¿Biden “peronista”? Cuál es la agenda económica de Joe Biden y qué objetivos busca
Los planes del presidente son un reflejo de su pragmatismo y una respuesta al golpe de la pandemia del coronavirus y los desafíos domésticos y globales que enfrenta Estados Unidos
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WASHINGTON.- A principios de 1995, un joven Joe Biden se paró y brindó un encendido discurso en el piso del Senado. Biden defendió una idea, que había presentado varios años antes, durante la presidencia de Ronald Reagan, para equilibrar el presupuesto: congelar el gasto público, incluidas las jubilaciones, la salud y hasta los beneficios para los veteranos de guerra, intocables para la política norteamericana. Los demócratas habían perdido la elección legislativa el año anterior. Eran épocas de austeridad fiscal, y un año después el propio Bill Clinton, con el Congreso en contra, declaró que la era del gobierno grande “se ha terminado”.
Esas palabras de Biden resurgieron el año anterior, cuando las campañas de Bernie Sanders –en Estados Unidos, un “socialista”– y de Donald Trump las sacaron del archivo para intentar frenar el avance de Biden a la Casa Blanca. No lo lograron.
Ahora, Trump y los republicanos ya no acusan a Biden de querer quitarle beneficios a la gente, sino de proponer una “agenda radical socialista”, y Sanders y la izquierda demócrata miran con entusiasmo la osadía de la agenda económica de un gobierno del que temían fuera a ser demasiado tibio, moderado, o peor aún: parecido al de Clinton o al de Obama. Larry Summers, uno de los arquitectos de la economía de ambos presidentes demócratas, advirtió hace poco en The Washington Post que Biden quería gastar de más, a riesgo de un rebrote inflacionario que no se ha visto “en una generación”.
La agenda económica de Biden se coló en la política argentina. La vicepresidenta, Cristina Kirchner, la elogió en 27 tuits en los que se mostró sorprendida, y el presidente Alberto Fernández lo bautizó “Juan Domingo Biden”, equiparándolo al fundador del peronismo.
¿Por qué Biden dijo todo esto? También lo explica en forma textual: “La peor pandemia en un siglo, la peor crisis económica desde la Gran Depresión, el peor ataque a nuestra democracia desde la Guerra Civil.”
— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) May 3, 2021
¿Qué cosa, no? Y eso que el FMI no le financió la campaña a Trump.
Aunque sorpresivo para muchos, el giro progresista que propone Biden está arraigado en su historia y la de Estados Unidos, y no la de América Latina. Es un reflejo de su origen y su pragmatismo, pero también responde a hilos que han conducido a la economía del país durante décadas, a la huella que dejó la presidencia de Trump, el ascenso de China y, sobre todo, la pandemia del coronavirus, que profundizó desigualdades añejas y desatendidas.
Sus planes responden a la coyuntura, pero también miran al largo plazo, y buscan crear crecimiento y empleo, junto con una menor desigualdad. Y atacan, a la vez, desafíos más profundos: fortalecer la democracia, y cerrar –aunque sea un poco– la grieta.
“¿Puede nuestra democracia superar las mentiras, la ira, el odio y los miedos que nos han separado? Los adversarios de Estados Unidos, los autócratas del mundo, están apostando a que no podemos”, dijo Biden en su discurso en el Congreso, después de desplegar su agenda. “Tenemos que demostrar que la democracia todavía funciona, que nuestro gobierno todavía funciona y que podemos cumplir con nuestra gente”, remarcó el mandatario.
Biden dista de ser el primer presidente norteamericano que quiere hacer una monumental inversión en infraestructura. Antes lo hicieron Franklin Delano Roosevelt, demócrata, y Dwight Eisenhower, republicano. Barack Obama y Donald Trump también quisieron hacerlo. No pudieron. Y como Biden, Roosevelt, George W. Bush, Barack Obama y Trump desplegaron extraordinarias políticas fiscales expansivas para paliar crisis económicas.
El aspecto más innovador de la agenda de Biden es su plan para las familias, apunta Monica de Bolle, investigadora del Instituto Peterson de Economía Internacional y profesora de SAIS, la escuela de relaciones internacionales de la Universidad Johns Hopkins. Es el plan más progresista de los tres que presentó la Casa Blanca. Prevé ampliar en 1,8 billones de dólares el gasto en educación, salud, y el respaldo estatal a las familias con hijos, en particular, las familias de clase media durante la próxima década.
