Bolsonaro, presidente: nuevos tiempos en los que está en juego la institucionalidad
RÍO DE JANEIRO.- Jair Bolsonaro ganó con más de 11 millones de votos de diferencia, una ventaja grande, pero fue elegido con un índice de rechazo acorde, y no obtuvo la mayoría del total, que incluye los votos en blanco y los impugnados. Ni los votos de Bolsonaro son todos propios ni los votos de Haddad son todos del PT.
En estas elecciones tan polarizadas entre dos proyectos antagónicos, muchos votaron a Bolsonaro en contra del PT y otros tantos votaron a Haddad en contra de Bolsonaro. Ambos grupos tendrán que poner los pies sobre la tierra. En comicios anteriores, la contienda giró mucho más en torno de dos proyectos de país parecidos, entre el PT y el PSDB, ambos de tinte izquierdista y muy basados en la socialdemocracia.
Por más que el PT haya intentado empujar al PSDB hacia la derecha del espectro político, los tucanos -como se les dice a los partidarios del PSDB- tenían un ADN de izquierda, que fueron perdiendo de a poco, y recién ahora caminan hacia la derecha, debido a la victoria de João Dória en San Pablo.
Este tsunami que se llevó puestos a buena parte de la vieja política y sus hábitos, expuestos por la operación Lava Jato, tendrá consecuencias. Hace tiempo que el pueblo dio muestras de disgusto por lo que vio cuando cayeron las máscaras de los políticos tradicionales.
Ese sentimiento se manifestó en diversas oportunidades, la clase política no lo entendió -o fingió no entender- y fue tomada por sorpresa con una sublevación a través del voto. Casi con certeza, el PSDB sufrirá una fractura, que puede ser embrión de un nuevo partido que reunirá a otros políticos desalojados de sus partidos por la adhesión en masa al nuevo gobierno de derecha.
En esta elección, la novedad fue el fuerte rechazo a los proyectos que representaban ambos candidatos. Tanto la izquierda como Bolsonaro tendrán que ir al diván. Es urgente que la izquierda haga una autocrítica, como dice el rapero Mano Brown, y especialmente el PT: perdieron la discusión de cara a la sociedad, dando espacio al conservadurismo, que se volvió electoralmente mayoritario.
Sería necesario reorganizar el partido sobre otras bases, pero no parece que el PT esté dispuesto a hacerlo, con esa posición de "resistencia" a priori frente al nuevo gobierno. Haddad, que en un primer momento se comportó como encarnación del militante petista, al día siguiente le envió un mensaje al nuevo presidente para desearle buena suerte. Es muy probable que su gesto haya desatado furias en su estructura partidaria, que no piensa darle margen a Bolsonaro.
El nuevo presidente tendrá que entender que debe gobernar para todos los brasileños y adecuar sus puntos de vista a una realidad diferente a la de aquel nicho electoral que conquistó con una retórica incendiaria, defendiendo muchas veces posturas autoritarias o incluso inaceptables.
Tendrá que sopesar si sus proyectos se corresponden con el deseo de la mayoría. Así como Trump ganó en el colegio electoral, pero perdió en cantidad de votos totales, tampoco Bolsonaro tuvo la mayoría de los votos, lo que no le quita legitimidad. Las otras dos veces que sucedió algo similar también fueron momentos de gran división en Brasil. Bolsonaro obtuvo el 49,85% de los votos totales, sumados los dos candidatos, los votos en blanco y los impugnados. En comparación con 2014, en esta elección los votos anulados crecieron un 60% y alcanzaron el 7,4% en el ballottage, por impulso de los votantes de los estados de San Pablo y Minas Gerais. Fueron 42 millones de electores que se negaron a elegir entre ambos candidatos. Los otros dos casos en que ocurrió lo mismo fueron con Collor de Mello, en 1989, y con la reelección de Dilma en 2014.
Será un aprendizaje democrático. Y arrancamos bien, ya que Bolsonaro tuvo que recular en algunas de sus propuestas y rectificar algunos exabruptos retóricos, porque al acercarse el ballottage iba perdiendo puntos. También el PT tuvo que cambiar su plataforma tres o cuatro veces durante la campaña, como cuando abandonó la idea de convocar a una asamblea constituyente.
Las instituciones brasileñas funcionaron muy bien en esta elección y están logrando encuadrar al nuevo presidente en un molde democrático, más amplio que el pensamiento de Bolsonaro como individuo. Un conjunto de instituciones, como el Ministerio Público, el Poder Judicial -con un papel destacado del Supremo Tribunal Electoral en episodios claves de la segunda vuelta-, son las guardianas de la Constitución.
Así como una sociedad organizada puso límites a los intentos autoritarios de los gobiernos del PT, seguramente también pondrá límites a los eventuales movimientos en esa misma dirección que pueda tomar el nuevo gobierno.
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