Benjamin Netanyahu, de las dudas por su futuro a salir fortalecido del conflicto con Hamas
El premier israelí había fracasado en su intención de formar gobierno cuando estalló el conflicto y, 11 días después, podría cambiar su fortuna política
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JERUSALÉN.- La guerra con Hamas y las turbas violentas de árabes e israelíes que causaron zozobra dentro de Israel y la Margen Occidental, podrían haber beneficiado la fortuna política del primer ministro Benjamin Netanyahu.
Hace tan solo algunos días, su larga carrera política parecía estar llegando a su fin. No había logrado conformar una coalición de gobierno y sus rivales estaban a punto de desplazarlo.
Pero junto con la cuarta guerra en poco más de una década entre Israel y Hamas, hubo un fuerte cambio de vientos. Sus rivales fueron perdiendo terreno y Netanyahu se fue afianzando como el líder que puede darle seguridad al país, el cual se encamina probablemente a otra elección que podría darle varios años más como jefe del gobierno.
Hay quienes se preguntan, incluso, si en su desesperación por sobrevivir, Netanyahu puede haber forzado esta guerra.
“Si Netanyahu hubiera logrado formar gobierno, la seguridad no se mezclaría con las consideraciones políticas”, afirmó el dirigente opositor Yair Lapid en Facebook. “Nadie se preguntaría por qué estos incendios se producen siempre cuando es más conveniente para el primer ministro”, agregó.
Antes del estallido, Lapid parecía a punto de formar un gobierno que hubiera puesto fin a 12 años de Netanyahu en el poder. Pero la guerra hizo que ahora resulte muy difícil, por no decir imposible, que Lapid pueda armar su coalición.
Esa alianza incluía grupos de todos los sectores, desde la derecha hasta la izquierda, así como un partido islámico. El único denominador común entre todos era su oposición a Netanyahu.
Hubiera sido una coalición histórica. Nunca un partido árabe había integrado una coalición de gobierno en Israel.
El propio Netanyahu cortejó al mismo partido árabe cuando el presidente le encomendó la formación de un gobierno tras las elecciones del 23 de marzo.
Pero cuando se hizo evidente que no podría reunir la mayoría parlamentaria necesaria, empezó a calentarse el ambiente en Jerusalén, en buena medida por acciones de los aliados de Netanyahu.
Tanto palestinos como israelíes reclaman el control del sector oriental de Jerusalén y de sus sitios sagrados. Este elemento es uno de los principales detonantes de conflictos.
El conflicto se inició cuando el ministro a cargo de la policía, un aliado de Netanyahu, ordenó el cierre de un popular sitio de reunión de palestinos durante el mes sagrado musulmán de Ramadán. Cuando estallaron las protestas, la fuerte represión policial dio lugar a días de disturbios y a redadas policiales en la Mezquita Al Aqsa. Las violentas escenas causaron estupor en el mundo musulmán.
Paralelamente, grupos de judíos presionaron para desalojar a decenas de palestinos que viven en un barrio de la parte oriental de Jerusalén. Itamar Ben-Gvir, líder de un partido racista antiárabe aliado con Netanyahu, instaló temporalmente lo que describió como una “oficina parlamentaria” en el barrio, aumentando las tensiones.
El 10 de mayo, en un gesto considerado por todo el mundo como una provocación, miles de israelíes de extrema derecha se congregaron para desfilar por el corazón del barrio musulmán de la parte antigua de Jerusalén para celebrar la captura de ese sector en 1967.
A último momento el gobierno ordenó que cambiasen de ruta, pero ya era demasiado tarde. Hamas disparó una serie de cohetes de largo alcance hacia la ciudad, diciendo que Israel se había “pasado de la raya” y que estaba protegiendo a Jerusalén. La guerra había comenzado.
Los combates se intensificaron y surgieron violentos enfrentamientos entre judíos y árabes en varias ciudades de Israel. La violencia se extendió a Cisjordania, donde 20 palestinos murieron en manifestaciones en las que tiraban piedras contra las fuerzas de seguridad israelíes, de acuerdo con funcionarios palestinos.
Ahora, en medio de un ambiente tan caldeado, parece poco probable que Lapid pueda armar una coalición de gobierno antes del 2 de junio, cuando vence el plazo para que lo haga.
Naftali Bennett, dirigente clave de extrema derecha, suspendió las conversaciones la semana pasada, tras el estallido de los combates. Mansour Abbas, líder del partido árabe, canceló igualmente las negociaciones. Dijo que las retomaría cuando terminen los combates.
La gente de Lapid dice que intentará hasta el último minuto formar un gobierno. De no conseguirlo, es previsible que haya una quinta elección en poco más de dos años, algo nunca visto.
Todo esto le cae de perilla a Netanyahu y refuerza su imagen de sobreviviente que supera todas las adversidades. La agitación desvió la atención del juicio por corrupción en el que está envuelto y proyecta su mejor imagen cuando lidia con temas de seguridad, mostrándose calmo y resoluto.
Si Lapid no lograra formar una coalición de gobierno, Netanyahu ganará tiempo e incluso podría terminar formando él una coalición que le permita mantenerse en el poder y le dé inmunidad.
Gayil Talshir, profesora de ciencias políticas de la Universidad Hebrea, dice que no cree que Netanyahu haya forzado la guerra para seguir como primer ministro. Pero acotó que sabe manejar magistralmente los acontecimientos en su provecho.
“Controla cuánta nafta tira al fuego”, opinó Talshir. “Lo único que le importa es su juicio y su base. Así es la política en Israel hoy. Lo que cuenta es la supervivencia política de este primer ministro y no los intereses del público”.
Agencia AP
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