Biden apenas habló del mundo: ¿qué nos dice eso?
Joe Biden no tiene ni la poética minimalista de Barack Obama ni la eficacia publicitaria de Donald Trump. Su discurso inaugural no fue una obra literaria ni un compendio de eslóganes, como lo fueron los de sus antecesores más inmediatos.
Su alocución fue una radiografía de Joe Biden por Joe Biden: una referencia emotiva, serena y amable a los miedos, ansiedades y necesidades de una sociedad agobiada por las divisiones, el coronavirus, la desigualdad, el racismo y la recesión.
Fue un mensaje directo, de lenguaje simple, pero no efectista; fue una apelación a la unidad, el optimismo y la esperanza de un hombre que se sobrepuso a las tragedias familiares con sobredosis de empatía y determinación.
La interpelación a los norteamericanos fue constante durante los 21 minutos con los que Biden les mostró a sus compatriotas el país que quiere restaurar. Apenas hubo tiempo para oídos tan expectantes como los norteamericanos luego de cuatro años en los que Estados Unidos se fracturó y aisló: los oídos del resto del mundo.
Las menciones al mundo apenas ocuparon dos minutos del discurso del flamante presidente. Suena comprensible para un mandatario que toma las riendas de un país que pocas veces enfrentó tantas crisis existenciales a la vez.
Sin embargo, resulta menos natural que esa brevedad haya venido de un líder que fue, durante décadas, miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado; se tutea con jefes de Estado, alcaldes y empresarios de otras naciones; visitó 16 veces América Latina y es considerado por los especialistas el presidente que llega a la Casa Blanca con mayor conocimiento de geopolítica.
Tan golpeado como Estados Unidos por la pandemia, la recesión, los extremismos, la polarización o el cambio climático, el resto del mundo –o al menos Occidente– espera mucho de Biden. Se entusiasma, en definitiva, con que el país más poderoso del planeta vuelva a colaborar en la solución de esos problemas que tanto han alterado y desmejorado la vida de miles de millones de personas en los últimos años. América Latina, por ejemplo, se ilusiona con que esta Casa Blanca sea menos amenazante y más inclinada a los consensos para encontrar una salida democrática a la dictadura que oprime a los venezolanos.
Nadie expresó mejor esa esperanza que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. "Estados Unidos ha vuelto", dijo este miércoles.
Biden fue conciso pero directo en atender ese reclamo.
"El mundo nos mira hoy. Por lo tanto aquí está mi mensaje para todos aquellos más allá de nuestras fronteras: ... Vamos a reparar nuestras alianzas y nos comprometeremos con el mundo de nuevo. No para enfrentar los desafíos de ayer, sino los de hoy y mañana. Y lideraremos no solo con el ejemplo de nuestro poder, sino por el poder de nuestro ejemplo".
En un párrafo, Biden dejó en claro que apelará al multilateralismo para poner fin al repliegue de Estados Unidos propiciado por Trump. Concreto, sí, pero nada muy diferente de lo que repitió en campaña una y otra vez. Fueron pocas sorpresas y poco datos sobre qué Estados Unidos puede esperar el mundo. Para bien o para mal, sus predecesores ofrecieron más información.
"A todos los otros pueblos y gobiernos que hoy nos miran... sepan que los Estados Unidos son amigos de cada nación, hombre, mujer o niño que busca un futuro de paz y dignidad y que estamos listos para liderar de nuevo... Nuestros padres fundadores comprendían que nuestro poder solo no puede protegernos, ni tampoco nos habilita a usarlo como se nos antoja. Ellos sabían que nuestro poder crece a través de su uso prudente", dijo Obama en 2009, al empezar su primer mandato, marcado por la crisis financiera y la Gran Recesión.
Sus palabras aludían a las aventuras bélicas de George W. Bush y anticipaban un Obama inclinado por la cautela y la diplomacia, una estrategia que le devengó éxitos en el acuerdo con Irán y el deshielo con Cuba, pero críticas por su pasividad ante la guerra en Siria.
Ocho años después, Trump sucedió a Obama y heredó la bonanza económica. Dispuesto a romper con su predecesor para asegurarse el fervor de su base, el líder republicano dio rienda suelta a su impulso nacionalista y a su particular interpretación del interés norteamericano.
"La riqueza de nuestra clase media ha sido robada y distribuida alrededor del mundo. Quienes estamos reunidos aquí emitimos un nuevo decreto para que sea escuchado en cada ciudad, en cada capital y en cada sala de poder. Desde este día en más una nueva visión gobernará nuestra tierra. Será solo Estados Unidos. ¡Estados Unidos primero!", dijo Trump, al asumir, en 2017.
El aislamiento y el desdén de Trump por la cooperación alejó al resto del mundo de Estados Unidos. Hoy ese mundo quiere acercarse. Y Biden también. Anoche le dio al planeta muestras de buena fe al firmar decretos que reincorporan a su país al Acuerdo de París, lo reencuentran con la OMS y que terminan con el veto a ciudadanos musulmanes. Sin embargo, en la brevedad de su referencia hay también un mensaje: los problemas de Estados Unidos son muchos y demasiado amenazantes y tal vez el presidente más global de la historia norteamericana tenga poco tiempo para ocuparse del resto del mundo.
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