Boda real: Harry les da la espalda a los mordaces tabloides británicos
LONDRES.- Arthur Edwards es un fotógrafo del diario británico The Sun que viene persiguiendo a los miembros de la familia real inglesa desde hace décadas. Edwards salpica sus conversaciones con recuerdos de las muestras de amabilidad que la realeza le ha dedicado a lo largo de los años: un jocoso telegrama del príncipe Carlos en 1981, una cariñosa llamada telefónica que le hizo a su nieta la princesa Eugenia en 2013.
Pero cuando le sacan el tema del príncipe Harry , cuya boda del 19 de mayo próximo con la actriz norteamericana Meghan Markle será el punto culminante del año para gran parte de los medios de prensa británicos, la cara de Edwards se ensombrece. "Se ha vuelto un hombre muy distante, y eso no es un secreto para nadie. Ya no nos dice ni buen día a los reporteros", dice el veterano fotógrafo de la familia real. "La mayoría de las veces parece enojado con todos nosotros."
Y si Edwards albergaba alguna esperanza de que al acercarse la boda el carácter de Harry se suavizara, esas esperanzas se desvanecieron cuando el Palacio de Kensington comunicó los detalles del acceso de la prensa a la ceremonia: concretamente, que no entrará casi nadie.
Según dijo anteayer un vocero del palacio, durante la boda se permitirá el acceso de un solo reportero, y aclaró que el espacio es muy reducido y que no se trata formalmente de un evento de Estado. Cuatro fotógrafos conseguirán un codiciado lugar en el atrio de la capilla. Y miles más deberán apostarse a lo largo del trayecto de la carroza y en los alrededores del castillo.
Edwards, un veterano fotógrafo de 77 años que ha presenciado 7 bodas reales, presume que esas restricciones son decisión del propio Harry. "Es impensable que la oficina de prensa le haya recomendado eso", dice Edwards. "Queda claro que Harry y Meghan leyeron lo que se escribió sobre ellos y decidieron que no quieren a nadie cerca de la boda."
Meghan Markle -una actriz de televisión norteamericana, divorciada y de raza mixta- es una esposa notoriamente poco tradicional para los estándares de la realeza. Los tabloides británicos no la han tratado con guantes de seda, y publicaron un aluvión de entrevistas a parientes no invitados a la boda y que la dejan muy mal parada. Pero las relaciones entre la familia real y la prensa amarillista, dos pilares de la conservadora Gran Bretaña, está plagada de tensiones desde mucho antes de la entrada de Meghan en escena.
Durante décadas, cuando no eran presa de la efervescencia por las bodas y nacimientos reales, los tabloides fustigaron a la realeza tildándola de haragana, anticuada, disoluta o autoindulgente. Y los miembros de la familia real han recurrido a todos los medios a su disposición para bloquear el acceso a su vida personal.
Ambos bandos son plenamente conscientes de su interdependencia: los diarios necesitan acceso a la noticia y la familia real necesita publicidad. Stig Abell, exdirector de la Comisión de Quejas de Prensa de Gran Bretaña, un organismo regulatorio, describe esa relación como "un abrazo que siempre está a punto de convertirse en abuso".
Punto de inflexión
Pero la inminente boda real parece marcar un punto de inflexión: con Harry, el centro de la escena pasa a ocuparlo una nueva generación de jóvenes que desconfía hasta los huesos de los medios de comunicación.
Para Harry y su hermano, el príncipe William, el interés de los medios no tiene nada de divertido. Tenían 12 y 15 años cuando su madre, la princesa Diana, murió en un accidente automovilístico cuando su chofer intentaba escapar a toda velocidad del asedio de los paparazzi que los perseguían en moto por un túnel de París. Harry en particular no se ha callado su desprecio por esos fotógrafos, que según dijo en una entrevista del año pasado, "en vez de ayudar, le sacaban fotos mientras agonizaba en el asiento trasero".
Basta intentar entrevistar a los editores y los veteranos de palacio sobre ese tire y afloje por el acceso a la boda, y las tensiones se vuelven evidentes: casi ninguno está dispuesto a hablar on the record.
"En resumidas cuentas, lo cierto es que detestan a la prensa británica", dice un veterano periodista en relación con la joven pareja real. El periodista aceptó hablar bajo condición de anonimato y descartó que el reducido acceso a la boda tenga que ver con la cobertura periodística negativa que tuvieron hasta el momento, aunque reconoce que la pareja "tal vez no esté acostumbrada a la deferencia acostumbrada, porque están menos curtidos que el resto de la familia real".
De hecho, en el diario The Daily Mail ya se vieron picantes críticas contra Meghan Markle. El vasto universo de lectores del tabloide está compuesto mayormente por mujeres mayores, y casi la mitad de todos los lectores tiene más de 65 años, o sea la base de apoyo más ferviente y conservadora que tiene la monarquía.
Recientemente, en su edición del día sábado, The Daily Mail publicó una sección especial titulada "¿Por qué hizo implosión en matrimonio de Meghan?", donde revelaba escabrosos detalles personales de la ruptura de Meghan con su primer esposo, y también incluía un informe burlón sobre los intentos del padre de la novia para bajar de peso antes de la boda, una columna con entrevistas a sus distanciados medio-hermano y media-hermana donde se quejaban de no haber sido invitados a la ceremonia, y una desdeñosa sinopsis de dos páginas sobre la carrera actoral de Markle.
Al día siguiente, en su edición dominical, el mismo diario publicó en primera página una entrevista al tío de Markle, también disgustado por no estar invitado a la boda.
Ese tipo de tratamiento es una antigua tradición en Gran Bretaña. Cuando Kate Middleton estaba noviando con Guillermo, los tabloides citaban sin revelar sus nombres a aristócratas que se burlaban de la madre de la novia, Carole, por ser una exazafata que apenas integraba la clase media, y que cuando la mujer entraba a un salón, los amigos de Guillermo decían por lo bajo "Ajústense los cinturones". Una fuente "interna de Palacio" citaba por The Mirror, describía a Middleton como "increíblemente de clase media. Usa palabras como "un gusto conocerlo", "toilette" y "perdón".
Claramente angustiado por la posibilidad de que algo similar afecte a Meghan, a fines de 2016 Harry hizo un gesto muy inusual. Por entonces su relación acababa de hacerse pública, y había inspirado titulares casi infamantes sobre la joven.
Apartándose de la tradición de Palacio,el príncipe divulgó entonces una furibunda carta en la que denunciaba "la ola de abusos y acosos" por parte de la prensa, así como "el tono racista de los artículos de opinión" y el "flagrante sexismo y racismo de los trolls de las redes sociales y de los comentarios de los foristas en Internet". Abell, quien fue brevemente editor en jefe de The Sun, dice que el Palacio había sabido detectar, correctamente, que el ascendente de la prensa escrita entre la población iba en declive.
"Ahora todo el poder lo tiene la familia real, al igual que ocurre con muchas celebridades", dice Abell, autor del flamante libro How Britain Really Works: Understanding the Ideas and Institutions of a Nation ("Cómo funciona realmente Gran Bretaña: entender las ideas e instituciones de una nación"). Pero Abell señala que de todos modos la conexión con los lectores de tabloides sigue siendo un valor para la familia real.
"No hay nada más tradicional que los tabloides británicos destinados al lector medio", dice Abell. "Esos tabloides están siendo lentamente marginados por las comunicaciones digitales, un proceso que se convierte en una especie de metáfora de cierta idea sobre la realeza: si la familia real pierde su aspecto tradicional, no le queda nada."
Traducción de Jaime Arrambide
© 2018 THE NEW YORK TIMES
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