“Estados Unidos es la única economía madura del mundo que no tiene un atisbo de Estado de bienestar. Y eso se necesita desesperadamente en este país, y desde hace mucho tiempo”, explicó De Bolle. “Biden está tratando de construir un Estado de bienestar, o el embrión de un Estado de bienestar a medida de Estados Unidos, de cómo es Estados Unidos y quiénes necesitan apoyo ahora”, continuó.
Pragmatismo
De Bolle cree que Biden es un político pragmático que quiere angostar la grieta, y en medio de la pandemia del coronavirus responde a un debate que ya estaba instalado desde hacía tiempo en el mundo desarrollado sobre qué papel debe jugar el Estado ante la creciente desigualdad económica, el desplazamiento de trabajos y el impacto de los cambios en la economía en el extremismo político y, en última instancia, la salud de la democracia. Biden, que en campaña se mostró como un centrista –y para De Bolle, aún lo es–, ahora levanta banderas de la izquierda, de “los Bernie Sanders del mundo”.
Our Restaurant Revitalization Fund is helping the hard-hit food establishments that need it most. That’s the American Rescue Plan at work. pic.twitter.com/2d5Y6Z6xeR
— President Biden (@POTUS) May 5, 2021
“Esto es pragmatismo, no es ideología”, apuntó la economista. “El tema más profundo acá es la democracia, y cierto sentido de unificación”, remarcó.
Andrés Vinelli, vicepresidente de Economía del Centro para el Progreso Americano, un think tank progresista que tiene vínculos con los demócratas, coincide en que Biden es un presidente pragmático que responde al momento que le toca gobernar. Pero a la vez recuerda que creció en una familia de clase de media, y siempre estuvo cerca de los sindicatos. Su devoción por el tren le valió el apodo de “Amtrak Joe”. Su mujer, Jill Biden, enseña en un colegio comunitario.
“Hay algo muy genuino que va con quién es él. Pero por otro lado es un político que se adapta a las necesidades del momento. En los 90 tenía una prédica más neoliberal de lo que está haciendo ahora, porque era lo que el mundo estaba haciendo. Antes predicaba una reducción del estado del bienestar, y ahora hace lo contrario”, señala Vinelli. “Es un pragmático que responde al momento, y es un traje que le queda bien porque siempre se vio como una persona de la gente. No es un elitista. Es una persona de a pie”, agrega.
Vinelli igual pone sobre relieve un objetivo de la política económica de Biden en el que hizo mucho hincapié la Casa Blanca, y en el que Biden suele insistir en sus mensajes: mejorar la productividad, crecer y enfrentar el ascenso de China, el gran rival geopolítico de Estados Unidos.
“Lo más importante es que se está pensando qué necesita la economía para ser competitiva en el siglo XXI. Yo empezaría por ahí. En los 30, las represas, la electrificación del New Deal. En los años 50, necesitabas autopistas. Ahora necesitas banda ancha”, describe Vinelli.
Perspectivas de crecimiento
Lo mismo ocurre con el plan para las familias. Un informe de Moody’s dice que mejorará las perspectivas de crecimiento al aumentar la productividad laboral, incluso más allá del horizonte de diez años que prevé el plan, además de reducir “la amplia y creciente disparidad” en la sociedad.
Biden ha insistido que sus planes se paguen con aumentos impositivos a las empresas y a las familias más ricas, que, con todo, aún quedarían a niveles incluso más bajos de dónde estaban antes. Los recortes impositivos de George W. Bush, primero, y los de Trump después, beneficiaron sobre todo a las grandes corporaciones y al “1% más rico”. (Las empresas pagaban 35% de impuesto a las ganancias, pasaron a pagar 21% con Trump, y ahora Biden quiere que paguen 28 por ciento.) The Wall Street Journal publicó un duro editorial contra los planes del mandatario: dijo que la clase media dependerá del gobierno “desde la cuna hasta la tumba”, y que la suba de impuestos para financiar el gastos es “destructiva”.
Biden quiere invertir y gastar, pero sigue atento al déficit fiscal. “Todo lo que estoy proponiendo que se haga para generar crecimiento económico y empleo y nos ponga en una posición en la que podamos competir con otros países, lo pago”, dijo Biden esta semana en la Casa Blanca.
“No estoy dispuesto a no pagar por lo que estamos hablando –apuntó–. No estoy dispuesto a gastar en déficit.”
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