Biden viaja a Israel y Jordania y se mete de lleno en el conflicto de Medio Oriente en la misión más difícil de su presidencia
La crucial visita quedó trastocada por el bombardeo a un hospital en Gaza que dejó al menos 500 muertos, y desató acusaciones cruzadas entre Israel y Hamas; Jordania canceló una cumbre con líderes árabes
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WASHINGTON.- En medio de uno de los conflictos más graves en Medio Oriente, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, había decidido emprender un viaje relámpago a Israel y Jordania con una agenda apretada en un puñado de horas para la misión más riesgosa y difícil de toda su presidencia, una visita con enormes implicancias para la estabilidad de la región, el mundo, y también para su propio futuro político.
Pero el crucial viaje de Biden quedó opacado y trastocado por otro día sangriento en la Franja de Gaza con el brutal bombardeo a un hospital que dejó al menos 500 muertos, y desató acusaciones cruzadas entre Hamas y el gobierno de Benjamin Netanyahu, que se culparon mutuamente por el trágico ataque. Horas después, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, canceló su participación en una cumbre en Amman, Jordania, con Biden y los líderes de Jordania, el rey Abdullah y el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi. Y luego, ya cuando Biden se encontraba camino al Air Force One, Jordania anunció la cancelación de la cumbre.
Un funcionario de la Casa Blanca dijo que Biden pospuso su viaje a Jordania luego de consultar con el rey Abdullah y en vista de los días de luto anunciados por Abbas por el ataque al hospital.
La cancelación, que llegó en medio de una ola de furia con protestas en las calles de Ramallah, capital del gobierno palestino, y otras capitales de Medio Oriente, alteró los planes de Biden, quien había diseñado su ya de por sí altamente riesgosa visita a la región con un doble objetivo que exigía un complejo y delicado equilibrio del músculo diplomático norteamericano: respaldar y desalentar nuevos ataques a Israel, ya sean de Hamas, Hezbollah o de otra nación, y a la vez tratar de contener la contraofensiva israelí buscando una salida a la devastadora crisis humanitaria en Gaza y una eventual tregua al conflicto. Biden no tuvo más remedio que acotar su viaje a Israel, donde brindará, otra vez, una inequívoca señal de respaldo al principal aliado de Washington en la región luego del brutal ataque de Hamas el 7 de octubre.
El viaje de Biden ocurre cuando la nueva guerra entre Israel y Hamas amenaza con transformarse en un conflicto regional con el involucramiento de otros actores, y ante la amenaza de una latente invasión de Israel a la Franja de Gaza, principal bastión de Hamas, y hogar de más de dos millones de civiles palestinos que quedaron encerrados bajo bombardeos israelíes sin luz, agua o medicamentos por el “asedio total” decretado por Israel.
Con la visita de Biden a Ammán suspendida, ahora la Casa Blanca deberá volver a foja cero. Los desafíos hercúleos del viaje de Biden quedaron así brutalmente expuestos apenas horas antes de su partida desde Washington con el bombardeo a un hospital en Gaza, que dejó un trágico saldo de al menos 500 víctimas, según las autoridades palestinas. Hamas culpó a Israel por el bombardeo. Pero las Fuerzas de Defensa de Israel difundieron imágenes apuntando a un misil “fallido” del grupo terrorista Jihad Islámica, y el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que “los terroristas salvajes en Gaza fueron quienes atacaron el hospital”.
Y el líder de Hamas, Ismail Haniyeh, culpó a Estados Unidos por el ataque al hospital porque Washington le brindó “cobertura” a Israel, dijo en un discurso transmitido por televisión.
Biden llegará a Medio Oriente con ese telón de fondo, luego de diez días sangrientos que dejaron más de 1400 muertos y casi 200 rehenes por el ataque de Hamas a Israel, y más de 2800 muertos y 10.000 heridos en Gaza, según las autoridades palestinas, por la represalia de Israel con bombardeos. Estas cifras no incluyen las víctimas por el bombardeo al hospital. La Franja quedó además hundida en una crisis humanitaria sin precedentes por el “asedio total” de Israel. Ambos lados han sido acusados de cometer crímenes de guerra.
Además de mostrar una vez más el inquebrantable respaldo de Estados Unidos a Israel y a su derecho a responder al ataque a Hamas, la Casa Blanca busca también a avanzar en la liberación de los rehenes en manos de Hamas y a terminar de tejer un plan para garantizar el despliegue de asistencia humanitaria a los palestinos, y la imperiosa necesidad de darle refugio o una salida segura de Gaza a la población civil.
“Obviamente no queremos ver sufrimiento civil adicional”, había dicho el lunes por la noche en una llamada con periodistas el vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby.
Biden trabajará con Israel para crear “zonas seguras” para los civiles y garantizar que la ayuda humanitaria pueda ingresar en la Franja. Pero el papel de los socios árabes en la región quedó tapado de incertidumbre. Antes de cancelar su cumbre con Biden, el rey Abdullah ya había rechazado la posibilidad de recibir refugiados palestinos en Jordania o en Egipto, al señalar que se trata de una “línea roja”, una postura que presenta un desafío adicional a la búsqueda de soluciones.
La Casa Blanca ha enviado armamento a Israel, y ha aumentado la presencia de aviones caza y ha despachado dos grupos de ataque de los portaaviones Gerald R. Ford –uno de los más modernos de la flota norteamericana– y Dwight D. Eisenhower, en una “demostración de fuerza” pocas veces vista en el Mediterráneo con el objetivo de desalentar cualquier ataque adicional a Israel por parte de Hamas, Hezbollah, la milicia libanesa, o incluso de Irán, que respalda a ambos grupos armados.
Aunque es común que los presidentes norteamericanos viajen a zonas de guerra, el viaje de Biden ya tenía algunos ingredientes atípicos. A diferencia de su visita a Ucrania, que se mantuvo en secreto hasta su llegada Kiev –Biden viajó en tren desde Polonia sin que el mundo se enterara–, este viaje fue anunciado por el secretario de Estado, Antony Blinken, desde Jerusalén. Blinken lleva una semana saltando de capital en capital en Medio Oriente intentando evitar una escalada del conflicto. Y el resultado del viaje puede dejar una marca imborrable en su legado político, y además en su naciente campaña presidencial. Mientras los republicanos están decididamente alineados con Israel, la coalición demócrata intenta balancear ese apoyo con su respaldo a la causa palestina.
De hecho, la Casa Blanca retocó antes del viaje su discurso sobre el conflicto en Medio Oriente para elevar la presión sobre el gobierno de Netanyahu y moderar la contraofensiva israelí, fuertemente críticada por las víctimas civiles y el impacto que ha tenido sobre los palestinos. Israel ha sido acusada de imponer un “castigo colectivo”, un crimen de guerra. El propio Biden dijo que sería un “gran error” que Israel vuelva a ocupar la Franja de Gaza, y que existen “estándares” que siguen las democracias. Ese mensaje, de momento, no ha frenado la ofensiva israelí.
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