Bolsonaro sale al cruce de la presión global por la destrucción de la Amazonía
Para rebatir las críticas sobre su política, afirmó que los datos oficiales están errados y que aplicará un nuevo método de monitoreo
RÍO DE JANEIRO.- Si las estadísticas públicas contradicen al gobierno, hay que dejar de divulgarlas. Esa pareció ser la orden del presidente Jair Bolsonaro, que para rebatir las críticas internacionales al inquietante aumento en el ritmo de deforestación de la Amazonía durante su gestión, ayer afirmó que los datos oficiales están equivocados y anunció que pronto se adoptará un nuevo sistema de monitoreo, pero se negó a estimar cuál es la dimensión real de la devastación ambiental.
"Los números, a mi entender, fueron agrandados con el objetivo, por lo que parece, de golpear el nombre de Brasil y del gobierno. Si quieren desgastar al gobierno, todo bien, pero el precio lo vamos a pagar todos", advirtió el mandatario en una conferencia de prensa en el Palacio del Planalto junto a sus ministros de Medio Ambiente, Ricardo Salles; de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, y del Gabinete de Seguridad Institucional, Augusto Heleno.
Armado de una larga presentación en PowerPoint, Salles buscó desacreditar los últimos datos que brindó el mes pasado el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE por sus siglas en portugués), según los cuales, en junio la deforestación en la Amazonía creció un 88% en relación con el mismo mes del año pasado. Salles resaltó que el sistema de monitoreo mensual que utiliza el INPE, llamado Deter (por Detección de Deforestación en Tiempo Real), contabiliza cortes de árboles que fueron realizados en períodos anteriores, que considera casos de parcelas registradas más de una vez, y que no tiene en cuenta áreas en las que se ha replantado vegetación.
"No estamos aquí para negar los números ni para justificar cosas que se hayan hecho de manera ilegal. Estamos mostrando que es necesario que haya mucha responsabilidad en la divulgación de las informaciones", apuntó Salles.
Desde que Bolsonaro -un escéptico del cambio climático por efecto de la actividad humana- asumió el poder, su laxa política ambientalista recibió críticas de organizaciones defensoras del medio ambiente así como de varios países preocupados por el rápido deterioro de la selva amazónica y el deseo del nuevo presidente de impulsar en la extensa zona negocios mineros y madereros para animar la economía de Brasil. Es más, el tema fue uno de los principales cuestionamientos de las autoridades de la Unión Europea (UE) antes de aceptar firmar un acuerdo de libre comercio con el Mercosur.
Cuando el mes pasado el director del INPE, Ricardo Galvão, divulgó las últimas estadísticas -que siempre han sido públicas y de acceso a cualquier persona a través del sitio web del organismo-, Bolsonaro llegó a acusarlo de estar "al servicio de alguna ONG". Tanto la prensa nacional como la extranjera se hicieron eco de los sorprendentes datos; ayer mismo, la revista británica The Economist abordó el tema con una nota de portada que tituló: "Vigilia de muerte para la Amazonía".
"Vamos a profundizar nuestra investigación para ver si se divulgaron de mala fe esos informes, para perjudicar al gobierno actual y desgastar la imagen de Brasil", reiteró ayer el presidente. Pese a su interés en mostrar errores en el relevamiento de datos, Salles no supo informar cuál era el tamaño real de la deforestación. "Nuestra preocupación no es trabajar para crear un número. El número, de la forma en que fue presentado, y el análisis que fue hecho, no son correctos", dijo y se limitó a prometer la instalación de un nuevo sistema con imágenes satelitales de alta resolución diario "cuanto antes".
El INPE ya cuenta con tres sistemas: el Deter, que es mensual, el Prodes (Programa de Monitoreo de la Selva Amazónica Brasileña por Satélite), que realiza comparaciones anuales, y el TerraClass, que mapea cada dos años el uso de la tierra luego de que fue deforestada.
Sin embargo, para el nuevo gobierno brasileño existen "presiones e intereses" internacionales para que Brasil no pueda desarrollar su agronegocio, y está en marcha una campaña para manchar al país.
"Es muy grave porque eso perjudica el comercio brasileño, perjudica la imagen de Brasil, nos coloca como el gran destructor del medio ambiente, de la humanidad. Son imágenes que después son muy difíciles de revertir. Eso es lo que nos aflige, la falta de honestidad intelectual", indicó por su parte el ministro Heleno.
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