Bienvenidos a Italia: ahora empieza lo bueno
En la Italia que surgió de la Segunda Guerra Mundial se acostumbraron a tener una media de un gobierno cada seis meses hasta la última década. Existió una cosa llamada pentapartito, una alianza de cinco formaciones, que aguantó nada menos que 12 años.
También algo tan abstruso como las "convergencias paralelas", una expresión del primer ministro Aldo Moro en los 60 para decir que se podía pensar parecido sin llegar a estar de acuerdo en todo, convivir juntos sin tocarse o combinados sin mezclarse.
El compromesso storico fue cuando la Democracia Cristiana se planteaba acercarse a los odiados comunistas. La Liga Norte, el nuevo partido revelación en los 90, llamaba mafioso a Silvio Berlusconi todos los días, hasta que se unieron con él durante más de una década.
Cuando el gran movimiento de la antipolítica de Beppe Grillo irrumpió en las elecciones de 2013, el pánico entre las dos fuerzas tradicionales, de derecha e izquierda, los llevó a algo tan inimaginable como un matrimonio contranatura, que en la guerra interna consiguiente en el lado progresista se llevó por delante al supuesto ganador de los comicios, Pierluigi Bersani. Felipe González ya dijo en mayo que España iba hacia un escenario italiano, pero con el grave problema de estar sin italianos para gestionarlo. Bien, ya estamos en él.
Habrá que acostumbrarse a cosas que hasta ahora veíamos cíclicamente en la tele en Roma: rondas de contactos del jefe de Estado con los partidos, la repentina importancia de las formaciones enanas, que cada escaño valga oro para hacer números -y de ahí el arte del transfuguismo-, la cuadratura del círculo y que pase el tiempo sin que ocurra nada.
Los españoles son impacientes, más de sólidos principios y claros finales, llevan mal el suspenso y ansían el desenlace. Irse a la cama la noche electoral sin saber nada es como volver de una fiesta sin haber ligado, y que pasen así varias noches, y varios días, pondrá nerviosa a mucha gente, pero todo es acostumbrarse.
Los italianos son maestros en ese intervalo, en el recreo, en manejar los tiempos. Será el tiempo de los grandes tácticos, más que de los estrategas, y ya no valdrá tanto el marketing. Resultará un momento apasionante de política con mayúsculas, donde deberán demostrar realmente de qué están hechos todos estos nuevos líderes.
Desde luego vencerá el más templado, el más listo y el más fuerte, y probablemente no enseguida, porque toda esta batalla es un juego muy largo que desgasta de forma irremediable. La democracia ha crecido, antes era todo más fácil. Ahora empieza lo bueno.
© El País, SL
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