va a poder seguir gobernando”. De acuerdo a Valdivieso, Boric “ha dado señales en una y otra dirección” y que “los indultos vuelven a instalar la idea de un presidente confundido entre estas dos almas”.
Desilusión y escepticismo
El analista recuerda que “en Chile, entre que ganó y asumió como presidente, se vivió una suerte de ilusión con Boric, de hipervaloración. Un joven que venía a renovar la política, pero que ahora se enfrenta a las dificultades para gobernar”. Valdivieso opina que para encontrar una salida, el mandatario “tiene que definir con mayor claridad su proyecto político, tener consistencia para empujar esa decisión y ordenar a toda su coalición en torno a sus propias definiciones”.
Sylvia Eyzaguirre, investigadora del Centro de Estudios Públicos, instala su mirada en otro asunto: la baja aprobación y alta desaprobación a Boric y su gobierno “se presenta en un contexto de mucho escepticismo respecto del futuro del país”. Pero a su juicio, pese a las grandes complejidades, en los últimos días se produjo un hecho clave que “si el gobierno es inteligente, puede tomarlo a su favor”: la reforma constitucional para comenzar el nuevo proceso constituyente, con reglas y plazos distintos al anterior.
“Si se logra encauzar, se genera un debate público, se llegan a acuerdos y se logra un texto que llame a la unidad, podría configurarse una buena oportunidad del gobierno, si sabe aprovecharla”, analiza Eyzaguirre. Sobre la popularidad, la investigadora habla de “los errores impresionantes que se han cometido”, pero llama a observar que Boric arrancó su gobierno con menores niveles de aprobación que Michelle Bachelet y Piñera, lo que muestra un país que resulta complejo gobernar. “La ciudadanía cada vez se vuelve más apática, apolítica, se siente más desconfiada y escéptica. Cada gobierno nuevo parte con un grado de confianza menor que el anterior”, agrega la analista.
A favor del gobierno juega el tiempo. Todavía le quedan tres años y dos meses en La Moneda y, luego de un 2023 complejo en lo económico, donde se tendrán que administrar las frustraciones de la gente, los dos años siguientes deberían representar un alivio para el bolsillo de la ciudadanía, con menor inflación y mayor crecimiento.
Por Rocío Montes y Antonia Laborde
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