Bolsonaro, el candidato que supo encauzar la rabia, la desesperación y el miedo
RÍO DE JANEIRO.- La rabia, la desesperación y el miedo empujaron a casi la mitad de los brasileños a apostar de manera contundente por Jair Bolsonaro , un polémico diputado ultraderechista que supo interpretar mejor que nadie los sentimientos de fondo que estaban en juego en esta elección.
Hasta hace dos meses, aún se creía que el fenómeno que representaba en las redes sociales este exmilitar defensor de la dictadura y de posturas machistas, homofóbicas y racistas sería controlado en las urnas por la propia dinámica tradicional del sistema político brasileño. Ayer, sin embargo, Bolsonaro quedó a un paso del Palacio del Planalto luego de que los diques de contención que podrían haber ofrecido los partidos de centro se derrumbaron y la izquierda, de la mano del Partido de los Trabajadores (PT), se mostró –hasta ahora al menos- ineficiente para detener el avance del candidato del pequeño Partido Social Liberal (PSL). Habrá que esperar hasta el ballottage del 28 de octubre para una definición, pero la avalancha de votos que obtuvo ayer presagia una victoria casi segura.
¿Qué sucedió en Brasil para que una figura de las características de Bolsonaro llegara tan lejos?
El país viene de atravesar cinco años de constantes turbulencias. Las masivas protestas de 2013 en reclamo de mejores servicios públicos. Las sorprendentes revelaciones de corrupción de la Operación Lava Jato desde 2014. La peor recesión económica de su historia, iniciada en 2015 y que se extendió dos años. El impeachment que destituyó a Dilma Rousseff en 2016, y el impopular gobierno de Michel Temer desde entonces. La creciente ola de inseguridad, que acabó el año pasado con el récord de 63.880 homicidios. Y la prisión del popular expresidente Luiz Inacio Lula da Silva a principios de este año.
"En la cabeza del brasileño medio, la profunda crisis económica fue causada por la corrupción, que aunque manchó a todos los partidos, quedó más pegada al PT. Hay un fuerte rechazo al PT que decepcionó no sólo al votante más de derecha sino también a los más moderados de centro y centro-izquierda que esperaban una autocrítica", señaló a LA NACION el analista político Mauricio Santoro, de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).
En ese contexto de rechazo al PT, y por extensión a toda la clase política tradicional que fue salpicada por las denuncias de corrupción de la Lava Jato, Bolsonaro se presentó exitosamente como un antisistema, pese a llevar 27 años en la Cámara de Diputados. Un miembro del bajo clero que no se había destacado nunca por sus iniciativas legislativas, pero que aprovechó la ocasión para vestir el traje de íntegro, sobre quien no hay acusaciones de recibir sobornos o desviar dinero. Su perfil militarista –y rabiosamente antipetista- aportó otro ingrediente atractivo para el elector.
"Frente a la sensación de inseguridad generalizada, la gente quiere un líder fuerte, que saque al país de esta situación de una vez por todas y le asegure un futuro", agregó Santoro para explicar la angustia de gran parte de la población.
Hasta el final, el PT jugó su máxima carta: la imagen de Lula. Insistió siempre en que el encarcelamiento del exmandatario fue una persecución política de la Lava Jato y estiró hasta último momento la decisión de presentar un candidato que lo reemplazara en la candidatura presidencial. Pero incluso entonces, Fernando Haddad se convirtió en el avatar de Lula; lo visitó todas las semanas en su celda de Curitiba y siguió atentamente sus órdenes con la esperanza de que la simpatía por el expresidente y el recuerdo de la bonanza económica vivida durante su mandato sería suficiente para catapultar a Haddad a la victoria.
Bolsonaro sacó ayer una ventaja de casi 20 puntos por sobre Haddad. El PT subestimó el rechazo que en las calles hay contra el partido como todo y contra la idea en particular de que no siempre un elegido de Lula funciona. La herencia maldita de Rousseff -el descalabro económico que dejó- pesó mucho más que los buenos recuerdos del "Brasil feliz" de Lula. La campaña petista reforzó todos los temores del elector moderado: la posible liberación de Lula, el fin de la Lava Jato, y la vuelta de la recesión. La rabia, la desesperación y el miedo se impusieron en una combinación peligrosa.
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