Bestia negra de la política española, el avance de Vox inquieta a todos
MADRID.- Banderas españolas al viento, mucho hablar de la "patria" y de la "tierra de los padres y de los abuelos", y de la nostalgia por un tiempo y un país que ya no están.
Exponer como quien se siente el único sensato entre un mar de "políticos idiotas" y con la certeza que da llamar a las cosas por su nombre. O, como se dice invariablemente en cada uno de sus mitines, "al pan, pan... y al vino..., vino".
Con simpleza y fervor de misa transcurren los actos proselitistas de Vox, el partido al que se define como de derecha radical en España y que es el verdadero enigma para las elecciones del domingo.
Nadie tiene en claro cuál será su performance. Es el misterio más difícil de desentrañar de los muchos que se develarán el domingo.
Francisco Cerrera, el único encuestador que acertó con su brutal crecimiento en las elecciones andaluzas de diciembre pasado, pronostica que ahora se convertirá en la tercera fuerza de España, por encima de los liberales de Ciudadanos y de la izquierda radical de Podemos, con cerca de 70 legisladores.
Al igual que en aquella ocasión, semejante proyección suena exagerada. El consenso ronda bastante más abajo, con unos 30 escaños, lo que significa cerca del 10% de los votos. Aunque eso suena muy lejos de los 102 que el promedio de sondeos del diario El País otorga al PSOE o de los 78 que da al PP, significaría un salto absoluto: hoy en día no tienen siquiera una banca.
Su irrupción en el mapa electoral alteró el juego partidario y se convirtió en la amenaza de un voto castigo para las otras cuatro fuerzas: PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos.
Por mucho que sorprenda, hay votantes de Vox que provienen de todo el espectro. Si algo caracteriza al votante de Vox es su transversalidad. No reconoce edad, género ni estrato social. Aunque, naturalmente, los hay más en la derecha.
Ellos se ríen del mote de extrema derecha y prefieren que se los conozca como "el partido del sentido común..., el que dice las cosas como son".
El socialismo de Pedro Sánchez los convirtió en latiguillo de campaña asociándolos poco menos que con el demonio, con el llamado a establecer un "cordón sanitario" para aislarlos. "El verdadero peligro es la extrema derecha y eso llegará con Vox", suele decir, al alertar en contra de una posible alianza entre lo que llama "las tres derechas": Vox, PP y Ciudadanos.
Del otro lado no se dan por aludidos, y tanto los conservadores del PP como los liberales de Ciudadanos gambetean como Lionel Messi cada vez que les preguntan sobre una posible alianza con Vox, como la que ya funciona de hecho en Andalucía.
Cautela
Hay cautela con la formación que lidera Santiago Abascal porque con ella perdieron todos los pronósticos. Son el fenómeno del momento y el temor de muchos analistas es que esa incomprensión inicial se repita con las proyecciones para las elecciones del domingo.
Es lo atípico de la política. Abascal prácticamente no da entrevistas. Fue excluido de los debates televisivos entre candidatos por no tener todavía representación en el Congreso.
Lejos de victimizarse, él se regocija. "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", dice de sus adversarios y se jacta de que en sus cruces verbales esté ausente "la voz del sentido común", que es como define su discurso.
Los califican como un fenómeno en las redes sociales. Sin embargo, acaban de cortar la publicidad paga por Facebook. Están convencidos de que no la necesitan. O eso dicen.
Desconfían de todo lo tradicional en materia de prensa y publicidad, y siguen creciendo: sus actos son multitudinarios y, por donde van, mueven multitudes. Salvo en Cataluña, donde han sido objeto de agresiones por parte de grupos de acción afines al independentismo.
Más que por las cosas a favor, se definen por aquello de lo que están "en contra". No quieren saber nada con que se elimine la tauromaquia; tampoco con las normas llamadas "de género", y se decantan por leyes de "defensa de la familia" y no de las mujeres.
Disfrutan de su partitura. Esa que habla de la España viva, de la gesta de Don Pelayo (siglos hace) de ser el partido de la "extrema necesidad" y de presentarse como la nueva voz de los indignados con el sistema político después de 20 años en la política activa.
Un discurso casi mesiánico. Un símbolo con más convocatoria que discurso y, mucho menos, estructura. Un misterio cuya fuerza se conocerá el domingo.
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